Constanza: Belarmino Matos y mis recuerdos de niñez

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EL AUTOR es comunicador. Reside en Santo Domingo.

 

He afirmado que Constanza es el Edén Dominicano. Desde que llegué de Cuba mis padres de La Vega cayeron en aquel municipio fresco y hermoso donde mis primeros años se fueron vertiginosos. En esas praderas de frio, vegetales, pájaro y amor fueron mis primero años de la existencia arropado por el amor de mis padres y muchas personas que de una forma u otra luego de 61 años recuerdo con agrado.

Ver a mis padres vivir dentro de una armonía sin igual; a mis hermanos David y Esther crecer de una forma tan inocente en aquellos lugares dignos de quedarse para toda una vida. Yo, al menos, compartir de niño el apaleo de las vainas de habichuelas cuando venia la cosecha; ayudar a seleccionar papas cuando se cosechaban y mi papá traer de la parcela de Bartolo Soriano inmensos repollos que con remolacha y zanahorias mi madre se encargaba de hacer unas exquisitas ensaladas. Mirar el acoso de los chivatos del régimen de Trujillo en torno a la casa donde vivíamos encabezados por el Dr. Varona. Tener que dormir con agentes trujillistas que en aquella época pedían «posada» con grabadoras en fundas para gravar todo lo que en mi casa de hablaba….

Ver a ese Edén tan inmenso y en materia de derechos civiles una ciudad absolutamente barbará, mi niñez se desarrolló en la espesura de ese frio y candor hermoso que nos dieron los «Viejos» y muchos amigos del entorno. Fue muchos años después a mi contacto con la otra Civilización y mi larga permanencia en otros países, que conocí a ciencia cierta todo el viacrucis de mi padre por aquellos años en que abrir la boca en contra de una tiranía le costaba la vida a cualquiera. Esos años vírgenes en Constanza, alimentado por la plena contemplación en el boscaje y la mirada sincera de la buena gente constancera de aquel entonces, era mejor que este estilo de vida de corrupción pueblerina y de falsías constantes que da al alma el mundo de la Civilización hueca. Porque en la niñez los falso modelos no corrompen el gusto, y llegamos a la revelación de la Belleza completamente aptos para recibirla y comprenderla cuando se convierten en guirnaldas de admiración y verdad…

Mirar el «pizicorre» rojo que publico hoy es un recuerdo fehaciente de lo que hizo la mano del amo… una forma que pensó que podía silenciar la palabra sazonada de los predicadores de entonces entre los cuales estaban mi papá y otros, específicamente Don Hilario Díaz Bonachea que previo a la invasión del 14 de junio como en el caso de mi papá era una constante el acoso por parte del sátrapa ya que ambos eran cubanos. La historia de ese vehículo es el prefacio y el epilogo de diálogos a las tres de la mañana con esos ministro evangélicos en aquella época. Mirar solamente la fotografía me lleva a esos recuerdos de zozobra en mi casa. Cada vez que había una anuncio referente a Trujillo la vida se convertía como un reguero de pétalos y mi madre que era una mujer libérrima no se aguantaba, no, no se aguantaba… con el puño golpeaba una mesa con su mano izquierda en un gesto de desesperación e impotencia. Ahora ustedes deberán comprender por qué so y un soldado de  la libertad.

Mirar ese grupito de Evangélicos en esa congregación diezmada de Constanza que un misionero llamado Cecil Samuels comenzó a predicar por los años de 1942 tanto en Jarabacoa como en ese Edén… mirar a Georgio Morell con su familia, a Magdaleno Capellán a Eli Samuel Capellán, a Hermes Eli Morell, Hermas su hermana, a Santos Pecador, a Denis Capellán junto a los Soriano, etc. es tanto gozo que nos crea que es algo tan refrescante. Ver aquel solar donde mi padre construyó el primer Templo Evangélico de esa comarca que gracias a Rafael Báez «El Barcino» quien donó el solar para construir el Templo y aquel viejo Narciso el abuelo de Amparo Quezada y Yino Quezada  que abrió las puertas del Evangelio en ese Edén por los años 40… así que pueden ver ustedes como de una forma tan especial uno recuerda tantas cosas con el asomo de algunas fotografías.

De esos recuerdos traigo a mi mente a Belarmino Matos. Un hombre que conoció el Evangelio por esos caminos del sur dominicano; hombre que en Bonao vivió bajo la sombra de don Francisco Sosa (Quico) y que en esa nota vivencial sacó su licencia de conducción gracias a ese hombre amigo de mi padre y padre de Elías Sosa el lanzador de los Gigantes de San Francisco en su época de oro. De ahí Belarmino fue a Constanza donde daba viajes del Edén Dominicano a la Capital transportando flores en el famoso pizicorre desde el Hotel Lirio Cala de Doña Cunda familia de los Collado fundadores de ese pueblo.  Belarmino se hizo tan amigo y hermano de mi casa que mi madre le puso de apodo «Beluco» y siempre que llegaba a mi casa con un uniforme de caquis llevaba algo a la casa. En una ocasión llevó un cubo pequeño de Boruga y me di una atragantada de ese tipo de yogurt natural que casi me muero…. hasta el día de hoy no he probado mas la famosa Boruga. Que era un requesón que, después de coagulada la leche sin separar el suero, se bate con azúcar y se tomo como refresco.

Decia Martí que los niños nacieron para ser felices. Belarmino Matos es parte de esa felicidad, porque siempre nos trató con amor y cariño y a pesar de sus 84 años de edad se recuerda de nosotros con amor, cariño y ternura y yo a mis 61 años de distancia lo recuerdo quizás apostrofando que no sé de mayor tristeza que ver a un amigo mío triste. Porque en el caso de mis padres Belarmino fue un endecho de amor y la amistad es tan hermosa como el amor: es el amor mismo, desprovisto de las encantadoras voluptuosidades de la mujer. Matos para nuestra familia es un «cojín» y no hay cojín como un amigo. Con esa familia he aprendido a preguntarme: ¿Sufres, y no lo dices a tu amigo? He aquí una deslealtad. En la distancia puedo asegurarles que hay médicos diversos, y el mejor, es un buen amigo.

Para poner punto redondo a estas ideas de la mente y hebras profundas de mi corazón siempre recuerdo a Mercedes Antonia Abud que todavía cuando esta por la Florida visita a esa familia tan llena de encantos y recuerdos constanceros. Que me dice que Doña Tata no ha muerto; que me pregunta por Remigio; que se recuerdo del glorioso José Pelón y de Pablo Binet Sosa…

Con la familia Matos en particular puedo decir que la Amistad es la única dulzura de la vida. Y acordarse de un amigo es como recibir un beso.

Para salvar a Gomorra hubieran bastado cinco justos; para ser inmortal, basta un recuerdo de amistad sincera. A lo largo de todos estos años Belarmino Matos ha sido un baluarte de esa amistad en el amor del Crucificado.

Benditos sean…

Sin escuchar la música es imposible comprender mis hebras ya tan deshechas y sentimentales…

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