El ejercicio de la insolencia
Durante muchos años, hemos consentido que ciertos extranjeros nos humillen. Hemos permitido que irrespeten a los poderes del Estado. Que se burlen de las autoridades. Que ultrajen la honra y el honor de nuestros patricios, que quemen públicamente nuestra bandera, que manipulen nuestras creencias religiosas, para ponerla al servicio de la destrucción de la nación. Y, como si todo lo anterior no fuera suficiente humillación, hemos aceptado que insulten nuestra inteligencia.
Ningún país del mundo ha padecido tan desgarradoramente semejante ejercicio de la insolencia.
Hace pocos días, el Alto Comisionado para las Naciones Unidas (ACNUR) en nuestro país, nos reveló que ese organismo se empleará a fondo para la destruir la Sentencia 168/13 emitida por un poder del Estado. Don Gonzalo Vargas Llosa, el arrogante funcionario internacional, se atribuye el derecho de sustituir a un poder del Estado dominicano:
Quiero reafirmar el compromiso del ACNUR y la Comunidad Internacional para hacer todo lo posible para ayudar a Juliana Deguis Pierre y a los otros miles de afectados por la Sentencia del TC a recuperar lo que siempre fue suyo ( HOY, 24/4/14)
¿En nombre de qué principio puede el ACNUR suprimir la soberanía nacional? ¿Quién le dijo a este señor que él puede desmantelar las leyes y la Constitución de nuestro país? El descaro del hijo solo pudo ser superado con la insolencia del padre, don Mario Vargas Llosa, quien tuvo la cachaza de pedirle al Papa Francisco que inhabilitara al Cardenal dominicano, Nicolás de Jesús López Rodríguez. En su delirios de grandeza, el plebeyo al que han convertido en marqués, les lanzó unas flores al Papa, unos elogios interesados, como hacen los buenos intrigantes para poder manipularlo, y lograr que se echara de la iglesia al cardenal dominicano al que ha llamado “cavernario”, entre otros insultos.
En ninguna circunstancia el señor Vargas Llosa podía aprobar un examen de cristiandad. Tampoco puede manipular las decisiones de una Iglesia en la que no cree, de la que abjura. En un artículo publicado en España acusó a las autoridades dominicanas de practicar el nazismo y la barbarie (“Los Parias del Caribe” 3/11/13, El País). Esas falsedades fueron divulgadas en más de cuarenta de lenguas del mundo. No recuerdo a nadie que haya insultado la dignidad de los dominicanos como lo ha hecho el señor Vargas Llosa, al que, sin embargo, se le han rendido todos los honores. Mantenido en la privanza de aquellos que, al parecer, carecen de amor propio. El daño moral que este sujeto le ha hecho a la imagen de la República Dominicana no tiene punto de comparación.
Al parecer, la concesión del premio Nobel le ha dado una patente de corso para insultar a los Presidentes de Venezuela, Bolivia, Brasil, Argentina, de Ecuador, para llamar cloacas a los periódicos peruanos que no comulgan con sus extravagancias, para injuriar al 48% de los peruanos que votaron a una opción distinta de la suya, y para despacharse con una montaña de insultos contra la República Dominicana. Aunque se vista de seda, tenga título de Marqués, nació plebeyo, y plebeyo se queda.
Compite con este par de insolentes, y sin duda le aventaja en petulancia, el sacerdote diocesano Christopher Hartley Sartorius, nieto de los Condes de San Luis, sobrino del Marqués de Nariño y, por lo tanto, primo de la duquesa Isabel Sartorius Zorraquín, la novia eterna de don Felipe de Borbón y Grecia. Hijo, a su vez, de un gran empresario, fundador de las mermeladas Hartley y corredor de azúcares en el mercado londinense. Personaje narcisista, agresivo, desquiciado que se creía la reencarnación masculina de Madre Teresa de Calcuta. Y se propuso construirse una reputación de santo apoyado en la destrucción de nuestro país. Para montar su número, escogió ser el redentor de los haitianos radicados en los bateyes de San José de los Llanos (San Pedro de Macorís). Las bellaquerías que hizo este cura durante más de diez años pueden llenar un libro de aventuras. Maltrataba a la comandancia de la Policía de San Pedro de Macorís. Se convertía en abogado de auténticos y probados delincuentes. Empleaba a los haitianos como escudos humanos para labrarse fama y nombradía. Sus campañas internacionales le hicieron gastar millones de dólares al Consorcio Vicini, que trató inútilmente de parlamentar con esta fiera, haciéndole concesiones, y teniendo cada vez que terciar con nuevas exigencias. En una circunstancia humillante para el país, el señor Hartley, valiéndose de sus influencias familiares, logró que las Naciones Unidas, le enviara un contingente de soldados para su protección en San José de los Llanos. Un contingente militar extranjero dispuesto a batirse.
Cuando finalmente la Iglesia le retiró su apoyo para ponerle fin a sus diabluras en el 2006, lo sacó de la misión en República Dominicana, mandándolo a Etiopia, donde se hallaban los pobres de verdad, se empleo a fondo para boicotear las compras de azúcares dominicanos, solicitándole a Tate & Lyle la anulación de los contratos con República Dominicana, acusándonos de practicar la esclavitud. Nuestras embajadas en el extranjero sudaron tinta china para evitar que las maniobras de este depredador de reputaciones alcanzarán su objetivo. Posteriormente, se hizo acompañar de abogados temibles y la ONG que él dirige logró incoar una querella contra la República Dominicana para que fuese excluida del DR CAFTA por sus prácticas laborales. El Departamento de Estado y, particularmente, el Departamento de Trabajo, tras examinar el caso, dejaron sin efecto sus novelescas argumentaciones. De todos esos enredos, se hizo eco la prensa estadounidense.
Incansable como los locos, hizo una gran campaña en Canadá, Estados Unidos y Europa para desmantelar el turismo dominicano: exposiciones de fotografías en Francia; estreno en el 2007 de la película “ The prize of Sugar” del director Bill Harney, en la cual se narran sus heroicas proezas para hundir la imagen internacional de la República Dominicana, y saciar su personalidad megalómana. En ese recorrido promocionaba su biografía “Esclavos en el paraíso” y la película de su obra en República Dominicana, se remataba con peticiones a las grandes empresas para que no compraran los productos agrícolas procedentes de República Dominicana y a los turistas para que se abstuvieran de venir a un país esclavista. Al año siguiente, logró venir al país con un grupo de Congresistas estadounidenses con el objeto de propiciar una intervención internacional, una condena que disuelva la soberanía nacional.
Cosa curiosa, en los momentos en que estalla esta campaña contra el Consorcio Vicini, la proporción de trabajadores haitianos es una de la más baja en toda su historia. No sobrepasan las 12 mil personas, y se hallaban, desde luego, en mejores condiciones materiales que en su país de origen. La Cancillería tuvo que hacer de tripas corazón para evitar que las cosas fuesen a mayores.
¿Cómo hemos podido tolerar tanta insolencia?
La insolencia de las marionetas de la prensa y del Centro Bonó, quienes, con el apoyo de la USAID combaten la Constitución y las leyes, se dedican a amenazar al Gobierno con intervenciones internacionales. Que ya salieron los hombres del Caucus Negro. Que Venezuela cortará el petróleo si no entregan la ley en cuarenta y ocho horas. Que la Corte Interamericana nos condenará. Cosas siniestras. Campañas de miedo.
Insolencia peligrosa protagonizó el Padre jesuita Regino Martínez que estuvo a punto de provocar un incidente de incalculable proporciones en la frontera de Dajabón. Insolentes famosos fueron el padre belga Pierre Ruquoy y el cura haitiano Vigny Bellerive que declararon montañas de hijos haitianos, desafiaron a las autoridades, llevaron al país al banquillo de la Corte Interamericana, y, además, todas sus diabluras quedaron rotundamente impunes. ¡Son tantos los insolentes! Particularmente, la insolencia de algunas autoridades que se han propuesto traicionar la Constitución y las leyes del Estado.
En los manejos de la hipocresía y la insolencia, a Monseñor Thadeus Okolo, nuncio de su Santidad el Papa Francisco, hay que sacarle su comida aparte.
El embajador del Vaticano no oculta sus preferencias por la población inmigrante haitiana en el país. Preferencias raciales, étnicas, que le hacen abandonar los usos diplomáticos. Sus misas en creole, sus declaraciones públicas y sobre todo las privadas, nos lo retratan de cuerpo entero. De lejos, se le ve el plumero.
En sus funciones de decano del cuerpo diplomático convocó a todos los embajadores a un coctel con el Presidente Medina en enero de este año. En las invitaciones al solemne acto, el Nuncio excluyó al esposo del embajador de los Estados Unidos. Esto provocó que varios diplomáticos que habían notado la exclusión del cónyuge de su colega, y vaya colega, protestarán y manifestarán que en esas condiciones no asistirían al acto. Para ocultar su responsabilidad, y hacer que pague el primo, el Nuncio dijo que las leyes dominicanas le prohibían invitar al esposo del embajador.
¡Vaya intrigante este Okolo !
Según esto, las reclamaciones del cuerpo de embajadores deberían dirigirse, no al responsable de la exclusión, sino a las leyes dominicanas. El embajador de Estados Unidos, ya había sido recibido, en anteriores ocasiones por el Presidente Medina, acompañado de su media naranja, sin por ello se cayeran los altares. Cuando Okolo se vio atrapado, trató de traspasarle la responsabilidad de su acción a la Cancillería. Y proclama que los usos diplomáticos de la Cancillería le impedían tomar una decisión diferente. La Cancillería le responde que ese acto es de la exclusiva responsabilidad de la Nunciatura. Que no tiene vela en ese entierro.
Si quería manifestarle amistad al embajador estadounidense en público, empleando su risa sardónica, máscara de otros sentimientos menos nobles, y en privado, poniendo a otros a enterrarle la puñalada trapera, desaprobando su matrimonio, se les peló la quiniela.
Quien actúa con semejantes escrúpulos, que son los de María Gargajo, olvida la fama bien ganada de pederasta, cocainómano y borracho que tenía el nuncio que le precedió, el polaco Josef Wessoloski. Todavía no se ha enfriado el calor de sus sentaderas en nunciatura, y este señor en lugar de devolverle el prestigio a una nunciatura deshonrada por el comportamiento del nuncio anterior, se ha vuelto un pendenciero de los asuntos migratorios dominicanos. Se burla de los dominicanos que asisten a su misa, hablándole en otra lengua. Ha puesto oídos sordos a los reclamos de las víctimas de Wessoloski. Le ha dado largas a las peticiones de extradición de la Procuraduría para hacerles justicia a las numerosas víctimas del nuncio anterior, que, como tantos otros, ha usado la sotana y la casulla, para hacer un ejercicio de insolencia.