El declive de la hegemonía estadounidense
Muchas personas, entre ellos políticos, expertos y el público en general aceptan la existencia de un relativo debilitamiento del poder, prestigio e influencia de Estados Unidos, lo cual es aceptado a regañadientes por los estadounidenses (no todos).
Immanuel Wallerstein, profesor de sociología de la Universidad de Yale y autor de, El moderno sistema mundial y El capitalismo histórico, considera que el expresidente estadounidense George Walker Bush precipitó el declive de la hegemonía de Estados Unidos. Otros plantean que el presidente Barack Hussein Obama comprendió la imposibilidad de reinstaurar esta hegemonía y se decidió por avanzar hacia un mundo bipolar.La verdadera cuestión es, ¿qué consecuencias tiene esta decadencia?
La primera es la manifiesta reducción de la capacidad que Estados Unidos tiene para controlar la situación mundial y, en particular, la pérdida de confianza en la conducta de Washington por parte de quienes fueron sus aliados más cercanos.
Para comprender esto hay que hurgar en las turbulencias sistémicas, las posibles mutaciones o el límite definitivo del capitalismo como sistema histórico, distinguiendo entre lo normal y lo excepcional. Siendo lo normal, el colapso del proceso especulativo que hemos vivido. Lo excepcional, la transición que venimos viviendo desde el sistema capitalista hacia otra posible formación sociohistórica. Esto parecería indicar que en un par de décadas podríamos estar viviendo en otro sistema no necesariamente el capitalista.
Con la crisis actual del capitalismo, converge una crisis estructural, un declive histórico del sistema. Es en eso que se distingue la fase actual de recesión económica mundial de otras anteriores. De ahí que el nuevo sistema social que salga de esta crisis será muy diferente. De si evolucionará en un sentido democrático e igualitario o reaccionario y violento es una cuestión política y por esa misma razón queda abierta.
Europa tiene cierta autonomía política, pero atraviesa un periodo muy complejo, la crisis financiera pone más difícil el proceso de construcción europea, lo cual, le es imprescindible para competir como potencia mundial. Es difícil prever que Europa pueda afrontar las circunstancias del colapso económico visible en países como Grecia y España, entre otros, lo cual está generando tendencias proteccionistas muy significativas. De manera que el proceso de construcción de la Unión Europea se complicó con la expansión a los países del Este y hoy vemos las consecuencias.
En cuanto a Latinoamérica, la administración Bush se encargó de constituir el más grande estímulo a su integración. Se destacan al día de hoy, cerca de una docena de presidentes progresistas que surgieron en la región. El mismo hecho de que Estados Unidos afincara su política exterior hacia Oriente Medio, lo hizo carecer de la capacidad militar, política, y económica para intervenir en la política latinoamericana. Podría decirse que en la actualidad América Latina ejerce un papel político autónomo. Todo esto quedó reflejado en la reciente concluida VII Cumbre de las Américas Panamá 2015, celebrada en el Estado de Panamá.
América Latina es hoy una fuerza geopolítica independiente en la que uno de sus miembros, Brasil, lo ha demostrado con los éxitos obtenidos en su política exterior. El papel desempeñado en UNASUR, Grupo de Rio y otros constituyen declaraciones indiscutibles de independencia.
Al tiempo que los medios de comunicación discuten sobre el debilitamiento de EEUU, se está prestando más atención a China como posible nueva potencia mundial. China es cierta e indiscutiblemente un país emergente como fuerza geopolítica. La historia conoce muchos ejemplos de una potencia ascendente que desafió la posición de la potencia dominante.
En un artículo publicado en «The National Interest» el escritor y experto en relaciones internacionales Christopher Layne, dice: «la dinámica de las relaciones entre los poderes dominantes en declive y sus rivales que buscan desplazarlos se define por la competencia y la inestabilidad». Continua diciendo este autor «el poder dominante en declive desea preservar su lugar de liderazgo en el sistema internacional, mientras que el desafiante ascendente quiere que su creciente poder sea reconocido», a seguidas presenta como ejemplo el antagonismo entre Inglaterra y Alemania antes de la Primera Gran Guerra.
Así en la actualidad la disputa entre China y Estado Unidos vendría a ser un producto de los cambios en la distribución del poder, y de los factores económicos e ideológicos. China busca convertirse en la potencia hegemónica en la región y dominar el Este de Asia por razones de su necesidad de seguridad, y por asunto de prestigio y un estatus que la iguale con Estados Unidos. Sin embargo, Washington necesita la garantía de que estos mercados permanezcan abiertos para la entrada de los capitales norteamericanos y a su ideología liberal, y es por esto que quiere mantener el dominio en la región.
Para China llegar a ser una potencia hegemónica necesita de un largo y arduo proceso. Por ahora ningún país podría reemplazar a Estados Unidos como potencia hegemónica. Lo que sí está ocurriendo es que, una vez este declive de la potencia hegemónica se ha hecho claro para otros países, el orden relativo esta siendo reemplazado por una lucha entre múltiples potencias, todas ellas incapaces por sí misma de controlar la situación. Sin embargo, Estados Unidos sigue siendo un gigante. Por ahora, es la mayor potencia militar del planeta, aunque incapaz de sacarle mucho provecho.
En los próximos 10 o 15 años podríamos ver dos desenlaces. El primero, el fin del dólar como moneda de respaldo universal. Esto haría perder a Estados Unidos una protección crucial para su presupuesto nacional y los costos de sus operaciones económicas. El segundo, el declive, muy probable un serio declive del nivel de vida de los ciudadanos y residentes estadounidenses.
Para comprender esto hay que hurgar en las turbulencias sistémicas, las posibles mutaciones o el límite definitivo del capitalismo como sistema histórico, distinguiendo entre lo normal y lo excepcional. Siendo lo normal, el colapso del proceso especulativo que hemos vivido. Lo excepcional, la transición que venimos viviendo desde el sistema capitalista hacia otra posible formación sociohistórica. Esto parecería indicar que en un par de décadas podríamos estar viviendo en otro sistema no necesariamente el capitalista.
Con la crisis actual del capitalismo, converge una crisis estructural, un declive histórico del sistema. Es en eso que se distingue la fase actual de recesión económica mundial de otras anteriores. De ahí que el nuevo sistema social que salga de esta crisis será muy diferente. De si evolucionará en un sentido democrático e igualitario o reaccionario y violento es una cuestión política y por esa misma razón queda abierta.
Europa tiene cierta autonomía política, pero atraviesa un periodo muy complejo, la crisis financiera pone más difícil el proceso de construcción europea, lo cual, le es imprescindible para competir como potencia mundial. Es difícil prever que Europa pueda afrontar las circunstancias del colapso económico visible en países como Grecia y España, entre otros, lo cual está generando tendencias proteccionistas muy significativas. De manera que el proceso de construcción de la Unión Europea se complicó con la expansión a los países del Este y hoy vemos las consecuencias.
En cuanto a Latinoamérica, la administración Bush se encargó de constituir el más grande estímulo a su integración. Se destacan al día de hoy, cerca de una docena de presidentes progresistas que surgieron en la región. El mismo hecho de que Estados Unidos afincara su política exterior hacia Oriente Medio, lo hizo carecer de la capacidad militar, política, y económica para intervenir en la política latinoamericana. Podría decirse que en la actualidad América Latina ejerce un papel político autónomo. Todo esto quedó reflejado en la reciente concluida VII Cumbre de las Américas Panamá 2015, celebrada en el Estado de Panamá.
América Latina es hoy una fuerza geopolítica independiente en la que uno de sus miembros, Brasil, lo ha demostrado con los éxitos obtenidos en su política exterior. El papel desempeñado en UNASUR, Grupo de Rio y otros constituyen declaraciones indiscutibles de independencia.
Al tiempo que los medios de comunicación discuten sobre el debilitamiento de EEUU, se está prestando más atención a China como posible nueva potencia mundial. China es cierta e indiscutiblemente un país emergente como fuerza geopolítica. La historia conoce muchos ejemplos de una potencia ascendente que desafió la posición de la potencia dominante.
En un artículo publicado en «The National Interest» el escritor y experto en relaciones internacionales Christopher Layne, dice: «la dinámica de las relaciones entre los poderes dominantes en declive y sus rivales que buscan desplazarlos se define por la competencia y la inestabilidad». Continua diciendo este autor «el poder dominante en declive desea preservar su lugar de liderazgo en el sistema internacional, mientras que el desafiante ascendente quiere que su creciente poder sea reconocido», a seguidas presenta como ejemplo el antagonismo entre Inglaterra y Alemania antes de la Primera Gran Guerra.
Así en la actualidad la disputa entre China y Estado Unidos vendría a ser un producto de los cambios en la distribución del poder, y de los factores económicos e ideológicos. China busca convertirse en la potencia hegemónica en la región y dominar el Este de Asia por razones de su necesidad de seguridad, y por asunto de prestigio y un estatus que la iguale con Estados Unidos. Sin embargo, Washington necesita la garantía de que estos mercados permanezcan abiertos para la entrada de los capitales norteamericanos y a su ideología liberal, y es por esto que quiere mantener el dominio en la región.
Para China llegar a ser una potencia hegemónica necesita de un largo y arduo proceso. Por ahora ningún país podría reemplazar a Estados Unidos como potencia hegemónica. Lo que sí está ocurriendo es que, una vez este declive de la potencia hegemónica se ha hecho claro para otros países, el orden relativo esta siendo reemplazado por una lucha entre múltiples potencias, todas ellas incapaces por sí misma de controlar la situación. Sin embargo, Estados Unidos sigue siendo un gigante. Por ahora, es la mayor potencia militar del planeta, aunque incapaz de sacarle mucho provecho.
En los próximos 10 o 15 años podríamos ver dos desenlaces. El primero, el fin del dólar como moneda de respaldo universal. Esto haría perder a Estados Unidos una protección crucial para su presupuesto nacional y los costos de sus operaciones económicas. El segundo, el declive, muy probable un serio declive del nivel de vida de los ciudadanos y residentes estadounidenses.
Las consecuencias políticas de este último posible desenlace son difíciles de predecir en detalle, pero su impacto a modo hemisférico y por qué no global, podría ser catastrófico.
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