El honor del general Alcántara
La primera vez que vi al general José María Alcántara fue en el mes de septiembre de 1961. Iba acompañado del Teniente general José (Petán) Arismendi Trujillo Molina. Huéspedes en Loma de Cabrera del empresario Manicero Rafael Abel, andaban “haciendo política” por la continuidad de la “Era” del fenecido “Benefactor y padre de la Patria Nueva”. Tenía fama de hombre de “horca y cuchillo”, adornado con las crueldades de su paso por El Sisal de Azua, campo de concentración donde confinaban a los “enemigos del jefe”, pero en el momento en que el general Alcántara se apersonó junto a Rafael Abel a la “tienda La Altagracia” a invitar a mi padre Félix Espinal a una reunión con Petán Trujillo, Alcántara figuraba “recomendado” por el general Ranfis Trujillo para que le sustituyera en Secretaria de las Fuerzas Armadas, ante un eventual retiro suyo de la vida política nacional. En unas declaraciones ofrecidas a la prensa internacional, Ranfis respondió ante las presiones para que abandone la jefatura militar, “Yo podía renunciar si conviene al interés nacional, y ser sustituido por generales meritorios como José María Alcántara o Arturo Espaillat”. (propuesta sangrienta). Después de estas declaraciones se comentaba que el hijo mayor del tirano preparaba maletas para abandonar el país en cualquier momento, como sucedió en noviembre de 1961. MOVIMIENTO POLITICO Precisamente, la presencia de Petán Trujillo en la frontera, se debía a la imperiosa necesidad de organizar un movimiento político para llenar el vacío de poder que dejaría Ranfis. De eso se habló en la residencia de Rafael Abel, allí asistieron un grupo selecto de hombres de negocios y militares de confianza, se dijo que “Trujillo no había muerto y que la mayoría del pueblo dominicano “es trujillista” y que la familia seguiría en el poder. Se comentó “Petan es el hombre”. Después de esa importante reunión repetida en los municipios de la línea noroeste, el general Alcántara reforzó su vigilancia en torno a los “elementos disociadores a la memoria del generalísimo Trujillo”, reuniendo los jefes de puestos y destacamentos militares instruyéndolos a “mantener en cintura” a los provocadores, aumentando el caliezaje en las esquinas. VOLANTES Por esos días se distribuyeron unos volantes en la sombra de la noche, exhortando a la población “a luchar contra la continuación de la dictadura Ranfis Balaguer” “Libertad, libertad, que se vayan los Trujillos. “De inmediato al capitán Melido Marte ordenó recoger los sospechosos de este “atentado contra el gobierno legalmente constituido”. Así me la cantó en mis narices acusándome de “elemento subversivo” debido a que lo vieron regando estos volantes. Lo negué enfáticamente, “eso es mentira”, negamos los cinco detenidos. Sin apelaciones nos montaron en una camioneta y nos llevaron a Dajabon ante el general Alcántara, la imagen causa espanto, alto fornido, blanco colorao, ojos verdes chispeantes, calva reluciente, con el volante en las manos dijo “son ustedes partía de como m. los que piensan derrocar al general Trujillo hijo, nosotros tenemos el poder, los cuartos y las armas. ¿Con qué piensan ustedes enfrentarnos” y continuó lanzando insultos, luego personificó su cuestionamiento con el estudiante de término del bachillerato santiagués Simón Bolívar Santos, (Mon) acusándolo de traer los volantes de Santiago, “aquí no hay imprenta esos volantes lo trajiste tú,” dime coño con que ustedes van a derrocar al general Trujillo Hijo? Alcántara extendió sus manos persiguiendo el cuello de Simón Bolívar, como si lo fuera ahorcar y le repetía ¿dime coño con que van a enfrentar la guardia?. ¡Dime!, responde ¡buen pendejo! Y como si el demonio se le metiera en la cabeza, Mon respondió: con las armas que no va a enviar Fidel Castro para matarlos a todos ustedes trujillista del diablo que nos tienen hartos “, explotó Mon con lágrimas en los ojos. Se impuso un silencio sepulcral nosotros nos miramos con la señal de nos jodimos, ¡Ni Dios nos salva!, mientras cambiaba el rostro sombrío del general. Alcántara se puso, de pies, caminó unos pasos y eructó como un ogro grrrr, y luego salió de su despacho al cuarto contiguo donde estaban nuestros padres y llamó a Candito Santos, el papá de Mon, chofer de la Línea Sued, la guagua que transportaba los guardias y sus familiares de Santiago a Villa Anacaona, un servicio social de Trujillo a la Guardia. Alcántara se dirigió a Candito con todo respeto, diciéndole. “Candito lo que este muchacho me ha dicho a mí, no me lo ha dicho ningún hombre, cójalo y lléveselo que no lo quiero volver a ver en mi vida. Se lo entrego porque usted se ha pasado su vida sirviéndole a la Guardia y al jefe; pero le aseguro que si se me vuelve atravesar en el camino, le pediré cuenta a usted, porque el “nacío” se saca de raíz. Don cándido se llevó a Mon y nosotros nos quedamos en nuestros asientos esperando….y el general ordenó con voz firme ¡lárguense comunistas del diablo! De retorno a mi hogar en Loma de Cabrera, comenté con mi papá Félix Espinal el milagro de salvarnos de las garras del general Alcántara. Y papá me respondió, “esos guardias son asesinos, pero guardan un límite de respetar el honor de los amigos y Alcántara no podía matar a un hijo de un chofer como candito que tiene tantos años transportando la Guardia. Papá tuvo razón, fue un gesto de honor del general Alcántara.