Carta abierta a mi padre Julio Caminero (EPD)
Hola Papá Caminero:
He buscado entre prosas, versos y libros qué cosas puedo decirte hoy. Sé que no estás entre nosotros físicamente, pero cómo hemos de olvidarte, si estas en cada acción de mi vida… ¿Qué cosas decirte hoy Papá?, ¡cómo sino te conociera!. Habrías dicho lo mismo que siempre nos dijiste a tus hijos…”no digas nunca te quiero Papá, si esa frase no va acompañada de hacerme sentir bien por actuar como les enseñe”. El hombre que siente mucho habla poco y lo demuestra con sus acciones. Ese eras tu Papá.
Para que rebuscar entre libros, prosas y versos si es tan simple: te puedo decir “te quiero Papá”, porque aún en tu presencia, o en tu ausencia ahora momentánea (pues solo te nos adelantaste al lugar donde todos hemos de ir), no he hecho nada de lo que te puedas avergonzar. Entonces, es fácil decir “te quiero Papá” si en tu diccionario personal eso significó “hacer lo correcto”. Pero cómo no hacer lo correcto Papá, si fuiste mi ejemplo, solo seguí tus pasos…trabajador, solidario, buen amigo, buen padre, buen abuelo, buen esposo, buen hijo de Dios. Desprendido, no tenias nada, pues lo que tenias era no solo de tu familia, sino de todo el que te rodeaba. No fuiste perfecto, aun Jesús, el hijo de Dios, flaqueó en un momento en la tierra; pero tus errores eran simples ante la inmensidad de tu corazón. Fuiste tan bueno, que nunca te vimos donde un médico por estar enfermo, no te vimos nunca en ninguna Iglesia, ni misa, ni conventos y ni grupos. Tenías tu propia relación con Dios…y lo hacías muy bien, practicaste tu propia fe con tus acciones. Tenias tanta dignidad, tenias tanto corazón, que al final, cuando necesitaste de un médico, sabias que era el final, y para no hacer sufrir a nadie, silenciaste tu enfermedad y cabalgaste con tu sufrimiento interno hasta apagarte poco a poco, sin quejidos, ni lagrimas y sin remordimientos.
Te recuerdo Papá, desde mi infancia hasta tu final, siempre ahí, enseñándonos, aconsejándonos, con dulzura, a veces con energía, pero nunca con látigos, pero si con tu ejemplo. Recuerdo cada uno de tus consejos de experiencia de vida, para tratar a las damas, como siempre nos decías, a las mujeres nunca maltratarla…solo quererlas.
Recuerdo con tanta emoción cuando nos presentabas ante tus amigos nuevos, no nos dejabas hablar, les decía a tus amigos con tanto orgullo y satisfacción que se veía en el brillo de tus ojos, quienes éramos, como éramos, que profesión teníamos…y sobre todo, siempre decías esa palabra mágica que aun resuena como redoblantes de satisfacción en mi pecho…”ese es mi hijo”. Que honor mas grande, que privilegio mas hermoso, que galardón inmerecido, haber sido uno de tus hijos.
Por eso, de las pocas veces que hablo de ti Papá, hoy no estoy triste, ¿sabes porque Papá?, porque puedo decirte…sin palabras rebuscadas en diccionarios, ni en prosas, ni versos ni libros…quizás la palabra con la mejor melodía musical que he escuchado, porque ella va acompañada de lo que siempre me enseñaste…puedo decirte “Te quiero Papá Caminero”, porque aun no te he defraudado. ¡Y FFelicidades en este Día del Padre!