¿El partido importa?
Antes de que el partido político naciera formalmente, en el año 1832, ya estaba siendo atacado, sin éxito, por los implacables enemigos de la facción, su antecesora, de la que heredó una mala fama que lo ha perseguido hasta la actualidad.
En ese sentido, Maurice Duverger sostiene que aunque no es la misma cosa, “se llama, igualmente, partidos a las facciones que dividían a las repúblicas antiguas, a los clanes que se agrupaban alrededor de un condotiero en la Italia del Renacimiento, a los clubes donde se reunían los diputados de las asambleas revolucionarias, a los comités que preparaban las elecciones censitarias de las monarquías constitucionales, así como a las vastas organizaciones populares que enmarcan a la opinión pública en la democracia moderna”.
Sin embargo, la definición más reconocida del partido político es la de Max Weber, quien lo describió de la manera siguiente: “Es una asociación dirigida a un fin deliberado, ya sea este objetivo como la realización de un programa que tiene finalidades materiales o ideales, sea personal, es decir tendiente a obtener beneficios, poder y honor para los jefes y seguidores, o si no tendiente a todos estos fines al mismo tiempo”.
Refiriéndose a esta definición, en el Diccionario de Política de Norberto Bobbio, Anna Oppo señala que pone de relieve el carácter asociativo del partido, la naturaleza de su accionar, que se dirige esencialmente a la conquista del poder político dentro de una comunidad, agregando, en términos generales, que el nacimiento y el desarrollo de los partidos está vinculado al problema de la participación, es decir al progresivo aumento de la demanda de participar en el proceso de formación de las decisiones políticas por parte de las clases y extractos diversos de la sociedad.
Nadie les ha respondido de una manera más contundente a los enemigos de los partidos políticos que Hans Kelsen, el más influyente jurista del siglo XX, quien les advirtió lo siguiente: «Sólo por ofuscación o dolo puede sostenerse la posibilidad de la democracia sin partidos políticos. La democracia, necesaria e inevitablemente, requiere un Estado de partidos».
Una muestra de la irrebatible frase que antecede, se encuentra en los fines esenciales de los partidos políticos, contemplados en el artículo 216 de la Constitución de la República, que son: 1) Garantizar la participación de ciudadanos y ciudadanas en los procesos políticos que contribuyan al fortalecimiento de la democracia; 2) Contribuir, en igualdad de condiciones, a la manifestación de la voluntad ciudadana, respetando el pluralismo político mediante la propuesta de candidaturas a los cargos de elección popular; y 3) Servir al interés nacional, al bienestar colectivo y al desarrollo integral de la sociedad dominicana. ¿Cuál otra entidad, que no sea el partido político, puede concretizar estos elementos esenciales de la democracia? Ninguna.
Tan indispensable es el partido político que, con el objetivo de tratar inútilmente de legitimar sus regímenes antidemocráticos, hasta los gobiernos autoritarios han tenido que recurrir al mismo.
Como se ha podido apreciar, el partido es indispensable, tanto en el poder, dirigiendo el Estado a través de sus dirigentes y militantes, como en la oposición, desarrollando actividad tanto de control y de dirección, como de propuesta y de crítica.
Por lo tanto, el partido siempre importa.
JPM
excellente. arti****…atencion..
gracias dr. eddy, por su aclaración sobre la necesidad del partido. aunque hay mucho que lo saben, hay demasiado que lo niegan.