El desplome de los gobiernos populistas

Ya sea aplicado por la izquierda o la derecha, el populismo mesiánico y radical, o en cualquiera de sus manifestaciones, es una verdadera tragedia en todos los órdenes, para el diario vivir y el desarrollo armonioso de las naciones.

El populismo radical y mesiánico, cuyo vertiginoso auge vimos resurgir en la década de los 90, como ominosa mancha de aceite negro contaminante en el océano, conjuntamente con la no menos ominosa presencia en el escenario político mundial de la figura del fallecido líder mesiánico y dictador venezolano, Hugo Chávez, por quien fue comandado hasta su muerte, por fin está en franca decadencia.

El resurgimiento de ese fenómeno, que suele repetirse constantemente de ciclo en ciclo en el devenir histórico, fue altamente favorecido por un inusitado boom de los precios del petróleo y de otras materias primas fuertemente demandadas por todas la naciones y principalmente por las naciones desarrolladas y que generalmente son la base de sustento de la mayoría de las economías donde se establecieron los gobiernos populistas de izquierda que aun gobiernan esos países.

Pero el fenómeno de los altos precios ha desaparecido del escenario y la tendencia de estos en los últimos meses es hacia abajo. Siendo el petróleo el que más ha sufrido esa tendencia. Lo que ha agotado los recursos con los que financiaban esos gobiernos todo su aparataje clientelista que favorecía el auge de esa dañina y naturalmente, no recomendable tendencia política.

Una blanca nube de esperanzas asoma al horizonte, que presagia el fin de una era donde el surgimiento de gobiernos afines al funesto populismo destruye economías, violador de las libertades, fomentador del odio en la sociedad, la escases, la vagancia, el enfrentamiento, el despotismo, el autoritarismo, la corrupción, el nepotismo, las arbitrariedades, las confiscaciones, el descarado abuso de poder y muchas otras perversiones, era una tendencia que parecía imparable.

Vemos como la popularidad de los gobiernos de Venezuela, Argentina y Brasil están tocando fondo. En Venezuela Nicolás Maduro es repudiado por la mayoría de la población, situándose sus niveles de aceptación en menos de 15%. En Brasil el fenómeno se repite y la presidenta del gigantesco país goza de una precaria popularidad.

Pero lo que más nos llena de satisfacción es lo acontecido en las elecciones celebradas recientemente en Argentina, donde los resultados significaron una franca derrota para el populismo peronista, encarnado en la figura de Daniel Scioli, debido a que se esperaba que el peronismo derrotaría en una primera vuelta a los candidatos de la oposición, y su candidato solo pudo superar a Mauricio Macri, candidato de Cambiemos en solo 2.93% (37.08% contra 34.15%), por lo que habrá balotaje.

Los resultados de las elecciones del domingo 1ro de noviembre, sorprendieron a los analistas y a las encuestadoras porque nunca se imaginaron tales resultados y mucho menos la inusitada derrota del peronismo en la provincia de Buenos Aires, donde la politóloga y catedrática de la Universidad Católica Argentina y vicejefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, derrotó al peronista, jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, en la disputa por la gobernación de la otrora plaza del peronismo.

De manera que los sorprendentes resultados, obligan a una segunda vuelta, la que se llevará a cabo el próximos 22 de noviembre, lo que deja abierta la alta probabilidad de que Mauricio Macri triunfe en dicho proceso, con la ayuda de los demás grupos políticos con tendencia antikirchnerista que los respaldarían, por lo que el fin del populismo en Argentina, está a la vuelta de la esquina.

Los resultados electorales constituyeron una excelente noticia para los mercados que reaccionaron favorablemente, ya que la Bolsa porteña subió en un inusitado 7,7% y algunas acciones superaron el 30% de ganancias, con el indicador de riesgo país descendiendo más de 50 puntos, a menos de 500, por primera vez luego del 2011.

Son nuevos vientos que soplan, los que arrastrarán consigo algunas rémoras, limpiando el escenario para nuevos proyectos verdaderamente democráticos, que esperamos no nos defrauden y en verdad promuevan el despegue hacia la consolidación del desarrollo de esos pueblos hambrientos de decencia política, libertad, democracia y progreso.

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