Cotuy, el poeta y el cadáver
COTUY.- Ahora que el Hombre del Sombrero ha sido trasladado al Hospital Monte Sinaí, un hospital judío enclavado en una hermosa área de la ciudad de Miami Beach y donde operaron a mi madre hace años, volvemos a visitar a nuestro pueblo con una nueva incumbente en la alcaldía y un grupo de regidores vividores que se la buscan de la mejor manera.
La provincia Sánchez Ramírez es la más rica en todo el país por sus productos y minas, pero vive en lo General como pordiosera leprosa; como prostituta chapiadora ante la indiferencia de sus conciudadanos. Recuerdo aquel gran escritor costarricense Rafael Cardona, dejó un día su tirso de poeta y sus filosofías, como un vecino más, con deseo y plenitud de derecho de excursiones por los alrededores capitalinos. Quien le oye ahora el relato cree estar ante Stanley y de vuelta del África o del señor de Tarascón de regreso de sus aventuras alpinas. Pero en Sánchez Ramírez no es así.
Hace un par de días visite la capital de la provincia en compañía de un amigo. No fui a saludar a nadie y mucho menos a hipócritas. Caminé por esos riscos que desde niño hacia y barrancas de robledades y encinas, a paladear sosiego campesino y vitalizarnos de agua y de sol. Sin creernos un Apolo digno de mostrar formas clásicas, solo recordaos «que en la muda soledad del campo verde» puede uno tomarse libertades que en la ciudad consideraría pecaminosas la policía. Por lo cual dejamos al aire el velludo pecho y las nudosas piernas y nos lanzamos valientemente, pied un, por el lecho de una especia de riachuelo al que ahora, con acento odiseicos, llamo el río de la Virgen del Capacho.
Así avanzamos, sin miedo de herirnos las plantas con filos de guijarros, ni a ser mordidos por alguna jaiba o una rata de las que tanto abundan agresivas. Aspirábamos la naturaleza, rehacía la misma suya, fatigaba por trabajos mentales con vitaminas y elementos endocrinos de arboles y laderas nemorosas. Podía acaso considerarse como si hubiera vuelto a aquel estado primero por el que suspira en sus acerbas melancolías Juan Jacobo Rousseau.
¡Cuántas voces, sólo reservadas a los altos poetas, que son los grandes intérpretes, no le dijeron su secreto! « ¡Oh naturaleza, oh virgen muda – dijo Heine—tus relámpagos son tus intentos de hablar!». Para un lirico, proseguimos, la presencia de las cosas no es inerte, sino que por ellas fluyen inexhaustas sugerencias. Tal roca, un rencor petrificado; tal florecilla al viento, un amor que no se dijo. Y ese tajo altísimo por donde vamos algo fatigados ya, enorme herida de una gran guerra geográfica.
Salvo que alguna gallinas silvestres, es de pensar que ningún ojo viviente presenciara la desnudez de los caminantes, que ascendían ceñidos a besos por la linfa que les huía entre los pies. Pero la naturaleza, que no olvida que fue griega, debe de haber personificado en ellos algún par de olímpicos que por acaso volvieran a posar en la tierra, como en los homéricos tiempos. Semejante desnudez y tal serenidad vencedora de fatiga jadeante y pavor solitario, no podían ser sino inmortales que remontaban las aguas de ese Alfeo, conocido aquí por el nombre de Río Yuna.
Cotuy que ha sido huérfana de autoridades desde 1952 cuando Trujillo quiso que fuera provincia y en vez de desarrollarse decrece y sus compueblanos salen de su provincia a buscar nuevos horizontes; zonas francas cerradas; la Mina de Oro con pocos empleados de la Provincia; el puente sobre el Río Yuna desplomándose; el comité que desea que le den el 5% locos para repartirse el dinero; una ciudad sin salubridad y sin sanidad sanitaria y sin alcantarillado… demagogos senadores que nunca han llevado un proyecto de ley a favor de su pueblo; jueces y fiscales con fachas de embusteros; narcotráfico a la luz del día; sicariato ordenado desde Filadelfia cobrando deudas ajenas; homosexualismo y lesbianismo a montmanchè; borrachos las 30 horas del día… y el pregón de un niño llamado Danielito: «Papi sácame de aquí que este es un pueblo asqueroso».
Era tiempo de escuchar un poema de Tony Raful o de Freddy Miller. La cañada se iba abriendo ante el poeta como ante un Moisés las olas de un mar de piedra y arboleda. Cañada-bocina como para ser resonada solamente por pujante brío de tempestad. Las horas iban cayendo desmenuzadas. Un principio de cansancio insinuó que Sancho debía volver atrás, volviéndole espaldas a la aventura…
En esa caminata pensábamos en los muertos del Cementerio Municipal. Cuantos amigos enterrados allí. He aquí que de pronto nos detiene en seco un hedor abominable, un gas asfixiante de podredumbre, como si toda la tierra se estuviera descomponiendo. Era un cadáver, un mísero residió humano en que el esqueleto no había acabado de sacudirse de carroña. Y se apagó la luz en los ojos nuestros, al aparecérsele la innegable evidencia del hecho brutal: el fin de todo en medio del principio de todo.
¡El empujón que los hace caer a la profundidad, para quedar allí como una cosa miserable que hace huir con el pañuelo en las narices! Los enormes cadáveres que sacan del Cementerio Municipal y los tiran en las cañas para enterrar a otros y se van de cabeza con sordo rumor de cascada inextinguible.
Hoy en que el otrora Bienvenido Lazala (Ñeñe) comprara a nombre del Ayuntamiento un terreno para construir el nuevo cementerio y Rafael Molina Lluberes ni las autoridades de entonces hicieron caso, es de orden que la nueva alcaldesa, Teresa Inoa no permita que sigan sacando cadáveres del Cementerio municipal como si fueran carne de carroña; seres humanos que fueron a descansar allí. El día menos pensado a Tatica la madre de José Antonio Acostas; a Doña María Cassó; a Agapito Molina y a Doña Bella; al doctor Antonio de Jesús Cassó y a Chocorroca Sánchez o a William Caco, a Conchita Rincón, a Justo Suárez, Lucilo Palmero Blanco los sacan de sus tumbas para enterrar a otros.
¡Qué clase de bochorno, señores hipócritas de Cotuy y tengo que ser yo que venga con este tipo de denuncias!
Señora Inoa, en sus manos está el legado de construir el nuevo Cementerio y empujar para que el Presidente Medina construya el puente sobre el Río Yuna. Por favor, no caiga usted, en la demagogia de Marino Hernández, Rafael Molina y demás yerbas aromáticas, porque siendo usted sobrina de una de las educadoras mas grandiosas que ha dado Cotuy, Mercedes Soriano que como si fuera mi madre, quedaría muy mal todo lo que usted representa en esa tierra que tan bondadosa ha sido a pesar de tener como hijos a un grupo de pirañas.
Y nosotros que fuimos a cortar rosas de égloga mañanera, regresamos con sulfatos de filosofía en la boca amargada. De esa filosofía tan conocida y tan desconocida que pone la nada al final de todos los caminos, hace que de lo alto perdamos pie inexorablemente y que cuando estamos abajo, en excursión dominical, nos caiga un cadáver del Cementerio Municipal de Cotuy acaso siendo uno de nuestros propios familiares.
¡Mezcla para los albañiles, señorita Inoa!
jpm