De Biblia y lecturas impuestas
Las discusiones sobre leer la Biblia en las escuelas, tan centradas en el aspecto religioso, debieron ir un poco más allá y ver otra realidad, la de que imponer lecturas de la índole que fuere es amordazar el intelecto.
Por eso, de la misma manera en la que ha sido rechazado el proyecto que dispone que sea leído en los planteles el libro sacro de judíos y cristianos, así mismo, con la misma fuerza, hay que hacerlo contra las obras impuestas por centros educativos, sobre todo privados.
Una cosa es incentivar a los estudiantes a leer y otra dar una lista a los padres de los libros que deben comprarles, casi siempre escritos por encargo para las editoriales que venden los textos de básica.
Esto más que fomentar un hábito, es auspiciar un negocio que poco beneficia al estudiantado y al sistema educativo.
¿Por qué si de verdad interesa que los muchachos lean hay que hacer esto?
Empezar por los clásicos, los de siempre podría ser una buena alternativa que evite a malos pensados como yo creer que hay algo más detrás de esa lista de obras que nos entregan año tras año.
Eso sí, empezar por esa literatura y dejar que los alumnos la lleven sin importar la editorial que la publique o qué tal asumir la idea fabulosa de la profesora Luz Franco, que cargó cajas de libros al centro en el que trabajaba para que los niños elegirían las obras de su preferencia.
Eso es fomentar hábito de lectura.