El PRD y el fin de la eternidad

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Los electores y simpatizantes del Partido Revolucionario Dominicano se resignaban en la expresión popular “no hay mal que dure cien años”, sin reparar que a veces dura 99. Olvidando que en la dilatada existencia de ese partido el desorden político, indisciplina partidaria, luchas fratricidas y militancia sin objetivos, tenían todos los matices de eternidad y que el califato de los líderes históricos estaba adornado con pretensiones de infinitos e indispensables. Aunque suene paradójico e irónico, parece que esta vez la eternidad tuvo fin en algún escenario o accionar de la vida; y le tocó a ese colectivo; tomar las riendas un nuevo liderazgo, que hizo un despojo a los extraños dioses y a sus azotes envenenados. Se descansa ahora de iracundos incorregibles con estilo hecho cultura, tropezando sus formas y expresiones con el tejido social de la organización, cultivando la mala educación, la violencia, retaliación y chabacanería, como oscuros catalizadores de intenciones aberrantes. Era imprescindible la firmeza. No era posible continuar con eufemismos estratégicos, ni paños tibios, porque no se puede estar medio embarazada, no era posible un jaque sin mate, ni se puede pelear una guerra a medias, porque es casi la pérdida total. No había espacio para la espera; pues la confusión y el encierro eran asfixiantes y en cada fracaso se hipotecaba el futuro. Como laboratorio del mal y de patraña, se buscaba explicación a lo que no lo tiene, diseñando un porvenir de eutanasia institucional. El determinismo de la democracia, se estuvo empleando como un pacto suicida, entonces, ya no había más cuerda para ese disco rayado; y como para el que no tiene destino no hay buen viento, surgieron los resabios que crearon la división; siendo necesarios algunos destierros. Que si bien disminuyen transitoriamente la matrícula, se trabaja con menos entes distorsionantes; pero qué más da?…. si hacemos la analogía de que solo diez dígitos son la base de las infinitas operaciones matemáticas, como bien lo entendieron el PRSC y el PLD, con sus victorias, siendo el PRD mayoritario. Había que cortar por lo sano el estilo de perredeísmo decrépito, que no tiene lugar en la sociedad actual, donde es imperioso manejarse sin caprichos y con una ingeniería social que le dé autoestima a los perredeístas; y para ello, alguien tenía que ponerle el cascabel al gato y apareció quien se lo puso, el Ing. Vargas Maldonado, logrando salir del círculo vicioso en que se vuelve siempre al lugar de donde se sale y que es la antesala del apocalipsis, o peor, la garantía de sentir la tristeza del amor perdido, elección tras elección. Quienes se jactan de llamar al PRD, minoritario; se olvidan de la muestra patética de David y GoliaT, en que el grandulón abusador, cae vencido ante el pequeño joven, que supo pelear con astucia, valentía y mejor gerencia en el combate. Ahí está la ruta, y hay que recorrerla, con piedras en el zapato, con caballo de troya; sin importar inclusive, la jauría mediática y su altisonancia; pero recordando siempre que una riña de caninos, nunca tendrá el sonido armónico del coro de la iglesia. En el estilo, hay un nuevo PRD, pues el viejo lo llevaron a la pila bautismal, con nueva fe de bautismo y acta de nacimiento tardía. rubenpresbot@yahoo.com

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