Decencia y política

   Aunque el RAE no es muy prolijo en cuanto a definir el término decencia; entendemos que el considerarse decente-sobre todo si uno se precia de líder político-, es no aceptar acusaciones infundadas de ningún detractor.

   Un dirigente político decente también debe estar adornado de dignidad y honestidad. La decencia no la proclama en forma convenenciera, y responde contundentemente cuando su conducta y dignidad es cuestionada.  Y, con más razón, si se respeta a los votantes y se aspira a ser presidente de la república.

   Recientemente el expresidente Leonel Fernández prometió devolver la decencia y dignidad al país si retorna por nueva vez al poder en el 2020. Entendemos que, en su momento, el exmandatario tuvo la oportunidad de demostrar que hace honor a la decencia y dignidad; pero obvio hacerlo cuando se le formularon serias acusaciones sobre las que todo el mundo conoce.

   Además, en su discurso pronunciado durante una concentración de sus seguidores en Santiago al decir que le devolvería la decencia y dignidad al país, entonces habría de convenir en que no sólo el gobierno de Danilo Medina sino en los de él mismo, se han defenestrado los modales de decencia y dignidad de nuestro tejido social, y su activismo en la política vernácula.

   El exmandatario pudo hacer otras promesas, pero yerra al decir que en otro gobierno de él adecentaría nuestros dos tercios de isla. Y uno se pregunta: ¿Alguna vez, en el país, se han trazado ejecutorias de políticas públicas decentes y dignas?   ¿Acaso hubo decencia y dignidad en los pasados gobiernos que, como presidente, encabezó?

   Luego de estas interrogantes hay que remarcar en si ciertamente Leonel Fernández al margen de su afabilidad, es exactamente el activo político indicado para hablar de gestiones de decencia y dignidad.  Sigue cometiendo yerros en sus discursos, y ratificando que es un inveterado sofista y simulador.

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