El camino del medio
Por KATIUSKA SUAREZ DE VARELA
El monje Lucas, acompañado de un discípulo, atravesaba una aldea. Un viejo preguntó al asceta:
– Santo hombre, ¿Cómo me aproximo a Dios?
– Diviértete. Alaba al creador con tu alegría- fue la respuesta.
Los dos continuaron caminando. En este momento se acercó un joven y le dijo al monje:
-¿Qué hago para aproximarme a Dios?
-No te diviertas tanto-dijo Lucas.
Cuando el joven se hubo alejado, comentó el discípulo:
-Parece que usted no sabe muy bien si debemos divertirnos o no…
El monje Lucas lo miro fijamente y le dijo:
-La búsqueda espiritual es un puente sin barandillas atravesando un abismo. Si alguien está muy cerca del lado derecho le digo “ve hacia la izquierda”. Si alguien se acerca demasiado del lado izquierdo le digo “ve hacia la derecha”
Porque los extremos nos alejan del camino.
Cuando leo esta historia, comprendo aquella frase que desde niña mis padres repetían sobre que los extremos no son buenos.
Quizás la búsqueda del equilibrio entre los extremos sea el reto más grande del ser humano. Es una tendencia natural ya que somos apasionados, y nuestras ideologías las vivimos con esa misma pasión, acercándonos demasiado al extremo que nos aleja del equilibrio, del camino. Esto en todos los ámbitos de nuestra vida.
El Camino del Medio nos hace ver como cada persona es impactada por muchos impulsos y cada uno de ellos tiene una gran importancia y ninguno de ellos puede ser el vencedor.
El Camino del Medio nos habla de la complejidad y nos indica que la realidad no es sólo blanca o sólo negra, sino que se halla configurada por infinidad de colores, de tonalidades, de matices, de luces y sombras… Tenemos que saber, que la manera más inteligente de ser, será a través de la flexibilidad, lejos de rigideces, teniendo que aprender a evitar los extremos y a disponernos para conciliar los opuestos y para encontrar ese nuestro camino del medio.
La rigidez expresa apego, aferramiento; la flexibilidad en cambio nos abre las puertas a las muchas alternativas posibles ya que nos prepara para aceptar los hechos, para poder ver, sin juzgar, aquello que es y un paso imprescindible para conocernos.
Los pensamientos opuestos pueden coexistir y de hecho, ello expresa una gran apertura mental. Por ejemplo, uno puede pensar que es importante aportar su profesión o su hacer a la humanidad y enriquecerla con su contribución y a la vez, darse cuenta de que nadie es imprescindible y que, por lo tanto, la humanidad puede prescindir perfectamente de su contribución.
Esta forma de conciliar los opuestos, sin que el uno niegue al otro, posibilitan el hecho de poder impulsar las acciones, dotándolas de sentido y de motivos y simultáneamente, saber que esta aportación es equivalente a la de una partícula de arena de una playa inmensa, dándonos cuenta que todas las partículas de arena son importantes, pero no son imprescindibles. El pulso entre los dos opuestos, entre las dos realidades, la del ser y del no ser, genera la vibración que hace posible el avance.
Encontrar ese equilibrio en nuestra vida, en nuestro ser, el mayor reto de nuestra existencia. Al encontrarlo logramos vivir en armonía y paz con nuestro Dios, con nosotros mismos y los demás.
Cuando sientas que te aferras a un ideal, cuando sientas que no eres capaz de ver más allá de él, cuando no puedas ver la otra cara de la moneda, la opinión de los demás….es el momento de decir como el monje Lucas: “ve hacia la izquierda”, “ve hacia la derecha”.
Porque los extremos nos alejan del camino.
Ama lo que tienes y sé feliz.