De predator, cosificación y autocosificación de mujeres
Es quizás el tema que primero sale a flote en los congresos, mesas redondas y tantas actividades para debatir la igualdad de género.
La cosificación de la mujer, relegarla en espacios publicitarios a objeto, esa explotación de sus atributos físicos hasta para vender neumáticos.
Predator es un energizante, cuya carta de presentación es un anuncio de televisión en el que hombres y chicas están sumidos en un baile sensual.
Luego, en una habitación, el protagonista señala a la joven que sacó del bar a la cama, rendida, en clara señal de que “la mató” con ayuda de la bebida.
Además de lo lugar común, de ese guión manido, predecible, de ir de la fiesta al sexo, es chocante, grosero y encima pasado en horario familiar.
Esa última parte fue cortada, pero igual el mal sabor no sale tan fácil, porque al ver la publicidad, es imposible no pensar en cómo era completa.
Es igual de inevitable preguntar qué tan hombre es ese jactado de que usó un estimulante para dar satisfacción sexual.
En las críticas a esa situación aparecen tantos culpables, la sociedad, los productores que por vender hacen de la mujer un anzuelo, el consumismo….
Todos son sindicados, excepto la protagonista de esas teorías.
A la hora de buscar solución al problema, a las féminas que aparecen en esos comerciales que incitan a la cultura del morbo, de la lascivia siempre las colocaremos como víctimas de un sistema que las usa.
¿Qué tan real es esa condición? ¿Qué tan efectiva es esa defensa? ¿Es posible erradicar un mal si excluimos de responsabilidad a una de las partes?
¿Si aceptamos esos planteamientos habrá que asumir igual que una mujer viene a ser algo así como un ser inanimado a la que otros mueven los hilos?
¿Un ente incapaz de razonar por sí misma, de discernir entre lo que la degrada y lo que la enaltece?
jpm
buen arti**** petra savinon.