Crítica de cine: «Toni Erdmann»
Podemos describir a «Toni Erdmann» diciendo que es una tragicomedia que recurre a lo irrazonable para hacernos reír y a la melancolía para conmovernos. Pero es algo más que eso, es un drama extraordinario. Es una experiencia cinematográfica que encierra una crítica mordaz de la sociedad moderna cristalizada con la relación de un padre chistoso y su estresada hija. Es una insólita película que logra que uno llore y se ría en una misma escena.
Es a través del desarrollo natural de los protagonistas que la cineasta alemana Maren Ade («Everyone Else») consigue que su tercera película funcione espléndidamente durante casi tres horas que pasan volando. Balancea sutilmente el humor y la tristeza con personajes muy profundos, evitando las nimiedades y alejándose de los clichés predecibles para que la empatía humanice a los intérpretes en las hilarantes situaciones en las que se involucran. Esta mujer ha puesto la genialidad del cine alemán de vuelta en el mapa.
Estamos ante una película que siempre conserva un solo ritmo de interacción con el subtexto paternofilial. Y escena tras escena nos deleitamos riéndonos con las ocurrencias que salen de la mente del señor Winfried Conradi (Peter Simonischek) para rescatar a su hija, Ines Conradi (Sandra Hüller), de los abismos del estrés corporativo, quien sin darse ha olvidado las cosas valiosas que le proporciona la vida. El agridulce relato de ambos es el epítome de la soledad, de los deslices del pasado, del sentido efímero de la vida en un mundo atiborrado de hipocresía donde todos viven ocultados en una civilización de máscaras.
Antes de que suceda el alboroto, Ines es una mujer exitosa que trabaja para una empresa alemana establecida en Bucarest. Aunque como profesional vive en perfecta armonía estando sola, la agitada vida que lleva hace que sea incapaz de reconocer la infelicidad que la tiene envuelta como un pedazo de papel. Su orden se va cuesta abajo cuando Winfried, su excéntrico papá, llega de improvisto con la intención de reconciliarse con ella.
Aunque no se especifique, es probable que el núcleo de ambos sea el de una familia disfuncional. Su padre nunca fue el modelo a seguir. Esto es evidente en algunas escenas donde la frígida Ines siente que su padre estorba como si fuera un pesado impertinente. Y sintiéndose avergonzada por los inconvenientes que comprometen su carrera, hasta por la apariencia descuidada, cuestiona las payasadas y las excentricidades que crea su padre cuando se inventa al burlesco Toni Erdmann, el alter ego que sin ella darse cuenta tiene el propósito de ayudarla a cambiar para que disfrute de los instantes breves que ha desperdiciado.
Con estos personajes perfectamente interpretados por Simonischek y por Hüller, sentimos impresiones catárticas, meditaciones intensas que nos invitan a cuestionar el rumbo de nuestras vidas y admiración por las escenas tan humanas que han instaurado. No hay ni una sola secuencia donde no se derrame una gota de enternecimiento con lo que dicen y con lo que hacen. Detrás de la farsa jocosa se encuentra el drama gratificante que nos recuerda lo bello que es vivir.
Lo más estimulante de esta comedia dramática es la inmensa cantidad de sorpresas que sostiene el argumento para que cada escena se sienta como una maravilla inesperada. Ade, quien también escribe este audaz guion, mantiene un equilibrio mesurado entre dos géneros cuando estructura los escenarios dramáticos con las fórmulas cómicas del absurdo con el fin de que jamás cuestionemos las acciones de los personajes. Ni siquiera lo necesitamos saber porque ya sabemos por lo que han pasado.
Asimismo Ade nos ofrece un ejercicio realista que desnuda los juicios de la cotidianidad, satirizando atrevidamente las banalidades del individuo contemporáneo de saco y corbata. Apunta a criticar los efectos de la globalización en el pensamiento de las personas que se engañan con las apariencias, pero en este caso utilizando a unos personajes verdaderamente inolvidables que nunca dejan de ser humanos.
Esta brillante película representa el coste que se paga por edificar la originalidad con una forma que casi se acerca a una obra maestra. Nos ha provocado emociones y a la vez nos ha puesto a reflexionar profundamente.
Ficha técnica
Año: 2016
Duración: 2 hr. 42 min.
País: Alemania
Director: Maren Ade
Guion: Maren Ade
Música: Patrick Veigel
Fotografía: Patrick Orth
Reparto: Peter Simonischek, Sandra Hüller
Año: 2016
Duración: 2 hr. 42 min.
País: Alemania
Director: Maren Ade
Guion: Maren Ade
Música: Patrick Veigel
Fotografía: Patrick Orth
Reparto: Peter Simonischek, Sandra Hüller
Calificación: 9/10
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