Democracia y autoritarismo: lo que se pierde de vista
POR FELIX REYES
Hace algunos meses era frecuente encontrar artículos de opinión en diferentes medios digitales de la República Dominicana que pretendían vincular la fallida insurrección de los seguidores del expresidente Jair Bolsonaro para impedir la asunción del presidente Lula a la presidencia de Brasil, con la destitución de Pedro Castillo, como presidente de Perú.
Este recurso de vincular el intento golpista de Bolsonaro con la destitución de Pedro Castillo se inscribía en un relato orientado a definir estos hechos como conspiraciones de “la derecha neoliberal“, en coordinación con el gobierno norteamericano, que reaccionaba al ciclo político caracterizado por una segunda ola de gobiernos progresistas en Latinoamérica, en el contexto de la emergencia de un nuevo orden mundial.
Como en toda narrativa, en lugar de intentar dar cuenta de todos los elementos para explicar los hechos, la argumentación orientada a vincular estos dos acontecimientos solo hacía referencia a hechos parciales, con el fin de reforzar la visión de los ya convencidos (la grey de seguidores) y confundir a los no informados.
Para esto, se recurría a un sesgo cognoscitivo que consiste en destacar y sobreestimar hechos e ideas útiles a la instalación de las posturas que se defienden, mientras se ocultan o minimizan hechos e ideas que las contradicen. Es el clásico sesgo conocido como “cherry picking” o falacia de evidencia incompleta.
Lo que se pretendía, entonces, era reeditar y renovar la vigencia del trillado relato populista que contrapone la voluntad de “perversas élites locales” que, en alianza con el “imperio”, planifican y ejecutan acciones para oponerse a las aspiraciones de justicia social del “sufrido pueblo”.
Quienes, en el caso que nos ocupa, procuraban instalar este relato conocen, pero olvidan u optan deliberadamente por ocultar, que la economía de mercado, “uno de los sacramentos de la satánica religión” del neoliberalismo, desde esa óptica, fue también predominante en los gobiernos de Lula.
En efecto, para poder incluir al factor “derecha neoliberal ” en la ecuación conspirativa era necesario ocultar que en el éxito de las políticas económicas y sociales en los dos primeros gobiernos de Lula, además del aprovechamiento de los buenos precios de las materias primas en el mercado internacional, jugaron un rol de primer orden las reformas de corte neoliberal introducidas en el gobierno de Fernando Henrique Cardoso, medidas que fueron implementadas plenamente en los gobiernos del Partido de los Trabajadores del Brasil, no siendo revertidas ninguna de ellas.
Por su lado, la inclusión del factor “imperio norteamericano” en la ecuación conspirativa omitía que el primer gobierno que condenó el intento de impedir la transmisión del poder en Brasil fue justamente el gobierno norteamericano del Partido Demócrata, es decir, uno de los dos representantes del “Imperio del Mal”, en la simplista y maniquea visión de estos sectores, según la cual no existe diferencia entre el Partido Republicano y el Partido Demócrata, porque ambos son instrumentos del “imperio”.
En realidad, carecen de validez las argumentaciones que vinculan la fracasada insurrección en Brasil con la destitución de Pedro Castillo, ya que mientras en el primer caso se trataba de un hecho completamente carente de legalidad y legitimidad, similar al que intentaron los seguidores de Donald Trump en el congreso norteamericano, en el segundo se trataba de un hecho que agotó los procedimientos legales contemplados en la Constitución peruana.
La disolución del Congreso peruano, que Pedro Castillo intentó y dio pie a su destitución, esencialmente fue lo mismo que Alberto Fujimori hizo en el año 1992 y que, entonces, fue repudiado por los mismos sectores que hoy condenan que se haya evitado. También, el procedimiento que condujo a su destitución fue el mismo que se aplicó para forzar la renuncia del presidente Pedro Pablo Kuczynski en el 2018, con el apoyo de la izquierda peruana, no habiendo sido objeto de denuncia por parte de quienes años después condenaban su aplicación para destituir a alguien con quien tienen afinidad política.
Como ha podido verse, se trató de un intento de moldear la percepción de los hechos para que sirvan de soporte a una narrativa política que, además perseguía ocultar el principal peligro que amenaza a las sociedades latinoamericanas y del mundo: la instauración de regímenes autoritarios, tanto de derecha (Hungría) como de izquierda (Venezuela), que modifican los mecanismos democráticos con los que llegaron al poder para evitar la alternancia política y eternizarse en la dirección del Estado.
En ese sentido, al margen de que se trate de una tendencia histórica inevitable, con raíces en factores demográficos y económicos, los discursos favorables a un nuevo orden mundial deben ser cuestionados a partir del hecho de que hoy sus principales promotores son regímenes (Rusia, China, Corea del Norte, Venezuela, Cuba, Nicaragua) que vulneran derechos civiles y políticos solo garantizados bajo gobiernos democráticos. Un mundo en el que países con gobiernos como los citados tengan más influencia será un mundo con menos libertad.
Nada de esto debe perderse de vista. Debemos tener claridad sobre lo que deseamos para otros países, preguntándonos si quisiéramos lo mismo para el nuestro. Si quisiéramos que nuestros hijos y nietos vivan en sociedades donde sus gobiernos no respetan los derechos civiles y políticos que hoy disfrutamos, ya se trate de nuestro país o de aquel al que hemos migrado.
Obviamente, lo expuesto aquí no será admitido por aquellos que optan no quitarse la venda ideológica que han tenido durante muchos años y les impide mirar los hechos tales como son. Para muchos de ellos, aceptar que se estuvo equivocado es equiparable a una traición.
Ciertamente, es incómodo y a veces doloroso, por su vinculación a hermandades, heroísmos y martirologios, hacer catarsis y reconocer que muchas de las ideas que orientaron nuestras vidas eran erradas, pero es pernicioso y de necio persistir en ellas después de ser reconocidas.
jpm-am
tantos unos como los otros manipulan los acontecimientos. lo mismo hacen con la interpretación de la constitución, ej. es el de trump y su uso del 1er amedment. luego está lf con los derechos fundamentales con la jce. y un defensor del comunismo se queja que le suprimen la libertad de expresión en rd, cuando en el ideal que apoya es el modus operandi. al fin, las acusaciones políticas solo sirven el interés de quienes las proclaman.
muy buen artí****, pero el antropólogo deberia saber que al momento no es el medio para un artí**** tan analítico, tan equilibrado y sobre todo tan extenso, debería escribir para el nivel de los chopos que comentan regularmente aqui, sin ofender.
no estoy de acuerdo. el partido demócrata es lo mismo que los republicanos. ambos defienden los intereses del imperio.
muy de acuerdo con lo que dice. mucha gente vive defendiendo a venezuela, cuba y nicaragua, pero estoy seguro que no quisieran vivir en esos países.
este se le ve que era comunista y ahora quiere hacerse el gracioso porque vive en las entrañas del imperio.
muy buena reflexión, señor félix, ojalá si quiera el último párrafo les llegue a los verdugos que abogan por la expansión de ideas ortodoxas comunistas autoritarias y dictaduras de derecha de nuestro país, cuyo objetivo es eliminar el sistema democrático que disfrutamos, aun con sus imperfecciones.
el sistema democrático está lleno de imperfecciones y no ha solucionado ningún problema a los dominicanos.
pero es mejor que los demás sistemas, señala otro que sea mejor. fui específico, “aun con sus imperfecciones».