Chile: vivir entre temblores
Por Fausto Triana *
Santiago de Chile (PL) Comienza a vibrar una lámpara, los cuadros se estremecen en la pared y el ventilador camina: simple, hay un temblor, estamos en Chile.
Episodios que se repiten, sin exagerar, cada semana. Lo raro en Chile es que no haya temblores. Se trata del segundo país más sísmico del mundo detrás de Japón, debido a su ubicación en el cinturón de fuego del Pacífico.
Con esas amenazas permanentes, los chilenos se han esmerado en la preparación para intentar que el impacto de fenómenos de esos tipos sea lo menor posible. Para terremotos y volcanes emitiendo cenizas de forma anárquica, son pocos los paliativos.
Los expertos aconsejan prestarle atención con el rabillo de un ojo, y tomárselo con paciencia con el otro. No existen fórmulas para combatir un terremoto y mucho menos los tsunamis, dos fenómenos naturales sin respuesta eficaz del ser humano.
El más reciente violento sismo que afectó a Chile ocurrió a las 19:54 horas del 16 de septiembre de 2015. Dejó más de 13 muertos y varios desaparecidos, además de cuantiosos daños a viviendas y comercios.
Al terremoto se sumó un tsunami, dicen que moderado, pero provocó enormes destrozos en las zonas costeras. Para colmo, más de 310 réplicas en seguidilla se dieron desde la noche del 16 hasta el 20 de septiembre en el centro y norte del país austral.
El asunto es tan serio como tan común. No queda más alternativa que acostumbrarse a coexistir con los movimientos telúricos en este largo y estrecho país austral, que deslumbra al mismo tiempo por la diversidad de paisajes y naturaleza.
Hace un año contaba una anécdota en tono de sorna. Me encontraba en Bogotá, Colombia, y acababa de tomarme una copa de vino cuando de pronto sentí un vértigo tremendo.
La primera reacción fue culpar al delicioso tinto francés, hasta recibir una llamada telefónica de Claudia, una entrañable amiga, que casi sin saludar me dijo: ¿sentiste el temblor? (…) muy fuerte pero corto (…).
Aquella primera experiencia con un sismo estaba lejos de convertirse en un hecho aislado, porque el asunto en Chile es demasiado frecuente como para que pase inadvertido.
Luego de una seguidilla de temblores a finales de marzo de 2014, la pregunta de todos en Santiago, la capital, era saber cómo lo habíamos sentido. Fue un movimiento telúrico de 5,4 en la escala de Richter.
De todas formas, una estancia prolongada en Chile hace imposible eludir las sensaciones de los sismos. La sensación de sentirse en el centro de una licuadora se repite con frecuencia para los que vivimos en la altura.
Insistentemente he pedido consejos a los porteros y custodios del edificio donde resido en un duodécimo piso. La respuesta es siempre la misma: mejor quédese en su apartamento, debajo de los marcos de las puertas mientras dure el temblor, porque la calle tampoco es segura.
HISTORIA TELURICA Expertos chilenos consideran que las pesadillas sísmicas se dan de forma cíclica en Chile cada año. En 2014 más de un centenar de réplicas con intervalos de 15 minutos se dieron en diversas regiones. Sólo en 2015 más de una decena de terremotos de mediana intensidad ocurrieron en el centro y norte del país. Al sur le quedaron los volcanes en erupción expulsando endiabladamente cenizas.
Cada movimiento telúrico lleva asociado en el reporte de los organismos responsables una frase tranquilizadora: no representa peligro para la formación de tsunamis. En realidad, se temen siempre aludes y maremotos.
La Oficina Nacional de Emergencia; el Centro Sismológico Nacional de la Universidad de Chile; el Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada de Chile y el Sistema Nacional de Alarma de Maremotos son algunos de los dispositivos existentes aquí.
Dentro de la desgracia, el país sudamericano ha logrado un alto nivel de especialización y al mismo tiempo, la población tiene un entrenamiento notable que permite minimizar las consecuencias de estos fenómenos naturales.
La historia señala al terremoto de Chillán, en 1939, como el más devastador con un balance de cinco mil 648 muertes.
Sin embargo, los chilenos tienen recuerdos recientes también demoledores, como el sismo del 27 de febrero del 2010 de 8,8 grados, en la zona central y sur, que dejó un saldo de 526 muertos, 800 mil de damnificados y 30 millones de dólares en pérdidas.
Hace algún tiempo, el geógrafo físico Marcelo Lagos, de la Universidad Católica, anticipó que el norte de Chile está abocado a un terremoto de fuerte intensidad. Mientras tanto, no queda otra que prepararse de la mejor forma posible.
La mística de los chilenos es bien diferente al resto de los habitantes de este planeta, por razones obvias y perentorias: terremotos, tsunamis, volcanes eruptivos e inundaciones.
Pánico, drama y sufrimiento eran las imágenes del Día Después del muy reciente sismo de alta intensidad. Sin embargo, la mayoría de la gente daba gracias a Dios al minimizar los daños, repitiendo la frase: lo material se recupera.
*Corresponsal de Prensa Latina en Chile.
arb/Ft