El día que el Procurador cerró La Información
A los estudiantes del país.
El día había amanecido en una aparente placidez. La gente circulaba por las calles del país sin mostrar ninguna inquietud espiritual. Para quienes no creían en el enigma de la pseudociencia de la astrología aquel hermoso día el astro sol irradiaba un deslumbrante color amarillo, como lo denomina el imaginario social, no obstante, no es este el verdadero color del planeta rey.
Aquellos que creen en los fenómenos astrológicos asociados con la realidad humana presagiaban que alguna irracionalidad o incorrección social podría abrirse paso inoportunamente por una de las fisuras encantadas del sol y cambiar aquella aparente quietud.
Sucedió durante el gobierno del general Horacio Vásquez Lajara que un órgano de prensa de provincia, como era y es actualmente La Información, manejado con suprema intelectualidad y madurez periodística por Rafael César Tolentino, publicó un trabajo en la página editorial calzado con la firma de un joven articulista cuya pluma descollaba fructífera como aquella espiga de tierra castellanas del soneto de don Joaquín Abad de una erudición extraordinaria, la cual vimos expresarse al correr de los años en obras literarias extraordinarias cuyos temas lograron penetrar las plazas más cultas y solemnes universales.
Fue acaso en los sacros fueros universitarios capitalinos donde germinaría la pureza de un debate intenso entre una especie de Platón (Joaquín Balaguer) con sus espuelas de adolescente despuntando soberbia y un Sócrates (Rafael Castro Rivera) trabado en la competencia de su toga como procurador de una República presumida y amparado en su eminente posición catedralicia.
Aquel estudiante aplicado en exceso al estudio y al razonamiento del derecho hubo de enfrentarse a temprana edad a un profesor excelso como lo fue el licenciado Jacinto R. de Castro discurriendo con sorprendente erudición y autoridad, refutó a aquel bisoño estudiante en medio de un examen.
La soberbia argumentación del osado estudiante santiagués levanto una polvareda pues se trataba de una crítica inusual hecho 3en un aula de un país subdesarrollado por un alumno isleño contradiciendo y tratando de robustecer con sorprendente elocuencia algunos puntos elaborados por el ilustre tratadista y profesor de la facultad de Derecho de Burdeos, Gabriel Baundry-Lacantenerie, en uno de sus textos más famosos y estudiados sobre la praxis de derecho civil.
El ilustre profesor De Castro, quien al decir del propio Balaguer en su obra «Memorias de un cortesano de la «Era de Trujillo», teniendo muy en alta estima y consideración la figura del jurisconsulto y catedrático, autor del texto «Précis de Droit civil» (1899), refutó los pareceres o criterio del joven estudiante Joaquín Balaguer sobre la responsabilidad delictual, cuyos juicios estuvieron hechos apegados de manera rigurosa al «texto oficial».
Más adelante, al final de su carrera, el periodista Joaquín Balaguer, en cuya responsabilidad estuvo la página literaria del periódico La Información, escribió un trabajo titulado «Mercaderes», publicado en la página editorial del matutino santiagués, en el cual criticaba acremente al Partido Nacional Evolucionista, del cual formaba parte el Lic. Jacinto R. de Castro y don Rafael Castro Rivera.
El editorial causó una gran conmoción en los predios del Partido Nacional Evolucionista en el Cibao, de cuya organización llegó a ser, al decir de Balaguer, líder regional don Manuel Batlle. Tan grande fue el sismo causado que el señor Batlle reprochó ardorosamente las opiniones y excelentes razonamientos difundidos en dicho artículo por Joaquín Balaguer.
Por fortuna la dirección del diario a la sazón estaba a cargo del gran orador y periodista santiagués de pluma castigada y hermosa, Rafael César Tolentino; este prorrumpió con un rayo en defensa del aguerrido articulista con la espada de su elocuencia periodística al licenciado y prestigioso profesor universitario Jacinto R. de Castro.
La fuerte combustión causada por aquel sustancioso editorial escrito por Balaguer casi puso en peligro la carrera de derecho de su autor. Además, al desbordarse las pasiones políticas, hizo que la furia abrasadora se derramara sobre una frágil hoja de papel oficial y fue bajo ese calor que el licenciado Rafael Castro Rivera, procurador de la República en el Gobierno de Vásquez, dispuso el cierre absurdo de los talleres de La Información.
No obstante, la pluma resuelta y punzante del joven periodista Balaguer no se hizo esperar frente a la desacertada disposición oficial y en otra nota editorial escribió con su pluma encendida y viril que la circular emitida por la Procuraduría General de la República de la época se hallaba «escrita en necio» (véase pág. 48 obra cit.).
Me parece que a Balaguer, en el caso del cierre de los talleres del periódico La Información, debió pasarle por su prodigiosa memoria aquella frase del ilustre escritor, poeta y político cubano José Martí que dice: «La prensa debe ser examen y la censura, nunca el odio ni la ira que no dejan espacio a la libre emisión de las ideas. Nunca se acepta lo que viene en forma de imposición injuriosa; se acepta lo que viene en forma de razonado consejo».
He querido referirme a este significativo hecho para tratar de transmitirles a los estudiantes de esta sociedad llamada postmoderna y muy dada a copiar y pegar, el valor que tiene la firme consagración a los estudios y, sobretodo, lo fructífero que resulta aprovechar el tiempo libre que se tenga en perseverar en la buena lectura de obras históricas y filosóficas, pues como dijo el escritor británico William Somerset Maugham: «Adquirir el hábito de la lectura es construirse un refugio contra casi todas las miserias de la vida».
El joven Balaguer pudo estremecer con su talento y su pluma portentosa tanto a sus profesores como a las augustas aulas universitarias porque aprendió a leer y condujo masa y no fue conducido, como expresara en una ocasión la escritora española Santa Teresa de Jesús.
Es mi mas fervoroso deseo al escribir este trabajo tratar de alentar en los estudiantes dominicanos el espíritu que impulsa arar sin perder el ritmo en el dulce terreno de una formación académica. Solo con este sacrificio y una firme constancia en la superación personal pueden repetirse conductas como la escenificada por Platón o como la de Balaguer disputando y demostrándole con sabia elevación teórica a sus profesores sus puntos de vista, como los reseñados en el caso del estudiante de Derecho santiagués que ha ocupado vivamente mi atención lo cual sirve de fundamento para formular esta sincera exhortación.
jpm