El orfeón hizo la fiesta

imagen
EL AUTOR es abogado. Reside en Santiago de los Caballeros.

Asistí a aquella hermosa y emotiva conmemoración del matutino La Información en la feliz ocasión de cumplir sus cien años, cuyo centenario tuvo como marco musical grandioso la reputada gala del Orfeón de Santiago de los Caballeros. La función me transportó tiernamente en una fastuosa e imaginaria barcaza tripulada por dioses protectores de la música de diferentes mitologías.

 

Cuántas voces cadenciosas se oyeron cantar en aquella sala preparada como si se fuese a recibir en el Gran Teatro del Cibao la actuación coral cantando Paz y fraternidad escrita con pluma de oro y sostenida con la soberbia empuñadura del compositor italiano Pedro Césari, aquel genio cuyo violín al tocarlo hacía soñar las ninfas marinas recostada en los hombros de Poseidón.

 

En aquel escenario de dioses y diosas cantoras nada ni nadie se atrevieron a aventurarse detener aquellos hermosos aires, ni siquiera el aliento de una Carlota de Bélgica, emperatriz de México, se hubiera oído si se hubiese cantado en aquel bello momento la canción La paloma, tenida como su favorita por su sublimidad y cromatismo musical.

 

En aquella actuación del Orfeón no hubo interludio. El entusiasmo del público no lo hubiese permitido, todo para que el encanto lírico de la noche no se interrumpiera y las pasiones de los corazones prosiguieran sus vuelos  libres por el firmamento de la música y el bello canto del ruiseñor simbolizado en aquellas voces hermosas de un coro que ha iluminado a Santiago de los Caballeros con su grandiosa afinación.

 

Todos los presentes en el teatro al oír aquellas voces entonar una lista de primorosas canciones se parecían a aquellos viajeros a la ciudad imperial que iban a admirar el espléndido palacio del Emperador y el jardín, pero en cuanto oían al ruiseñor exclamaban: ¡Esto es lo mejor de todo!

 

Antes de comenzar los festejos del centenario del matutino La Información y el Orfeón preparaba su dulce actuación cayeron lluvias de palabras orientadoras emanadas de Ramón Benito de la Rosa y Carpio, arzobispo emérito de Santiago, las cuales, por lo ceremonioso de las mismas, contribuyeron a darle un matiz conceptualmente universalista respecto a los demás interesantes discursos que le antecedieron.

La voz suave y amena de una mujer como doña Ingrid González de Rodríguez, sin duda la primera mujer con decisión, don de mando y ejecutorias en la historia centenaria de un periódico como La Información, quien similar a aquella Berenice, del pueblo de Cirene, de la época helenística, período que vio surgir grandes figuras femeninas, disertó con la sensibilidad de una mujer atraída y envuelta como en un hechizo, por todo lo que significa una centuria con experiencia ganadas del más alto y noble sentir del periodismo en toda la historia.

 

En aquella ceremonia sentí la superior armonía mirando y escuchando la participación del Orfeón de Santiago y su director emblemático y sacerdote católico César Augusto Hilario, con su batuta de oro sujetada con la firmeza de un Gustav Mahler, afamado compositor y exdirector del Conservatorio de Viena, del Metropolitan Opera House y de la Orquesta Sinfónica de Nueva York.

 

No podía ser mayor ni mejor la selección del Orfeón para tan apoteósica ocasión, pues este coro ha dado nobles testimonios de la valía de sus sacrificios y consagración para que los santiagueros y el país sientan en su alma la grandeza que es contar con un grupo coral con la preparación y disposición que hace de Santiago lo que en Viena llegó a ser considerado en tiempo de Maximiliano I el coro de los Niños Cantores.

 

Además de los aplausos delirantes que arrancó el centenario del matutino La Información aquel dieciséis de noviembre, los cuales hicieron tronar justicieramente los muros sacrosantos del Gran Teatro del Cibao en reconocimiento a los aportes intelectuales y periodísticos de este memorable rotativo, acontecimiento que, sin lugar a dudas, vistió de elegante prenda, de preciosos zafiros y de honor la prensa nacional.

 

De una u otra forma estuvo representada la sociedad empresarial de Santiago de los Caballeros, sobre todo, la de la segunda o tercera generación de la postmodernidad, pues los pilares de la primera, como es obvio, se marcharon como naturalmente se marchan los hombres sobre la faz de la Tierra. De haber estado presentes aquella raíz, ejemplos de trabajo, tenacidad y sacrificios en tiempos difíciles, los saludos serían libérrimos o francos.

 

Si Trujillo no hubiese aparecido en el camino ese empresariado infatigable hubiese llegado más lejos que donde quedaron. Pero más lejos aún llegaría aquella élite intelectual si la sombra del trujillismo no cae sobre ella.

 

Además, observé desde el ángulo libre donde me coloqué la llamada colectividad culta de Santiago, demarcada de aquella clase social empresarial que se entrecruzan resabios eventuales que quedarían de la llamada comunidad ilustrada que probablemente tomó el camino del título de aquella película “Lo que el viento se llevó”, ataviadas apropiadamente para celebrar el centenario memorable de La Información.

 

Empero, fue notoria la hipocresía social, como si se tratara de una mojigatería dinástica, enseñando sus flecos y las pretensiones mendaces de una aristocracia culta que perdió su figura en la batalla entre el gran capital y la mediocridad intelectual. Oh, gran Pío Baroja, emancípeme usted de una vida mediocre.

 

Mientras el periódico La Información me lo permita seguiré escribiendo ensayos y literatura en sus páginas augustas y como el poeta José Vasconcelos yo diría lo mismo, que la cultura engendra progreso y sin ella no cabe exigir de los pueblos ninguna conducta moral.

 

Con este trabajo pretendo rendirle un homenaje sincero, como son todos mis actos, al matutino La Información, al prestigioso y excelente Orfeón, exquisita agrupación musical de voces angélicas y, sobre todo, a aquella estirpe de líderes emprendedores que se distinguieron por su alto sentido de dignidad y de trabajo constituyéndose así en propulsores y pilares del desarrollo industrial y socioeconómico que todos ellos soñaron para nuestra nación.

 

Con este homenaje tridimensional y tan justamente merecido me permito la licencia de concluir con la acertada tripleta ofrecida por el padre Hilario, quien le agregó al excelente ambiente musical de la noche sus acostumbradas ocurrencias llena de un fino humor invitando a todos los presentes a que jugaran el 100, el 43 y el 53, como números favoritos para un pueblo jugador.

Compártelo en tus redes:
ALMOMENTO.NET publica los artículos de opinión sin hacerles correcciones de redacción. Se reserva el derecho de rechazar los que estén mal redactados, con errores de sintaxis o faltas ortográficas.
0 0 votos
Article Rating
Suscribir
Notificar a
guest
0 Comments
Comentarios en linea
Ver todos los comentarios