Cadena de crímenes en política criminal

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El autor es abogado. Reside en Santo Domingo

El maestro Lombroso, tratando en 1879 del incremento del crimen en Italia y los medios para detenerlo, hacía alusión a la necesidad de “luchar contra la ignorancia, la superstición, los prejuicios, el alcoholismo y la miseria, bajo todas sus formas y contra todas sus causas”.  

Vigilar las formas de asociación que solo pueden favorecer el aumento de los delitos; realizar cambios en el poder judicial y el procedimiento penal; reformar las cárceles; difundir el informe de los delincuentes; orientar a la policía hacia métodos técnico-científicos con el uso de la foto, el telégrafo y especialmente por el conocimiento del delincuente; reformar los códigos y transformar las medidas de seguridad pública”.

Todas esas consideraciones muestran claramente que, desde 1879, Lombroso señalaba la amplitud y la complejidad del trabajo que reclamaba una organización eficaz de la profilaxis  criminal.

Pero es solamente después de haber reconocido que los sistemas de política criminal basados sobre principios ideológicos son insuficientes a combatir el fenómeno de la criminalidad, y menos todavía a prevenirlo, que hemos podido centrarnos en particular en esta cadena de la profilaxis criminal.

Esta, basándose esencialmente sobre el conocimiento de las causas y la dinámica de las diferentes actividades criminales, individuales o colectivas, y tiene dos propósitos fundamentales:

eliminar o al menos reducir todas las condiciones biopsicológica y sociales que, directa o indirectamente, descartar de la vida social, por una duración más o menos larga, mientras buscan  a reeducar, todo individuo pudiendo ser considerado como peligrosos, tanto desde el punto de vista social como del punto de vista criminal.

Eso nos hace comprender que todos los medios y todas las actividades que tienden a mejorar física y moralmente la persona humana, así como a perfeccionar la cultura, la economía, la higiene y sobre todo la moralidad del entorno social, deben concurrir al desarrollo de la profilaxis criminal. A este propósito es preciso distinguir una profilaxis general y una profilaxis especial.

Los especialistas admiten cada vez más que todas las leyes y las instituciones creadas para mejorar las condiciones higiénicas, económicas, culturales y morales de los individuos y de las masas interesan igualmente el problema de la profilaxis general de la criminalidad (según los maestros Vervaeck, Kinberg, etc.).

 Igual que todo lo que es realizado en el dominio polico-social para descartar y reducir las muchas causas perturbadoras del desarrollo físico, psíquico y moral del individuo constituye una de las condiciones esenciales de una profilaxis criminal verdaderamente eficaz(señalan Falco, Krjchowski, Lhombart).

 Es fácil comprender que la profilaxis criminal no puede organizarse en todas partes según los mismos principios y que, por el contrario, debe realizarse con medios en relación con las condiciones étnicas, culturales, económicas, políticas y sociales propias del país diferentes países (Kruchowski, Gurdjicov, Dworzak, Volter).

Sobre la base de este conocimiento, se puede afirmar que la organización de la profilaxis criminal general exige que cada individuo tenga la posibilidad de desarrollarse normalmente desde todos los puntos de vista: física, psíquica y moral.

Es necesario que la organización material espiritual de cada familia pueda permitir el desarrollo normal y la educación regular del niño; que la escuela sea capaz no solamente de suministrar la cultura necesaria, sino también formar el carácter de los jóvenes.

Que la organización del trabajo sea cada vez más orientada según las capacidades de cada uno y las necesidades de la vida social; que las instituciones político-sociales sean fundadas sobre principios sólidos de justicia y de moralidad. Que la lectura, prensa, publicidad, teatro,  cine, la radio contribuyan para fortalecer cada vez más la moralidad individual y colectiva. 

JPM
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