Ezequiel, el profeta encerrado y enmudecido
Qué bueno que aparezca en este momento coyuntural un comunicador cristiano con sana intención, valentía e inspiración espiritual, que divulga mensajes escritos intentando llamar la atención de fieles creyentes y a personas de buena voluntad, en nombre de Dios, recomendándoles modificar la conducta y el activismo privativo y fomentar la unidad en la diversidad, tal como pretendió hacer el profeta Ezequiel. El Pastor Tomás Gómez Bueno, trata de hacer eso ahora y es sensible ponerle atención.
La narración acerca de Ezequiel, el profeta encerrado y enmudecido motivado por la frustración ante la desidia del pueblo hebreo, es singular en la Santa Biblia; pues, él, como comunicador de la voluntad de Dios, tuvo una experiencia distinta a la de otros visionarios. El modelo y tradición de los profetas era percibir la conducta del pueblo y advertir que cuando no se cumplen con el pensamiento y los mandamientos de Yahvé, su comportamiento podría acarrearles desastres.
El caso de Ezequiel fue un hecho extraño cuando Yahvé le dijo que: “dada la desobediencia y rebeldía de los antepasados de su pueblo, la terquedad y cabeza dura de sus hijos, debido a las acciones bajas y detestables, los iba a destruir sin misericordia”; lo haría así, como manera especial de advertir sus malas acciones. A esto Dios le advirtió, según la visión de Ezequiel, que: “te van a atacar con cuerdas, de manera que no podría salir y estar con el pueblo. Además, yo voy hacer que tu lengua se quede pegada al paladar y que te quedes mudo”. (Ezequiel 3:26). Este extraño paradigma fue la reacción del Dios de Israel, y por lo que llamó y encargó, el encierre en su casa y enmudecido, parece un contrasentido, pues, los profetas se mueven en el pueblo y pregonan lo que el Señor manda a decirle a la gente.
¿Qué implica, por tanto, el encierro y el enmudecimiento de este comunicador de la voluntad divina? Aparentemente esta forma de proceder significa una manera notable de llamar la atención, por el desacierto del pueblo al no escuchar a la voz profética.
Sabemos que Ezequiel fue un hombre de profunda fe y brillante imaginación. Hacía hincapié en su responsabilidad de advertir al pueblo sobre su deficiente comportamiento; más, la rebeldía fue tal, que él pensó y actuó de manera distinta para sensibilizar la comunidad. Esto se está haciendo de nuevo aquí en nuestro terruño y entre religiosos de prestancia, tal vez equivocado en algunos casos.
Ezequiel nunca tuvo miedo de cumplir con su misión, pero un día, dada la desesperación por la indiferencia de la gente, e indignado, se encerró en su casa decidido a no profetizar más, porque para él, sus palabras eran: “llevadas por el viento a un desierto no habilitable, o como arar en el mar”.
Hoy como ayer y siempre, es menester que aparezcan voces proféticas para alentar al pueblo para hacer lo que es correcto, virtuoso, justo, y beneficioso para el bien de la mayoría de la sociedad.
jpm