El voto: arma de reglamento del pueblo

El mundo político  es tan veleidoso  y  encantador  que a todos nos  hace partícipe de él, de forma activa y hasta enfermiza, y a veces  tímida  y  solapada,  pero formamos parte esencial y definitoria,  hasta cuando nos abstenemos  de votar, porque aunque  nos no cuentan,  incidimos y por tanto en  cierta manera decidimos   en sus resultados.

Por ello, es necesario que los pueblos tomemos conciencia y no nos dejemos arrastrar  por cantos de sirenas, hagamos de nuestros votos  un arma letal contra el  letargo y abandono  en que encuentran  casi todas  las poblaciones  del país, a las que  solo acuden y  auxilian en sus reclamos, por mera pretensiones electoreras  y no por el sentimiento  patrio que debe sentir  todo aquel que es favorecido para ocupar  una función pública en cualquiera de los estamentos  de poder del Estado.

Desgraciadamente, hoy más que nunca, las pasiones  y el fanatismo político están presentes  en una buena parte de quienes tenemos la responsabilidad de acudir a las urnas con la encomienda de   escoger   a quienes nos garanticen una vida con mayor decoro en la que los servicios vitales  y prioritarios  estén a nuestro alcance sin desmedro de la dignidad y el respeto  de  nuestros derechos ciudadanos y como seres humanos.

En tanto, sigamos  solo poniéndole precio a nuestros votos, sin que aquilatemos  su valor e importancia, siempre seremos  presos de confianza de quienes con el poder del dinero nos persuaden haciéndonos creer en una percepción cimentada   por la pasión, el  fanatismo y  las  prebendas  recibidas  lo que provoca en nosotros  una ceguera política, que casi siempre nos hace elegir  lo peor  por lo mejor.

Quiera Dios tomemos conciencia   que nuestros votos no son  artículos  de  compra y venta, sino, que  son nuestras armas de reglamento y nuestros tiros deben ser certeros  y dar siempre  en la diana para impulsar la posibilidad y esperanza  de nuestro bienestar  y desarrollo.

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