Factores que obstaculizan el proceso de integración en América Latina y el Caribe (3)
El dilatado proceso de integración se ve obstaculizado por factores internos y externos; destacándose como la gran causa interna el apego a la soberanía. Aún no se ha hecho conciencia de que la cesión parcial de soberanía dada en el marco de un órgano supranacional a los fines de la integración regional se traduce en beneficio, para todos, porque el bienestar de la región termina impactando todo el tejido económico, social y cultural de los países parte de un sistema de integración.
Así, el famoso plato de espagueti caracterización que dio Boleguiti a los esquemas regionales, ha impedido avanzar hacia un proceso unitario de integración. Esto en cierto modo, está relacionado con el espíritu y la cultura caudillista que subyace en el subconsciente del liderazgo regional. “Se prefiere ser cabeza de ratón, antes que ser cola de león”.
Actualmente, hay varias corrientes de pensamiento respecto al proceso de integración; una primera, considera que la integración propiamente no es posible. Otra apuesta a la voluntad política, para lograr la integración regional; y una tercera, que suscribimos nos plantea que, la integración no solo es posible, sino, que es un imperativo si queremos alcanzar el desarrollo y superar los flagelos del subdesarrollo, pobreza, indigencia y la violencia en la región, lo que nos conduce a rechazar la visión pesimista de esta temática. La integración ha sido un proceso tortuoso y lento, pero no imposible.
Consideramos sin embargo, que sin la superación del sesgo ideológico, la vocación injerencista y la colonización psicológica no será posible la unidad latinoamericana, y en consecuencia la integración seguirá teniendo serias dificultades. No podemos seguir colocando la ideología, como condición sine qua non, para la integración, lo que penosamente hemos visto en la práctica, habiendo muchos ejemplos de rotura de procesos por algunas diferencias de enfoques políticos.
La voluntad política hasta ahora manifiesta no es suficiente. Dicha voluntad se ha manifestado solo en el discurso. Es evidente, que necesitamos más que discurso, ir hacia la operatividad de las instituciones. Las instituciones tienen que responder a la imperiosa necesidad de avanzar en la materia integracionista.
Responder a la nueva realidad del mercado internacional ante la profunda crisis sanitaria y económica generada por la pandemia Covid-19, cuyo efectos ya estaban en camino dada las dificultades económicas coyunturales a nivel de la región, como consecuencia de la caída de la demanda mundial en los commodities arrastrando una marcada caída en los precios de las materias primas que son el fuerte exportador de la región. Situación que se agravó por la tendencia proteccionista de la pasada administración estadounidense.
No hay duda, de que la receta para tal escenario es profundizar la integración, fortalecer la unidad de acción regional y re-encauzar los objetivos estratégicos en materia de inversión en ciencias y tecnologías, producción e inserción en el mercado internacional.
Orientar las políticas públicas en función de estas ideas coadyuvará a dar el gran salto y dejar atrás la concepción divisionista. La integración ha sido un proceso tortuoso y lento, pero no imposible. Superar los grandes flagelos que aún persisten a 200 años de distancia de la independencia política demanda de un gran esfuerzo personal y colectivo.
Especialmente, si tomamos en cuenta que la economía de la región en la mayoría de los países se ha caracterizado por un crecimiento que no logra alcanzar niveles sustentables para superar los estadios de subdesarrollo económico y social estructurales, lo que impacta negativamente su competitividad, colocándola en desventajas con las economías desarrolladas, así como con los principales mercados emergentes.
Además de estar marcada por grandes desigualdades e iniquidades en la distribución de la renta. En la región la mayor parte de las posesiones se concentran en manos de una minoría de la población, mientras que más de 172 millones de personas experimentan diferentes niveles de privaciones llegando a casos de extrema pobreza.
En tal contexto, la vida nos enseña que todavía no ha llegado ese momento ideal en que se produce una integración sin que medien algunas diferencias entre sus partes. El ejemplo más patético lo representa la comunidad europea, que muy a pesar de los tropiezos propios que genera la dinámica económica, hoy cuenta con un modelo que está dando resultado en lo que respecta a una mayor equidad social, generación de empleo, equilibrio fiscal y fortaleza económica. La integración le ha servido para recuperarse en tiempo razonable de la crisis del 2009, una de las mayores crisis económica y financiera que ha conocido la historia. Aunque, ante la presente crisis pandémica su desempeño como bloque regional no ha sido el más deseado.
Por consiguiente, consideramos que frente a la gran dispersión de procesos de integración en el marco regional, la CELAC está llamada a constituirse en la mesa de convergencia, para superar este cuadro y consolidar los esfuerzos nacionales en cada uno de los sub-bloques, a fin de concretar un proceso único de integración con las características propias de nuestra región y tomando en cuenta las experiencias internacionales que en esta materia existen, como es el caso de la Unión Europea, la Comunidad Euroasiática, la Asian y otros esquemas que tienen logros tangibles en esta materia.
JPM