El legado político de los regímenes autoritarios

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EL AUTOR es abogado y analista político, reside en Washington D.C.

Por: RAMÓN REVI

 

 

Debido a la ausencia de una Constitución, el primer Gobierno surgido tras la gesta independista del 27 de febrero del año 1844, tuvo un carácter provisional. Al no existir a su vez consenso sobre quien debía presidirlo, el mismo fue tripartito y se le llamó “Junta Central Gubernativa”. Lo presidieron en el citado año de 1844; desde el 27 de febrero al primero de marzo, Francisco del Rosario Sánchez, del primero de marzo al 9 de julio, Tomás Bobadilla y desde el 12 de julio al 14 de noviembre, Pedro Santana.

 

Previo a nacer la etapa de nuestra historia conocida como la “Primera República” y de surgir formalmente los primeros partidos políticos dominicanos, los cuales aparecerían luego de promulgada la Constitución del 6 de noviembre de 1844 o Constitución de San Cristóbal, se había sembrado en aquel Gobierno provisional del General Santana, la semilla del autoritarismo. Con la inclusión en aquella Constitución del  infame artículo 210. Los textos de historia recogen el grave error de los criollos de la época; de elegir como “Primer Presidente Constitucional” de la República a un hatero de pensamiento conservador y autoritario, en vez de un Trinitario Liberal-Progresista.

 

Solo dos partidos surgieron durante la Primera República: el Partido Azul, cuyos integrantes eran los Trinitarios, de  pensamiento liberal y el Partido Rojo, de línea conservadora; estos últimos tenían como principal líder o cabeza visible al rico terrateniente de la región Este, el General Pedro Santana. En la Segunda República, aparecen los partidos Verde o Unionistas, Progresistas-Jimenistas o Bolos, Nacional-horacistas o Coludos; y se produce el primer Gobierno de Ulises Heureaux (Lilís). Para la Tercera República, se crea  el Partido Dominicano o de la palmita, que llevaría por más de 30 años al poder a Rafael Leónidas Trujillo.

 

Ya para la Cuarta República surgen los Partidos: Revolucionario Dominicano (PRD) año 1939, Reformista (PRSC) año de 1961 y de la Liberación Dominicana (PLD) año de 1973. De los desprendimientos de estos partidos -llamados eufemísticamente mayoritarios- nacen salvo algunas excepciones, todas las agrupaciones políticas con que cuenta el actual sistema de partidos. Refiriéndose a las desviaciones de la clase política de su época, el profesor Juan Bosch dijo en una oportunidad que “los políticos dominicanos no venimos de marte”. En franca alusión -diríamos nosotros- al legado político de aquellas primeras etapas de nuestra historia republicana; donde surgieron ciertas figuras que gobernarían la nación, abrazados al autoritarismo y el peculado.

 

De la lectura anterior se puede colegir sin la menor dificultad, cual es la verdadera procedencia de las innumerables inconductas; de los también eufemísticamente llamados partidos tradicionales dominicanos. Sin lugar a dudas, esas deformaciones son el producto de la herencia fatídica de algunas acciones históricas; que lamentablemente continúan gravitando de manera impenitente en la institucionalidad de nuestro sistema de partidos. Me refiero al ascenso al poder de tres militares y políticos; los cuales demostraron en su forma de gobernar, una praxis política bastante desdeñable, estos fueron: Pedro Santana, Ulises Heureaux (Lilís) y Rafael Leónidas Trujillo Valdez.

Con el ajusticiamiento del “ultimo de los tiranos” el día 30 de mayo de 1961, entendíamos se había execrado de la sociedad dominicana aquella vocación autoritaria. No obstante, algunos síntomas infieren que la semilla sembrada por Santana con su exclusivo articulo 210, podría germinar de manera inesperada en cualquier momento. Una vacuna efectiva para que esto no llegue a ocurrir, la tenemos en el respeto a la Constitución, las leyes vigentes y en la existencia de un real régimen de consecuencias para quienes no acaten estas normas. Para que una sociedad pueda vivir y progresar en democracia; deben existir reglas de juego claras y sobre todo que se respeten. Lo propio para las organizaciones políticas, las cuales -sin discusión- son la piedra angular de los sistemas democráticos.

 

Hablando del presente, observamos con suma atención las discusiones entorno a los anteproyectos de leyes de Partidos Políticos y de Régimen Electoral. Las citadas leyes llevan más de una década de estudio en las Cámaras de Diputados y Senadores; sin que a la fecha se haya podido lograr su aprobación. Se tiene la certeza, de que estas leyes contribuirán de manera significativa en devolver la confiabilidad a nuestro sistema de partidos. De ahí que la sociedad espera sensatez, en los que tienen en sus manos solucionar tan importante asunto. Por lo que me permito hacer una advertencia a nuestra clase política y legisladores; estos deben tomar en cuenta que en estos momentos no tenemos árbitros confiables, en prácticamente ningún partido político del sistema.

 

Un dato alentador. Según los integrantes de la mesa donde se discuten las citadas leyes, se esta de  acuerdo en casi todos los articulados de ambos anteproyectos. Sin embargo, estas conversaciones siguen estancadas en dos únicos puntos: a). Si las Primarias de los partidos se deben  realizar en diferentes días o son simultaneas, y b). Si se elige en esas Primarias con Padrón Abierto o Cerrado. La presente situación mantiene en vilo a toda una sociedad, ante la realidad de que tenemos un sistema de partidos políticos en franco deterioro. Curiosamente, quienes serían más perjudicados (los políticos), en caso de que este llegará a colapsar; se mantienen imperturbables en su área de confort.

 

Resulta insólito, que mientras su credibilidad sigue en caída libre, algunos políticos dominicanos se dedican a buscar la repuesta a la famosa pregunta de cual fue primero; la gallina o el huevo. Llevamos más de dos décadas, enfrascados en esta discusión estéril sobre Primarias y Padrón; ofreciendo a la sociedad, un espectáculo desde cualquier punto de vista cuestionable. Lo cierto es que todos estos años, en estas discusiones se ha obviado con toda intencionalidad y temeridad; más de un  articulado de nuestra Carta Magna y de jurisprudencias que hablan de manera precisa y objetiva, de la inadmisibilidad de obligar a elegir los candidatos de los partidos políticos, en Primarias simultaneas con Padrón abierto; a menos que las propias organizaciones lo decidan.

 

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