El reloj de la 27 de Febrero
Hay relojes en diferentes ciudades de Europa y Latinoamérica que se constituyen en símbolos de las mismas. Ejemplos de esto, en nuestro país, son los relojes de Montecristy y del Ayuntamiento de San Cristóbal.
Cuando hace unos años, en la Av. 27 de Febrero (entre las avenidas Churchill y Lincoln) se levantó la escultura metálica para ubicar en el cubo superior de ella un reloj, que costó al Ayuntamiento de la ciudad una suma elevadísima en dólares, a pesar de ser de medio uso, todos pensamos que este reloj sería un símbolo distintivo de la ciudad de Santo Domingo.
Pero poco nos duró el gusto, porque en pocos meses el reloj dejó de funcionar, para convertirse en una especie de ícono inmóvil, cuya vida útil duró muy poco.
En la actualidad, aunque la escultura metálica conserva aún su llamativo aspecto, el cubo que la corona, en los círculos laterales, destinados a alojar la esfera numérica del reloj en cada una de las caras del cubo, penosamente tiene un aspecto desvencijado, convirtiéndose así, en un símbolo vergonzoso de nuestra ciudad.
Por lo menos dos de las esferas del reloj perdieron una buena parte de su estructura, incluyendo los números del reloj, el minutero y el horario. Pero esta situación vergonzosa tiene un lado positivo, y es que permite ver que el interior del cubo está vacío. No se encuentran allí las piezas averiadas e inmóviles del reloj, sino que fueron removidas en silencio y de manera subrepticia.
El aspecto de abandono observado en el reloj permite suponer que lleva así ya varios años, de modo que, muy probablemente, la actual sindicatura de la ciudad heredó el reloj, de la administración pasada, en las condiciones penosas en que hoy se encuentra. Sin embargo, eso no justifica el silencio cómplice con que se ha manejado la situación, sin que se diera a conocer al pueblo el hecho y sus repercusiones.
¿Se justificaba comprar por varios centenares de miles de dólares, un reloj, quién sabe con cuántos años de uso y al parecer sin garantía alguna? Pero peor aún, ya realizada la mala compra y comprobada su inutilidad, quién se apropió de sus restos, y con qué propósitos.
Los munícipes tenemos derecho a una explicación y a que se corrija el aspecto vergonzoso exhibido por el reloj de la 27 de Febrero desde hace un buen tiempo. El actual síndico no se debe hacer cómplice de los desaciertos de su predecesor y debe proceder como lo establece la sensatez y el buen juicio.
JPM
es que se construye! se gasta una cantidad inmensa de dinero! y luego a las obras no les dan mantenimiento y de pronto llegan al abandono total: chatarras.
asi esta todo….sin rumbo