¿Crisis de los partidos políticos o de las gerencias de los partidos políticos?
La presente coyuntura política-electoral, quizás más que ninguna otra, ha puesto sobre el tapete un fenómeno socio-político innegable: el triunfo-impostura de los liderazgos-jerarquías de los partidos políticos en franca suplantación de la institucionalidad y la democracia interna de las organizaciones políticas. Y nos preguntamos (para el caso de la sociedad dominicana): ¿cuál de las dos escuelas política-ideológicas -post-dictadura trujillista- triunfó: a) la de Joaquín Balaguer, sin mas referente que la herencia trujillista y el bonapartismo que instauró -a sangre y fuego, chicanas y fraudes electorales- 1966-78; o b) la liberal doctrinaria-ideológica -sumado a sus aportes socio-históricos y obras literarias- de Juan Bosch cuyo basamento humanístico-filosófico-cívico fue una ética pública-privada impoluta?
No hay que ser adivino ni cientista social para auscultar en lo que es resultado y practica hoy día en la actividad política. Sin duda, el Fouché de Navarrete, triunfó, no solo como “escuela política” y prototipo de gobernante exitoso, sino también -y como centauro que era-, como prototipo de animal político dueño de su histrionismo y de sus hazañas políticas. ¡Casi nada!
Asistimos pues, al triunfo de los liderazgos antidemocráticos -en otras palabras, del control omnímodo de las jerarquías de los partidos- por encima de las organizaciones políticas, sus democracias internas, sus vidas orgánicas-institucionales, o peor, por encima incluso de cualquier asomo a lo que debería ser un partido político: escuela de ideas, de debates, de criticas y autocriticas, de refrendación eleccionaria, o tan siquiera, espacio plural para la reflexión -de arriba abajo- en consulta y procura de consensos amplios, participativos y refrendarios. Y no resulta así, porque, primero, nadie se quiere refrendar -en elecciones universales internas y libérrimas (ni siquiera los de “izquierdas” o alternativos) -, ni tampoco salir de su zona de confort. Por ello, los partidos, con la excepción de sus cúpulas, son Convidados de Piedra. Allí -fuera de sus instancias jerárquicas- no se discute nada, e incluso, no hay otro ejercicio que no sea el de levantar la mano -en genuflexa liturgia- para repetir el estribillo del diputado de la décima del Juan Antonio Alix:(¡“corroboro, corroboro, corroboro»!).
Sin embargo, tarde o temprano, ese triunfo-suplantación (antidemocrático), terminará siendo crisis total e irreversible de los partidos, sus gerencias y líderes (por más que éstos últimos crean que no le alcanzará). Sera cosa de tiempo. Quizás de no mucho tiempo, si no olvidamos que Chávez, Mojica,Lula, Correa y Evo, emergieron precisamente de esa crisis de partido y, de paso, barrieron con lo que quedaba de esos ´aparatos tradicionales´, pero también, con esos “líderes” que suplantaron a sus organizaciones -porque no quisieron, entre otras cosas, legar instituciones políticas fuertes y democráticas que les sobrevivieran- en franca castración de sus democracias internas, liderazgos emergentes y en ciernes.
De modo que, no sólo hay que procurar el triunfo electoral -y su correlato: avances y reformas en el ejercicio del poder-, hay también, post-elecciones, que procurar y defender la institucionalidad orgánica-estatutaria y la democracia interna de los partidos políticos, digo, si es que aspiramos a superar el bazar-mesa replegable (y de zafras) en que han convertido a las otroras organizaciones políticas en franco detrimento histórico-dialéctico de aquella supremacía orgánica gramsciana -en contraposición-superación teórica-doctrinaria del Príncipe de Maquiavelo-: que consignaba “…El Moderno Príncipe… no puede ser una persona real, un individuo concreto, sólo puede ser una organización, un elemento de la sociedad en su conjunto, donde ya se ha iniciado la concreción de una voluntad colectiva reconocida y afirmada parcialmente en la acción. Esta organización está dada por el desarrollo histórico…”. En nuestro caso, involución histórica-política, pues es muy evidente que nuestros partidos políticos -sin excepción- no pueden siquiera regentear, con un mínimo de garantía de igualdad y apego institucional, sus procesos eleccionarios internos (en lo concerniente al partido e instancias orgánicas, o lo referido con mira a los aspirantes a los poderes públicos: senadores, diputados, síndicos, regidores, etc.) sin que surja el dedazo, el grupismo, el clientelismo o, el tráfico de influencia.
Y así, más que actores propositivos-protagónicos de sus organizaciones, los miembros y militantes -y en no poco caso, sus cuadros medios- de los partidos políticos han pasado a ser -por cansancio, impotencia y delegación claudicante de sus derechos- espectadores y rubricantes de la democracia que le han secuestrado en sus propias narices.
Hace falta pues, el predominio de ese Príncipe -en el contexto de la supremacía de un marco normativo jurídico-político- constitucional, y por supuesto, colocarlo en el centro de la vida orgánica-institucional de las organizaciones políticas que aspiran sobrevivir al inmediatismo antidemocrático de sus gerencias (llámese: cúpulas o jerarquías).
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cualquiera que leè a este socio de los defalcadores y beneficiarios de la demoliciòn del pld , al cula han convertido en una corporacion politica llamada pld , piensa que este hipocrita està hablando de una organizaciòn que no es la corporacion politica llamada pld de la cual este energumeno es miembro y hasta tiene el titulo de dirigente o dirgei-gentes .sr. camaleon , usted tambien es responsables de los males que està sufriendo una gean parte de ese pueblo de la peninsula de los ciguapos , usted sr, camaleon, podràs confundir a muchos y muchas con su estilo o… Leer mas »