El Arte de la Prudencia

SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Este título corresponde a un libro escrito por Baltasar Gracián en el año
1647, traducido a casi todos los idiomas, muy recomendable para los que ejercen
funciones públicas, labores políticas; comunicadores sociales; empresarios, comerciantes,
banqueros; administradores de justicia; legisladores, militares, transportistas,
sindicalistas, maestros, profesionales independientes, etc., pues nos recomienda
cómo proceder en la toma de decisiones y en todas nuestras actuaciones, tanto
públicas como privadas. Traemos a colación dicho libro, porque en estos
momentos, nuestro país atraviesa por serias dificultades, que ameritan que el
mismo sea consultado a cada momento, para que actuemos siempre aferrado a la prudencia
requerida. Por ejemplo, los que dirigen el Estado dominicano,
deben administrar los recursos públicos con transparencia, eficiencia y
honestidad, evitando el despilfarro, el enriquecimiento ilícito y el afán
desmedido de querer acumular fortunas al vapor, pues al Estado se va a servir,
no a servirse; ser cautelosos con el endeudamiento externo, menos benignos con
las exenciones y más diligentes con las evasiones de los impuestos, para quesiendo
justos, tribute más el que más tiene. Tener presente que todos los cargos son pasajeros, por
lo que debemos actuar siempre con humildad y mesura. Los que aspiran a dirigir
los destinos del país, deben ser muy comedidos a la hora se hacer sus promesas
de campaña, que están conscientes, que no van a poder cumplir. Que los jueces y todos los que conforman el Poder
Judicial, sean más humanos y racionales al aplicar justicia, pues mayormente
condenan al que no tiene arraigo económico, dejando en libertad, aun con pruebas
evidentes, a los verdaderos delincuentes, primando la permisividad y la
impunidad. Al momento de legislar o de ejercer el magisterio, hacerlo
pensando siempre en las presentes y futuras generaciones; que la oposición
ejerza su rol y haga sus reclamos, respetando siempre los derechos ciudadanos, pues
hay que ser prudente hasta con el adversario. Que nuestros empresarios, comerciantes y banqueros,
sean menos voraces e insaciables, por querer ganar cada vez más; que el oficio
de comunicador no otorga derechos para insultar, difamar, injuriar y emitir
juicios malsanos; que el militar está para proteger al ciudadano, no para matar
los que portan armas de fuego deben ser comedidos al utilizarlas; cuando conduzcamos
un vehículo por las vías públicas, hacerlo siempre con el debido cuidado,
preservando la vida de los demás. En conclusión, si aplicáramos “El Arte de la Prudencia” en todos nuestros
actos, probablemente obtendríamos el
país que soñamos. ¡Seamos Prudentes,
pues!

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