El gobierno que no soñé jamás

 

 

Los gobiernos son como los sueños, comienzan preñados de promesas y con el transcurrir del tiempo se convierten en pesadilla, barriéndolo todo, sin tirar la basura al vertedero, llegando a incurrir en lo funesto e inoperante del sistema, hasta convertirlo en un festín del que sale remunerado hasta el menos cultivado de sabiduría, o sea, solo hay que ser alabardero, defender los intereses malsanos y los malos manejos de la administración pública.

 

En contraposición con el mensaje de las aves de rapiña, que cazan para alimentarse de la carne de sus presas, el gobierno que no soñé jamás, está acicalado por aves rapaces falconiformes, con garras de gran tamaño y pico afilado que domina todas las especies a base de mentiras convertidas en verdades, para engañar y enrostrarle a la oposición el desgarre y perdida del concepto de gobernabilidad.

 

La gran pesadilla que posa en el umbral de la desgracia política está aposentada en el gobierno que no soñé jamás, prohijado con la virtud de ser disfuncional y compuesto por adeptos con mala conducta que abusan del poder, permiten que el país sea invadido, se roban las pertenecías del estado, reciben sobornos, apoyan la delincuencia, violan los derechos individuales; y en fin, son cómplices de todas las inconductas procesales.

 

Los componentes del gobierno que no soñé jamás, escudriñan, merodean, fabrican expedientes, aumentan los impuestos, subvaloran presupuestos de proyectos, defienden narcotraficantes, apuestan al desarrollo del analfabetismo, promueven el subdesarrollo, cabildean, inventan leyes para favorecerse, sobornan periodistas y comunicadores, crean empresas publicitarias, venden su moral a los impostores, compran conciencia, aumentan los impuestos, se aumentan los salarios y siempre se inventan estrategias para socavar la dignidad humana.

 

El tiempo me concedió la razón cuando soñando despierto, atormentado por el torbellino de la corrupción en América Latina, me levante del letargo imperfecto de la pesadumbre que atormentaba mi sexto sentido y dije “la cabeza que no piensa nunca podrá digerir las ideas”. La sinrazón del gobierno que no soñé jamás, es impermeable, no permite que su entorno sea menguado por las críticas y sustituido por la moral.

 

Me detengo, tanteo, busco y rebusco, trato de descubrir un punto positivo del gobierno que no soñé jamás, para colocarlo en el paredón de lo subliminal, pero cuando abro la cerradura y trato de hurgar en el closet no encuentro un solo registro que favorezca al estado y lo saque del torbellino descomunal de la corrupción.

“El gobierno que no soñé jamás” ha sentado las bases para promover la incapacidad y el tráfico de influencia,  convirtiendo el presupuesto de la nación en una carga bastante pesada que todos los años se dispara y los problemas de las instituciones son cada vez mas pesarosos, porque las partidas destinadas para tales fines se disuelven antes de llegar a su destino.

 

“Abusar del poder es mancillar la dignidad del Estado», el gobierno que no soñé jamás, incumplió todas las promesas que formuló a cuenta gotas en el salón de la Asamblea Nacional, con las cuales el país saldría del abandono, pero se quedaron escritas, durmiendo el sueño eterno en los archivos del Palacio Nacional.

“No prediques con palabras lo que no puedes cumplir con los hechos”.

mbaezjj@gmail.com

JPM

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