El patriotismo económico
En un mundo caracterizado por la globalización económica, la expansión de los mercados y la libre circulación de capitales y mercancías ha surgido un concepto interesante, pero poco utilizado, incluso por los economistas: me refiero al patriotismo económico. ¿En qué consiste el patriotismo económico? Simplemente evitar que sectores estratégicos de la economía de un país (electricidad, banca comercial, telecomunicaciones, gas, etc.) pasen a manos foráneas para evitar así la pérdida de control sobre estas actividades fundamentales. Algunos expertos critican este concepto, que no aparece en los modernos manuales de economía, en razón de que prevalece el criterio político. Por tanto, se estima que el patriotismo económico conduce a empresas mal gestionadas o administradas, toda vez que se suprime la competencia como motor de innovación de la economía.
Más claramente, al promover el patriotismo económico el interés nacional, al considerar que los sectores estratégicos deben estar bajo el dominio del Estado o empresas nacionales, se excluyen criterios económicos para abrirle así el camino a consideraciones políticas. En Europa se han visto casos de grandes corporaciones que, ante la posibilidad de ser adquiridas por otras de nacionalidad distinta, han optado por fusionarse con otras de su mismo entorno o, por el contrario, se han erigido toda clase de impedimentos para evitar que pasen a manos de capital extranjero. Es el caso del Gobierno francés que propició la fusión de las empresas energéticas Gaz de France y Suez para que no fueran adquiridas por otra de capital italiano. Lo mismo ha sucedido en diversos casos como, por ejemplo, cuando el Gobierno italiano impidió que la Banca Nazionale del Lavoro pasará al Banco Bilbao Vizcaya (BBVA), de capital español.
Los gobiernos europeos han organizado campañas nacionalistas para que compañías nacionales no sean controladas por otras de capital extranjero, lo cual constituye una verdadera oposición a los principios de la liberalización económica. Lo mismo ocurrió en los Estados Unidos, firme abanderado por excelencia del libre comercio, cuando decidieron que era “de alto riesgo para los intereses nacionales” la oferta de una petrolera química china CNOOC para adquirir la estadounidense UNOCAL. Esto viene a colación luego de que el presidente Abinader comunicó que China no puede tener inversiones en puertos, telecomunicaciones y aeropuertos en nuestro país. En vista de que son sectores estratégicos, conectados la seguridad interior del Estado, se le puso freno a los propósitos de expansión del gigante asiático en la región del Caribe.
Ese golpe de timón en la política exterior, como ha sido calificado por la prensa dominicana, constituye una iniciativa inteligente del actual mandatario, al ratificar que los Estados Unidos es el principal socio comercial de la República Dominicana. En efecto, por razones geopolíticas y dada la tradición de intercambio comercial con el coloso del Norte, se trazó un límite necesario a las pretensiones imperialistas de un país que estableció relaciones diplomáticas oficiales con el nuestro en un contexto opaco, sorpresivo y desagradable. Como bien ha señalado el actual mandatario, las inversiones chinas son bienvenidas con la condición de que no incursionen en zonas estratégicas de la economía nacional, pues se debe proceder con cautela al tratarse de un país con el cual apenas se han iniciado relaciones.
Probablemente no cabe en este caso el concepto de patriotismo económico, puesto que, al fijarle límites a China en sus pretendidas inversiones en el país, no necesariamente se está protegiendo el capital local, nacional, sino estableciendo reglas de juego claras en lo referente a las áreas en las que no podrían destinarse recursos. Pero no cabe la menor duda que fue en este concepto que se inspiraron los asesores económicos del presidente Abinader para trazar una necesaria demarcación en el ámbito económico y, además, para recalcar que con los Estados Unidos no solamente existen compromisos económicos importantes, sino también valores comunes en cuanto al sistema democrático. Cabe reseñar que los chinos, a diferencia de la mayoría de los países que tienen una economía de mercado, no comulgan con los valores de la democracia representativa en el terreno político; si bien han asumido en lo económico algunas reglas del modelo capitalista, no obstante preservan una dictadura de partido en la esfera política.
Se trata de un sistema sui generis que ha sido objeto de múltiples consideraciones por analistas políticos, sociólogos y economistas que lo perciben como un modelo ecléctico, una simbiosis entre la economía de mercado y el socialismo planificador. Los chinos no tienen un sistema de derechos humanos, sino una comisión asiática que los promueve. puesto que su cultura no les permite asimilar en toda su plenitud el esquema occidental. En ese sentido, no cabe la menor duda que nos encontramos más identificados en términos de valores comunes con los países de nuestra región que con aquellos de cultura diametralmente distinta. Esa es la razón por la cual el mandatario definió las áreas de inversión, tomando como marco de referencia el denominado patriotismo económico, que rechaza las adquisiciones o intromisiones de grupos extranjeros en sectores estratégicos de la economía del país.
JPM
dr. de donde usted saca ese disparate, de que los chino no pueden asimilar muestras cultura. si sus capitales están invertidos en las potencias occidentales, defiendalo, sin apoyarse en la mentira.
media verdades
dr,, si un gobierno ×, lo hace,, patriotismo financiero el pasa lo mismo,, que.. sea los gobierno que an tuvado o quitado por tener patriotismo economico el ****..