El “pecado” de Julio Maríñez

 

 

Si hay alguien que puede hablar con propiedad sobre Juan Bosch, Peña Gómez y Miguel Vargas, ese es Julio Maríñez Rosario, porque los conoció a los tres y trabajó con ellos en su momento. El problema es que el amigo Maríñez parece haber olvidado que vivimos en República Dominicana, un país donde las lealtades políticas parecen ser eternas. Claro, todos sabemos que eso es solo “de boca”, porque en los hechos, los mas autoproclamados boschistas o peñagomistas, han vivido políticamente de espaldas a las prédicas de estos dos líderes ya idos.

 

Los seguidores del doctor Balaguer, muy por el contrario, mantienen una fidelidad mas cerrada al líder de la “revolución sin sangre”. Todos tratan de imitarlo, claro, solo reproducen y alaban sus venalidades.  Incluso, algunos proclaman sin ningún empacho lo que entienden fue su verdadero grito de guerra: “los reformistas ni agradecen ni guardan rencor”. Un pragmático, aunque descarnado lema, que parece haber pautado el accionar del doctor en su paso por el Estado. Se puede afirmar que sus fieles siguen e imitan hasta sus mas notorios desaciertos; pero son incapaces de emular sus cualidades mejores.

 

Sin embargo, tienen una excusa aceptable: Balaguer era un visionario; una condición que no alcanza cualquier mortal, por aquello de que, “donde Dios no puso, no puede haber”. De cualquier modo, no andan por el mundo proclamando, como patente de corso, su identificación con el político que mas conoció la idiosincrasia del pueblo dominicano y presumiendo de ser alumnos de su escuela y que a él le deben su formación. Por eso, no se ofenden, ni siquiera se inmutan cuando alguien habla de Balaguer.

 

Yo hago este introito, porque escuché la entrevista de Maríñez con Salvador Holguín; y qué pena me da que mis amigos no la hayan escuchado y se dediquen a repetir simplemente, lo que algún “periodista” interpretó, citando a Maríñez totalmente fuera de contexto, por simple conveniencia de momento.

 

Quién en su sano juicio, puede negar que don Juan no tenía experiencia de Estado alguna cuando ganó las elecciones de 1962? y quién -a la luz de los resultados históricos- puede tratar de esconder, que su falta de pericia coadyuvó -aunque no fue la causa principal- para que se pudiera materializar el golpe de Estado?

 

Juan Bosch es un referente histórico-moral del pueblo dominicano, forjador de ciudadanos y paradigma de seriedad, eso no lo discute nadie; pero no era exactamente, lo que sí han sido sus discípulos mas aventajados: políticos exitosos. Don Juan llegó al Poder, o mas bien al Gobierno, sin entender a cabalidad la esencia del ejercicio político desde la cúspide de la pirámide.

 

Es por ello que nunca entendimos por qué “un golpe de Estado duraría menos que una cucaracha en un gallinero”, o por qué “los locales del PRD, el partido de Gobierno, debieron cerrarse y ser convertidos en escuelas”, si las funciones de los unos y las otras, están tan bien definidas y precisadas en el esquema de la democracia gobernante. No hay dominicano alguno, con uso de razón, que pueda explicar la fatídica asonada de septiembre 25, sin reconocer el componente generado en el errático manejo del glorioso Gobierno de los siete meses.

 

Entiendo que Julio Maríñez no trató de hacer una apología de Miguel Vargas; solo precisó detalles que por motivos de simple retentiva de hechos conocidos, no pueden pasarse por alto y mucho menos distorsionarse en función de las necesidades existenciales de ciertos “opinadores” públicos. Pretender hacerse el gracioso a costa de echar a Julio a la hoguera mediática, es una práctica malsana, propia de mercaderes de la política y franco tiradores de la lengua. Pero sobre todo, es una gran injusticia que se comete a costa de la memoria histórica del pueblo dominicano.

 

Cuando se refirió a Miguel Vargas, Maríñez no dijo absolutamente nada que no sepan los dominicanos, especialmente los opositores al presidente del PRD. Porque regatearle calidad moral a un dirigente que ha hecho exactamente lo que a sus opositores les gustaría hacer -pero que no han tenido la oportunidad o el tesón para logarlo- es un acto de amargura suprema; y sabemos que la amargura es una muy mala acompañante del alma.

 

Personalmente, siento gran preocupación por la actitud de los “parciales” cuando se trata de evaluar la herencia que nos han dejado Juan Bosch y Peña Gómez. Y creo que tal vez sea muy temprano para abrir un debate que ineludiblemente habremos de confrontar -con todas sus implicaciones y consecuencias- en un futuro no lejano.

 

Maríñez solo apuntó -adivino que sin proponerse crear debate- a la diana del razonamiento lógico y las reacciones no se han hecho esperar. Lo que si supongo, es que los llamados “boschistas” de barricada, los hipócritas que hablan de don Juan como si él fuera un animal de galaxia, estarán dispuestos a discutir desde ahora los aciertos y errores del Maestro, sin que se les hunda la canoa de la moralidad.

 

En una vulgar competencia de fervor, terminamos haciendo un semi-dios de quien siempre fue un grande y valeroso hombre y que probablemente hizo hasta lo imposible porque siempre recordáramos su condición de simple mortal.(*)

 

Ya al final de esta primera entrega, quiero dejar constancia de mi preocupación por el servilismo trivial que arropa a buena parte de nuestros “opinadores” políticos, que quieren hacer de Juan Bosch y Peña Gómez, lo mismo que han hecho con el Patricio, que de tanto amarlo, terminamos convirtiéndolo en el monje que nunca fue.

 

De José Francisco, hablaremos en la siguiente oportunidad.

 

¡Vivimos, seguiremos disparando!

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