David Ortiz, la bala que atravesó las entrañas del pueblo

Aunque la República ha dado muchos peloteros sobresalientes que han iluminado el firmamento de este deporte por sus extraordinarias habilidades y hazañas, ninguno ha tenido ese carisma, esa singular e indescriptible estampa popular que, a lo largo de su carrera y más allá, ha caracterizado a David Ortíz.

Su temperamento alegre y festivo, esa traza criolla y cautivante que despunta en su rostro, con esa sonrisa ancha y despejada, hacen de él un ser empático,accesible, cercano y amigable, que le ha permitido a David seducir el alma dominicana como ningún otro deportista local lo ha hecho. Él, espontaneo y sin petulancia, ha removido con tanto ímpetu esas hebras interiores de la dominicanidad que hoy podemos decir que la herida a David ha sido una herida al pueblo, un golpe vil y traicionero a las entrañas mismas de la patria.

Sin asomo de ningún presagio funesto, debo decir que me preocupó ver a través de las redes la reacción de David ante alguien que se molestó al considerar inoportuno y alborotador el baile improvisado de una dama dominicana, quien trató de disipar un poco la agotadora y tediosa espera de los pasajeros de un avión que se retrasó en su despegue.

Cuando a través de las redes pude ver la forma osca y descompuesta con la que David se opuso a que la dama detuviera su baile, pensé que este extraordinario pelotero no tenía en ciertos momentos plena conciencia de todo lo que él representa, por lo que a través del periódico Hoy, en publicación del 18 de Julio del 2017 me alenté a hacerle algunas observaciones sobre el impacto logrado por su figura. Le señalé el cuidado con el que debe conducirse una persona que sobresale por sus particulares habilidades y se convierte en un patrimonio del que todos nos sentimos ser parte.

Le aconsejé que, sin petulancia ni aspavientos irritantes, tomara alguna distancia de esas exposiciones triviales, de esas controversias callejeras, que su figura le exigía otros cuidados y precauciones, que sus actos no podían ser tan deliberados y espontáneos como quizás él quisiera, pues él no se pertenecía a sí mismo, él es una pertenencia del pueblo.

Destaqué que se trata de gran embajador, de un hombre comprometido con causas sociales muy humanas, pero que debía de entender la dimensión y el alcance de su figura y que ya el bate y la pelota pasaban para él a tener un valor simbólico. Que con su temple y carácter debía enfocarse más en lo que se debe que en lo que se quiere.

Ya Miguel Batista, un ilustrado deportista dominicanoex lanzador de grandes ligas, que escribe artículos y gusta de la buena literatura, había dicho que la fama y la fortuna tienen un precio y hay que pagar por ellas, sostuvo, parafraseando a Teresa de Calcuta: “Que en la vida había libertades que sólo las da la pobreza”

Ortíz, considerado por muchos como un hombre humilde y solidario, que no olvida sus orígenes, ha dispuesto de su fama y fortuna, a través de la fundación que preside y que lleva su nombre a beneficio de cientos de niños de escasos recursos a los que se le han practicado cirugías del corazón y cateterismo.

Pero la tarea de este hombre, y fue lo que le quise decir en aquella ocasión, está más allá de su carisma y su caridad puntual, puesto que él representa, y está llamado a encarnar de la mejor manera, muchos de los logros que nuestros jóvenes pretenden alcanzar.

David está luchando por recuperar su salud física, y estamos orando para que así suceda. Pero además debemos orar para que esta recuperación sea también un despertar espiritual en su ser que lo ayude a entender la oportunidad, que como dijo Manny Ramírez, Dios le ha dado para vivir y conocerlo más de cerca.

Necesitamos de ese liderazgo de David y otros deportistas destacados para que puedan decirles a muchos jóvenes que los logros que ellos hoy exhiben son fruto de su talento y dedicación, pero que esta no es la única forma de alcanzar plenitud y satisfacción en la vida. Que les puedan señalar, como dice Timothy Keller que detrás de estos logros pueden esconderse dioses falsos que promueven las promesas vacías del dinero, el sexo y el poder, como si estas fueran las únicas y verdaderas esperanzas en las que podemos apoyar la existencia.

Esto hay que decirlo en un país en el que muchos padres se empeñan en que sus hijos jueguen béisbol atraídos mayormente por las grandes sumas de dinero que pueden obtenerse por la práctica de este deporte. Esto ha llegado a un extremo que hoy nos urge legislar contra el dopaje y la deserción escolar de adolescentes que son empujados al juego con la mira puesta en la consecución de jugosos contratos en dólares.

Esta visión unidimensional de la vida puede conducir, y ya lo hemos visto, a lamentables frustraciones y desengaños. Numerosos son los jóvenes que han desperdiciados los mejores años de su vida tras estos sueños y no se han podido recuperar para insertarse de forma normal a otras actividades que dignifican y también dan las satisfacciones y el bienestar que se necesita para vivir.

Sin dudas la industria del deporte, específicamente el deporte pagado, ha venido a ser un tema atendible en el núcleo, de la familia, del Estado, de la cultura y otros ámbitos. También, con todas sus implicaciones, es un tema de la fe y la espiritualidad, que como lo entiende Leonardo Boff  es la  esencia que  sustancia la vida y que  se manifiesta en energía, en cualidades y en valores como la dignidad, la verdad, la justicia el coraje y la paz,  que son los que les dan sentido a nuestra existencia y significado a nuestro camino.

Tenemos admitir como iglesia que la atención espiritual para nuestros deportistas no ha sido la más acertada y fructífera. No tenemos un manual de buenas prácticas ni una guía bíblica y espiritual para atender las vidas que se conocen muchas veces vacías y hasta atormentadas de nuestros grandes deportistas. Los pocos ministerios cristianos dirigidos a deportistas o por deportistas son inconsistentes y tienden a desaparecer. Hace falta desarrollar dones y conocimientosde estos ámbitos de la vida donde Dios tiene que dejar oír su voz.

El deporte es un espacio propio de la misión integral de la iglesia, que como dice Don René Padilla, es la expresión concreta del compromiso con Jesucristo como Señor de la totalidad de la vida y toda la creación, por lo que debemos ver en el deporte un importante campo de misión desde la cual proclamemos las buenas nuevas del Reino de Dios, y donde cada uno de nuestros atletas tenga la oportunidad de ser alcanzado por la gracia salvadora y transformadora de nuestro Señor Jesucristo.

of-am

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