Del padre Rogelio al reverendo Francisco Batista
«Las leyes injustas son la telaraña a través de la cual pasan las moscas grandes y las más pequeñas quedan atrapadas». (Honorato de Balzac)
La comunidad salesiana ya está tranquila. La espinita (Rogelio Cruz) que tanto hería y «daños» le provocaba a su muy sensible y eclesiástica piel, por fin fue eliminada. El padre Rogelio fue expulsado de dicha congregación y, con su expulsión, parece que llega la tranquilidad al seno de esta.
El reverendo Francisco Batista, inspector superior para las Antillas de la antes citada Orden, debe estar, en estos momentos, preñado de felicidad.
Batista fue quien ordenó el traslado de Rogelio Cruz a Colombia y el mismo que denunció que este había procreado varios hijos y llevó a cabo la investigación que dio al traste con la separación del polémico sacerdote de origen mocano de la Sociedad de San Francisco de Sales.
Por esa razón, lo reitero, el padre Francisco Batista, muy feliz ha de estar y, con él, toda la comunidad salesiana; pues ya ese «necio», «jodón», «desobediente» y «cabeza caliente» llamado Rogelio Cruz no cuenta en su seno.
Se trata del mismo Francisco Batista que a la luz del valiente testimonio de la señora Yasmín Peralta, parece tener en su haber un pasado nada luminoso, poblado de acciones que por su gravedad sí merecen que cualquier cura sea excluido de la Iglesia.
No pudiendo contener las lágrimas, Yasmín Peralta confesó en el programa de Nuria Piera (marzo 2018) que conoció al salesiano, hoy superior, cuando ella tenía quince años, y que dos años después sostuvieron relaciones sexuales. Cuenta que ese día el sacerdote, con quien frecuentemente hablaba, fue a buscarla a su casa, sin imaginar que llegarían tan lejos. Que ella había tomado unas copas demás y eso contribuyó a que Batista se aprovechara y terminaran en una cabaña ubicada en San francisco de Macorís, hace aproximadamente veinticinco años.
Reveló que en ese momento no se encontraba en sus «cabales» y por eso, cuando despertó, quería morirse de tristeza, pero que, a pesar de todo, mantuvieron relaciones por varios meses.
Peso eso no es lo más grave del caso.
Revela Yasmín Peralta que tras salir embarazada le solicitó apoyo al religioso, y que este solo se limitó a incentivarla para que abortara, cuando ella tenía ya unos tres meses de embarazo. Ese, confiesa, fue el punto detonante para que todo se terminara. Y aclaró, finalmente, que ella no fue la única, ya que existen muchas otras mujeres víctimas del padre Batista; pero no hablan por miedo.
Hasta aquí el testimonio.
Un testimonio que de ser cierto revela, entre otras, cuatro faltas graves cometidas por el ahora inspector superior de la congregación salesiana, Francisco Batista, algunas de las cuales la Iglesia condena y/prohíbe de manera persistente:
- Violación de la norma del celibato sacerdotal obligatorio.
- Violación sexual.
- Relación sexual con una menor de edad.
- Inducción a la práctica del aborto.
Compare, amigo lector, esas faltas con los motivos que originaron la expulsión del padre Rogelio y, posiblemente, usted llegue a la conclusión que el inquieto cura, hoy extrañado de la Iglesia, nada que no sea mostrar su compromiso con los mejores intereses del país ha hecho, y que resulta ser un verdadero «niño de teta» al lado de su inquisidor, perseguidor y «puritano» superior.
A pesar de que han transcurrido tres meses, después de la denuncia de la señora Peralta, ninguna investigación ha realizado al respecto la Orden Salesiana ; pero como esta congregación, como lo demostró con el caso Rogelio, es tan «sensible, estricta, rigurosa y ñoña» con sus leyes internas, y muy cuidadosa de que sus miembros cumplan al pie de las letras esas leyes, estamos más que seguros que muy pronto su inspector superior será sometido a la más una estricta y rigurosa investigación en relación con la grave denuncia que públicamente dio a conocer la señora Yasmín Peralta.
Si no lo hace, entonces estaríamos frente a una institución de doble moral y carente por completo de la más mínima credibilidad.