El “candado” de Franklin y las opciones del leonelismo
Una vez más el doctor Franklin Almeyda Rancier, miembro leonelista del todopoderoso Comité Político del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), acaba de poner en auto al país de modo sutil y tangencial sobre el verdadero sesgo que, detrás del biombo de la verborrea y las acciones públicas, parecen tener en estos momentos las graves y espinosas contradicciones que se desarrollan en su organización.
En efecto, no puede escapar a la percepción del observador atento que detrás del “reclamo” que el ex ministro y alto cargo peledeísta le hace al presidente Danilo Medina en el sentido de “agarrar la llave de la Constitución para que no abra el candado de la reelección y tirarlo (sic) al mar”, hay en realidad una demanda en público para que el mandatario retire el único impedimento en ciernes que tiene el doctor Leonel Fernández para empezar a armar sus aspiraciones presidenciales.
En ese respecto, y aunque dentro del PLD aparentemente nadie quiere hablar de manera abierta sobre el asunto, lo cierto es que el doctor Fernández estará obligado en los próximos meses, como líder político con vocación de poder, a pensar con seriedad y determinación en el “menú” de opciones que el escenario nacional le está presentando al margen de sus deseos.
Y dando por descontada la impugnación danilista a las naturales aspiraciones del doctor Fernández, una de esas opciones (acaso la que más grima y escalofríos produce entre los peledeístas por la peligrosidad de sus proyecciones) consiste en abandonar la entidad en la que ha militado en los últimos cuatro decenios para, como lo hiciera valerosamente el profesor Juan Bosch en momentos de pérdida irreparable del liderazgo y la autoridad interna, formar tienda política aparte.
(Antes de que caigan sobre sí los truenos y las centellas de los interesados y los cándidos, quien escribe debe apresurarse a aclarar, para que no haya confusiones al respecto, que el planteamiento que precede no tiene nada que ver con simpatías, abominaciones o militancias, pues en la actualidad, debido a que se negó a participar en la carnicería interna que destajó al PRD, no está formalmente afiliado a ningún grupo o partido).
Por supuesto, esa es -valga la reiteración- una dentro de varias opciones que están a disposición del doctor Fernández: también podría persistir en su posición límbica de hoy para ver lo que finalmente “trae el barco”, auspiciar la candidatura presidencial de la doctora Margarita Cedeño, proponer una “opción unitaria” o (¿por qué no?) respaldar al licenciado Danilo Medina (en sus nuevas aspiraciones reeleccionistas en perspectiva) o a quién éste presente como su delfín político.
La eventual salida del PLD del doctor Fernández obviamente supondría una escisión profunda e incisiva y, por lo tanto, una probable derrota de la entidad en las venideras elecciones, pero si en política se hace lo que conviene y no necesariamente lo correcto (idea maquiaveliana reivindicada reiteradamente en el país por los doctores Joaquín Balaguer y Euclides Gutiérrez Félix), entonces el exmandatario está ante un verdadero dilema: en esta ocasión hay una colisión entre sus conveniencias personales y sus deberes de militante partidario, y deberá actuar en una de dos formas posibles: como “pater familias” o como “zoon politikon”.
En efecto, si hay algo difícil de dilucidar en esta “era” de Danilo (que en términos de racionalidad política ha devenido obispo oficiante y verdugo encapuchado al mismo tiempo) es qué le conviene y qué no le conviene al doctor Fernández (hasta ahora cordero propiciatorio de todos los sacrificios internos, sin importar que fuesen merecidos o no): estar “unido” al primero sólo le ha provocado tormentos, agonías e incomodidades, pero si suelta las amarras puede ser objeto de acusaciones de “traidor” o de que provocó la derrota del PLD.
Desde luego, la pregunta que se están haciendo en la actualidad muchos leonelistas (y especialmente los de la dirigencia media y la cúpula) es una elemental y desnuda: ¿para qué les sirve a ellos el mantenimiento en el poder de un PLD controlado a capa y espada por el danilismo y, en especial, por un funcionariado que le ha sido probadamente peyorativo, hostil y desconsiderado? Y es que, como se sabe, cualquier dirigente de un partido aliado o de la sociedad civil tiene más influencia en el presente gobierno que un líder o conmilitón del leonelismo.
(Esa es otra realidad de la que poca gente quiere hablar en el PLD: para los danilistas -y no dejan de tener razón en términos estratégicos- el principal enemigo de hoy es el leonelismo, no la alicaída y poco lúcida oposición encarnada en el partidismo tradicional, y no sólo porque es el único sector político que podría atentar exitosamente contra su integridad presente -le sobran los recursos, las capacidades, las habilidades y las informaciones de inteligencia para ello-, sino también porque cualquier posibilidad mediata de retornar al poder por parte de éste entraña un riesgo mortal para aquellos, deudores de altas “cuentas” en el peledeísmo no oficialista por su sectarismo, sus bellaquerías, sus desplantes y sus ultrajes).
Por otra parte, si la persistencia del chantaje danilista o la simple falta de viabilidad táctica le impiden al doctor Fernández presentarse al ruedo interno por la candidatura presidencial, su sector podría ensayar la resucitación del liderazgo (hoy también apabullado por el grupo en el poder) de la doctora Margarita Cedeño (que conserva buena imagen pública y posibilidades de arraigo en sectores populares) y someter su nombre a la consideración de las bases peledeístas para esos fines como una presencia indirecta pero indubitable de su esposo.
Una eventual precandidatura de la doctora Cedeño, aparte de que sería una apuesta seria y de riesgo positivo contra el danilismo porque contra ella no podría esgrimirse focal e impunemente el “armamento” usado contra su consorte, serviría para relanzar y movilizar las fuerzas leonelistas (hoy pasivas, dispersas y desmoralizadas), situarlas en estado de beligerancia y competencia, y reunificarlas en el marco de un proceso en el que no se estaría poniendo en riesgo la “faja” de campeón invicto del doctor Fernández (significativo lauro que éste solo puede exhibir plena y orgullosamente en estos días a través de sus evasivas correrías internacionales).
Ahora bien, si el grupo del expresidente estima que sus posibilidades de competir victoriosa o decorosamente con el danilismo en la contienda interna del PLD son mínimas, y que bajo ninguna circunstancia debería exponerse a ser aplastado, podría armar una estrategia unitaria tipo “dardo de los partos” y plantear una candidato “unitario” o de consenso que pudiera ser un danilista amigable, un leonelista actualmente colaboracionista, un peledeísta no beligerante desde el punto de vista grupal o, en última instancia, una personalidad independiente con propensiones moradas.
El suscrito no ignora que cualesquiera de esas posibilidades generarían una gran resistencia interna, tanto de los grupos como de los peledeístas en general (dados el aire de arrogancia política y autosuficiencia y el nivel de sectarismo que se respiran en el PLD desde hace más de tres lustros como resultado de su naturaleza conventual y de sus sucesivas victorias electorales), pero peor sería no hacer nada: en política la inercia tiende a debilitar, y sólo muy excepcionalmente pare victorias.
La otra opción que tendría el leonelismo (siempre suponiendo que se entiende que en el laborantismo banderizo cada vez que una puerta se cierra deja inevitablemente otra entreabierta) sería la de respaldar a un candidato propuesto por el presidente Medina, o a este mismo para que opte por una nueva postulación, bajo un acuerdo de distribución de la dirección partidista, participación electoral y presencia en los órganos de control de los poderes públicos más allá de la vicepresidencia de la república.
Claro, como ha mostrado más de una experiencia reciente, el leonelismo posee suficientes razones para no sentirse absolutamente garantizado o resguardado con tal elección: a la postre deberá no solo cuidarse de que se incumplan los términos de semejante acuerdo, sino también de que el mismo no termine convertido en el ara de su propio sacrificio o en el palenque de su suicidio político. Y es que, en este aspecto, hay un hecho indiscutible: el danilismo no luce para nada confiable ante el leonelismo.
Por último, y aunque en el país no hay precedente de ello, conviene no olvidar otra cosa que los peledeístas no mencionan ni siquiera en sus cenáculos más íntimos, pero que no es ajena a las conjeturas y las suspicacias de los estrategas del danilismo: el leonelismo es el sector político opositor que está en estos instantes más cerca del poder real: a la distancia de una inhabilitación presidencial o de una simple renuncia obligada, conforme al régimen de sucesión establecido en el artículo 129 de la Constitución de la república…
Y se reseña esto aquí -que conste- sin ninguna intención amenazante, acusatoria, conspiradora o de mala fe… Es la simple verdad, y no puede eludirse.
JPM