En un lugar de la frontera, de vuelta con mis raíces
Uno de estos días, afanoso por desandar los pasos por lugares añorados cuya estampa viaja en el subconsciente y forma parte de mis raíces culturales y familiares, encaminé la ruta, nueva vez, hacia entrañables lugares de la frontera.
Junto a algunos miembros de la familia que guardaron mis pasos y contribuyeron a reforzar el espíritu, compartí con Andrés Peralta y Doris, en Carrizal, con Albert González y Tito, en Loma de Cabrera, así como con Wilson, Luz y un equipo de activistas sociales con el empuje necesario para producir algunos cambios impostergables en la comunidad de Capotillo.
Lleno de alborozo y alegría vi llegar, de repente, a mi alter ego en las lides y afanes en pro de la mejoría en las condiciones de vida de nuestra gente y, aunque de manera fugaz, pude intercambiar impresiones y planes futuros con Ysabel, a quien me unen indisolubles lazos que van más allá de la familiaridad y el amor por el terruño.
Con el primo Bobó y el profundo simbolismo espiritual que flota en el frente y el entorno de su vivienda me adentré en el intríngulis de un penoso acontecimiento que arriba a una década.
En la suma de los días hube de compartir con todos los Reyes, Jiménez, González, Campusano y otros miembros más de esta gran familia que se mantienen aferrados al terruño de Pueblo Nuevo, por más allá de siete décadas de afanes e ilusiones.
En ésas anduve, envuelto en el cariño y el aprecio de los míos.
Haciendo mutis a las gélidas noches de Carrizal y Pueblo Nuevo. Disfrutando la ondulante neblina que se desliza cual fantasma por entre la profusa vegetación que hace de HAGROECA un dechado de la naturaleza,
gozando los placeres de Villa Vitalina que, más que un legado es el único lugar del mundo en el que me siento realmente feliz,
y, finalmente, sobrellevando los ardientes vapores de una noche en Dajabón en todo su cálido esplendor, compartiendo junto a Chío Villalona, lamentando la dificultad de juntarnos con Guancho Cordero y por sobre todo, evocando cada instante y cada segundo a Claudio Tavárez Belliard, nuestro hermano ido a destiempo unos años ha, con cuya compañía siempre fue un infinito placer desandar los pasos en Dajabón.
Entre otras cosas, en esas andanzas ocupé mi tiempo y disipé las aflicciones del presente, a la espera de lo que traiga el destino en el futuro inmediato.
Es difícil explicar solamente con palabras las bondades del terruño y todo lo que puede ofrecer a quien se arme de valor y entusiasmo y se calce las botas, enfilando el timón hacia esta tierra de sal y sol, de infinitas llanuras, empinadas serranías y cantarines arroyuelos de que os hablo.
Tal vez, lo preferible seria que usted se anime a descubrirlo por si mismo, junto a algunos miembros de la familia o del círculo de amistades.
Anímese, la Línea Noroeste y Dajabón le esperan.
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