Encuestas: guerras entre rieles
Por EDWARD VERAS
Cada cierto tiempo la sociedad Dominicana se encuentra enmarcada en un proceso electoral de cualquier índole. Tanto las elecciones presidenciales, congresuales y municipales, así como primarias y congresos internos de los partidos políticos, universidad, elecciones de gremios, clubes, sindicatos, asociaciones de cronistas y hasta aficionados al dominó, generan un gran interés de la población en conocer tendencias, resultados y realizar los análisis situacionales, aunque la realización del certamen no sea de la incumbencia del individuo.
Para ello, las firmas con experiencia en marketing electoral, brindan sus servicios a los grupos de estrategia en torno a las candidaturas y a los medios de comunicación, dominados por grupos empresariales que generan opinión en la vida social de la República Dominicana y la diáspora, con tal de poseer por un lado, mecanismos de análisis para emprender acciones de conquistas de electores y por el otro, influir mediáticamente en el electorado respecto a un resultado posible.
Las encuestas electorales son procesos de medición cuantitativa y cualitativa de la opinión social, donde confluyen análisis de expertos en estadística, mercadeo, sociología, antropología, economía, política, comunicadores sociales, etc. con tal rigor científico, que garanticen una real confianza a priori de los resultados esperados.
Citando al experto en Marketing Electoral, Mauricio de Vengochea en su exposición “Campañas Electorales en el Siglo XXI: De la Improvisación a la Ciencia”, de febrero de 2015, plantea que: “Las encuestas serias no se publican”. Esto genera un peso extraordinario al hecho de que la famosa guerra de encuestas, en periódicos, Radio, TV y medios digitales, solo sirve para dar espaldarazos a los que quedan “arriba” y echar un balde de agua fría a los equipos que se venden “abajo”.
Las encuestas o firmas encuestadoras, famosas por demás, acaparadoras de la opinión pública en períodos electorales, tratan de encarrilar el deseo de quienes las pagan. Solo se cuidan de brindar un resultado real en la última entrega previo al proceso de votación, teniendo la ventaja de que antes no existe forma de cómo medir la credibilidad de la publicación.
Los bajos niveles educativos de la sociedad en sentido general, emergen mostrando una débil capacidad ciudadana al momento de elegir o ser elegida. Un segmento de la población tiende a confundir la política con la pelota, con todo el sufrimiento que genera ver su equipo perder, optan por votar “por el que va a ganar”, desvirtuando su capacidad de disensión electoral.
En muchos países donde existen instituciones y leyes reales que rigen el accionar de los partidos y medios durante las campañas electorales, colocan plazos de publicación de trabajos, con el objetivo de limitar su influencia en la capacidad de los electores. Otros de institucionalidad más avanzada, multan o penalizan a aquellas empresas que patrocinan o publican resultados de resulten cuestionables ante auditorias predefinidas por mecanismos legales. En nuestro caso, aún nos queda mucho camino por recorrer.
Definido el proceso electoral venidero a partir de los bloques electorales en el gobierno y en la oposición, los grupos empresariales inician una labor de gestión y caza de mediciones a partir de publicaciones por parte de las firmas encuestadoras, con el fin de influir en la opinión pública sobre posibles tendencias.
Grupos afiliados a las áreas de comercio e importación brindan resultados contradictorios en los que el candidato del gobierno queda “bien posicionado” pero el resto de los datos de la encuesta reprueban el accionar del gobierno en todos los sentidos. Algunos critican o tratan de justificar la incoherencia con que se presentan los datos obtenidos por los bloques de oposición, conforme a resultados de las mismas encuestadoras en publicaciones anteriores. No parece justificable una candidatura que en marzo de 2015, una firma encuestadora le otorgue entre un 19 y 24% y que en la actualidad, solo acarree el 3.6% de simpatía.
Por otro lado, se presentan mediciones en un medio de comunicación de reciente creación, vinculado a los sectores agrícola e industrial, sobre el fuerte acercamiento que presenta la oposición a la candidatura del gobierno. Aunque el mismo no muestra resultados sobre la valoración general de la gestión estatal, realiza ciertas comparaciones interesantes desde la figura de los candidatos, sus escenarios y las agrupaciones políticas que los postulan.
Esta guerra ya empezó y está montada sobre rieles. Uno que planea influir en el electorado, argumentado la “alta popularidad” del ciudadano presidente y que en mayo del año que viene simplemente no habrá competencia.
El otro riel, muestra el descontento de la población, por la falta de solución a los problemas nacionales, la omisión repentina del estado en los casos de corrupción del presente y pasado gobierno, los largos apagones, crecimiento rampante de la deuda pública, la subida reciente de los artículos de primera necesidad, el desempleo generalizado, la inseguridad ciudadana, la falta de agua potable, el desagradable drama de la salud y la seguridad social, mostrando como estandarte la posibilidad de un cambio real en el venidero proceso electoral, a cargo de la figura de Luís Abinader.
Las apuestas están hechas. Afuera los poderes fácticos definen sus rieles. Adentro ya las siglas y banderas están encarriladas, aunque la mesa de dominó aún no se encuentra clara con reparto de las candidaturas ganables a los niveles congresual y municipal. Este dolor de cabeza resulta ser incuantificable en los sondeos y mediciones a la hora de los desmontes, las deserciones y la independencia de las tres boletas electorales. En ambos bandos, pero más en un lado que en otro, resuena el estribillo de Rafael Ithier, “No hay cama pá tanta gente”.