Culto a la personalidad
Hace un tiempo elaboré un artículo dando cuenta de cómo un joven estudiante-luego rector de la UASD y prominente dirigente político-, había abusado de mi madre haciéndola detener tras acusarla de haberle robado unas piezas de ropa cuando, como otras, mi progenitora nos sostenía lavando y planchando.
Se me objetó ese escrito arguyendo que se debe “respetar la memoria de los muertos”. Parecería que debía guardar silencio ante el abuso del otrora funcionario hace tiempo fallecido; que su honorabilidad aun sabiéndose quien sustrajo sus pertenencias y mi madre resultar inocente, estaba por encima de una mujer honesta a toda prueba.
Cuando se dio ese infausto incidente todavía yo gateaba y fue mi hermano mayor y un amiguito suyo de esa época que, en los años 90 me contaron sobre ello, y quién había sido el inconsciente que la humilló.
Es bien sabido que Juana, ya desaparecida, al igual que otras domésticas, no es la primera ni la última de nuestras humildes mujeres que han sido objeto no sólo de feminicidios, sino de todo tipo de abusos a manos de políticos, profesionales, y representativos de sectores de poder en República Dominicana.
Extrapolando ese caso a nuestras instancias políticas, de algún modo, por nuestra abyección o prosternación no únicamente nos hacemos cómplices de los abusos provenientes de ese nefasto culto a la personalidad; también toleramos la vigencia de políticos probadamente corruptos.