El DICAN: segunda parte, misma pelicula….

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EL AUTOR es abogado. Reside en Santo Domingo.

Por FRANCISCO URIBE

Dicen que las segundas partes son peores que las primeras, y en el caso del DICAN o Dicanazo, se ha repetido la misma historia, pero con actores diferentes.

Este año 2015 lo recibimos con la desagradable noticia de que dos fiscales adjuntos y una cantidad considerable de Oficiales Superiores, varios Oficiales Subalternos y Alistados de la Policía Nacional, adscritos a la Dirección Central Antinarcóticos de la citada Institución se constituyeron en una compañía de criminales, adjudicándose una cantidad indeterminada de drogas, las cuales presumiblemente la “pusieron a disposición en el mercado nacional”, por cuyo silencio se pagaron sumas millonarias, que según informaciones suministradas por la Comisión Ampliada que investigó este caso, determinaron que solo a una Raso le fueron regalados tres millones de pesos.

Para quienes no habían nacido, es bueno recordar que la razón por la cual se creó la Dirección Nacional de Control de Drogas fue precisamente por el descrédito de la cual gozaba el departamento antinarcóticos de la Policía, que por demás, producto de sus actividades ilícitas en el desempeño de sus funciones, su jefe, el coronel Aridio Descartes Pérez, P.N., y varios de sus subalternos terminaron en una fría cárcel, de esas mismas que bajo su mando llenó con más de una que otra persona, en su mayoría hijos de machepa. Esta situación activó la alarma de la ciudadanía que exigía cambios, sobretodo, porque sus miembros se dedicaron a la extorción, manejo, distribución, cuidado, cobro, consumo  y todos los delitos relacionados con el comercio de las drogas.

Es por esta razón que el Legislador evacúa la Ley 50-88, Sobre Drogas y Sustancias Controladas en la República Dominicana, la cual creó la Dirección Nacional de Control de Drogas, y además le atribuye Las labores de investigación y preparación para sometimiento a la justicia de aquellas personas físicas o morales violadoras de la presente Ley de Drogas y Sustancias Controladas de la República Dominicana, que operen tanto a nivel nacional como internacional, y también absorbe el Departamento de Drogas Narcóticas y Peligrosas de la Policía Nacional, pasa a ser una dependencia de esta Dirección Nacional de Control de Drogas, mediante sus artículos 10, letra c y artículo 12 respectivamente.

No obstante el fortalecimiento a través de la capacitación, cooperación internacional y constante “profilaxis” (de la cual se han jactado los diferentes incumbentes que han dirigido la DNCD), es normal ver en los medios de comunicación que Oficiales (de todos los rangos), alistados, civiles (y ahora en DICANAZO, dos fiscales), llamados a luchar contra este flagelo, se han pasado al lado del enemigo, todo con la única y malsana intención de apadrinar el nombre de un álbum de un rapero norteamericano: get rich or dying trying “ser ricos o morir en el intento”, a costa del daño que estas sustancias le infringen a la sociedad, no solo por su consumo y los daños al ser humano, sino por las heridas que deja en la sociedad.

En el 2008, el Consejo Superior Policial encabezado por el Secretario de Interior y Policía; el Procurador General y el Jefe de la Policía Nacional, crearon la  Dirección Central de Narcóticos de la Policía Nacional, cuya misión sería la de apoyar a la Dirección Nacional de Control de Drogas en la lucha contra el microtráfico en los barrios.

En ese mismo tenor, meses después con la designación de un Oficial General de la policía en el frente de la DNCD, se inició un proceso sistemático de policitación de la lucha contra el narcotráfico y en especial contra el microtráfico en los barrios pobres de la ciudad y el interior del país. Ahora tenemos dos instituciones con la misma misión, luchando entre sí: la DNCD por un lado y el DICAN por el otro; con los mismos procedimientos y actuaciones, siendo las principales las mismas que el desaparecido Departamento Antinarcoticos de la policía, que fueron mencionadas en párrafos anteriores: ponerle drogas para extorsionar ciudadanos, trabajar al servicio de narcotraficantes, distribuir drogas a vendedores, cobrar por sus servicios y en casos más graves, consumirlas, sin olvidar que supuestamente su función principal es la lucha contra el narcotráfico en todas sus manifestaciones.

Se ha abierto un debate en torno a las funciones del DICAN, y sobretodo, sobre su legalidad, al tenor de la Ley 50-88 y ahora, por el destape de este bochornoso escándalo que ha sacudido a las altas esferas del DICAN, el cual llegó a la palestra pública, no porque los organismos de inteligencia hayan estado haciendo su trabajo, incluyendo la propia DNCD., sino porque quienes dan la voz de alarma fueron miembros de la DEA en República Dominicana, con una campaña mediática. 

No obstante, tanto legisladores, políticos y abogados, descubren las triquiñuelas y diabluras que se cometían en la mencionada Dirección Antinarcóticos, como si fuera algo nuevo o algo que nunca ha pasado. Muchos ahora vienen a cuestionar la legalidad de esa dependencia, empero, en su momento nunca dijeron esta boca es mía, como si fuera una especia de mea culpa.

Si la primera parte no sirvió, como es el caso del Departamento de Drogas Narcóticas y Peligrosas de la Policía Nacional, por allá en los años 80, se podía esperar menos de la Dirección Central de Narcóticos de la Policía Nacional.

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