Arturo Logroño

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El licenciado Arturo Logroño estaba lejos de ser cínico y peor sería catalogarlo de hipócrita ,como ha tratado de calificarle ineficazmente el extinto intelectual y político Joaquín Balaguer en sus habituales críticas ponzoñosas para pretender ultrajar grandezas ajenas, sobretodo contra aquellas figuras brillantes cuyo intelecto sirvió para dibujar el país como si se tratara de algún cuadro en el que solo podrían caber los intelectuales más egregios de la exigua corte de eruditos que decoró la nación con sus brillantes intervenciones y oratorias extraordinarias. La postmodernidad no podría ser lo que es si no hubieran hombres cultos que comunicaran sus ideas admirablemente y con la requerida precisión y luminosidad de un Arturo Logroño, a quien se le conoció en el mundo ilustrado como “el príncipe de la oratoria nacional” por su elevada efectividad tribunicia y su verbo depurado y persuasivo. Arturo Logroño fue un intelectual dominicano cuya prosapia no deja duda de su herencia y de su procedencia culta; era hijo nada más ni nada menos que de monseñor Fernando Arturo de Meriño, uno de los tribunos más preclaros y sublimes que tuvo el país, de quien se supone habrá recibido su cualidad de tribuno eminente. No hay duda que el discurso de Logroño no estuvo impregnado de la literatura barroca, sin embargo, se podría decir que de ella recibió el difícil arte de convencer al público más exigente y, al mismo tiempo, provocaba un sentimiento propio de la oratoria profusa y deleitosa. Se diferenció del discurso de Balaguer, bañado de elocuencia y estrictamente deleitoso, al parecer hecho únicamente para agradar y provocar pasión en las masas, no obstante, vacío de contenido doctrinario. El talento heredado de Arturo Logroño fue siempre envidiado por aquellos cortesanos que rodearon a Trujillo, a cuyo régimen el prestante hombre público le sirvió de consejero ilustre y a quien le tocó escribir solamente aquellos discursos dirigidos desde las graderías dispuestas para ser pronunciados en los foros internacionales en los que la patria muchas veces bajó coronada de lauros, más por la pluma certera del escritor sublime que por la elocuencia del expositor. De esas eminentes virtudes escriturales estuvo adornado el acontecer público del “príncipe de la oratoria nacional”, por lo que no era para menos que muchas veces tan prestante intelectual y escritor se viese arteramente aguijoneado por mentiras que hacían circular en los pasillos palaciegos quienes en la época pusieron sus plumas codiciosas, no obstante brillantes, al servicio de móviles oscuros. Ningunas de las críticas insanas publicadas por Joaquín Balaguer en su obra Memorias de un cortesano de la Era de Trujillo, tales como que el prestigioso intelectual Arturo Logroño era un cómico cuya función fue la de “amenizar los momentos de ocios” de Trujillo. Lamento decirlo, pero existe la sensación dispersa entre intelectuales y funcionarios de aquel régimen, al que también le sirvió el autor de la obra citada, que decían en secreto que Balaguer fue una especie de reencarnación de la diosa Envidia de la mitología que apareció en la literatura romana en Las metamorfosis, de Ovidio. Cuentan que Balaguer siempre andaba con la manzana dorada de la discordia de la diosa Eris en sus manos para arrojarla a cualquier prestante intelectual de la época a quien él creyera que su don de oratoria y refinada cultura podría en algún momento hacerle sombra a su carrera política al lado del Jefe. Balaguer, intelectual indiscutible y apasionado por el poder, muchas veces hacía las veces de Paris y terminaba su rapto provocando la desgracia de su inocente víctima. Hay que recordar la humillación que le asestó Mussolini, el “Duce”, a Trujillo con el caso de don Amadeo Barletta, de cuyo hecho fue ingenuamente culpado el entonces canciller Arturo Logroño. Escudarse en Trujillo y no en sí mismo comparando la figura de un personaje popular de los barrios de Santiago conocido con el mote del “Venao” con la personalidad egregia y respetada de un Arturo Logroño con este sujeto a quien yo conocí personalmente en mi infancia y quien era propietario de un colmado que estuvo localizado en la calle la Muñeca esquina Evangelista Gil, es pretender infamar y denostar una dignidad bien ganada. Quizás movidos sus enemigos por un libidismo político entendible en aquella época debido a que el poeta y abogado Arturo Logroño era poseedor inigualable de una oratoria primorosa y de la cual hacía filigrana con la improvisación. En una ocasión en la que Logroño apareció, obligado por la circunstancia, como último disertante en una manifestación contra una de las primeras conspiraciones contra Trujillo en el hotel Presidente, el insigne tribuno expreso que: “Trujillo era como el sándalo, que perfumaba el hacha que lo hiere”. El sándalo es el árbol sagrado de la India, sin embargo, esta frase fue posiblemente tergiversada maliciosamente por ciertos monaguillos intelectuales de Trujillo, costándole el cargo de secretario de la Presidencia a Arturo Logroño. Empero, estudiada y conocida la verdadera raíz de la frase produjo que los autores del atentado fueran todos puestos en libertad, según lo narrado por el doctor Carlos Arturo Logroño, hijo del ilustre orador y poeta. Arturo Logroño, además de abogado e historiador, ejerció el periodismo. En este último oficio trabajó en elListín Diario y en la revista La Cuna de América. Sus trabajos periodísticos recibieron el elogio de los lectores cuyos escritos y comentarios eran esperados con furor por sus interesantes contenidos. Como historiador vigoroso e investigador se empleaba a fondo para extraer de la hondura de la historia aquellos acontecimientos que servían para destacar el heroísmo de los hombres que se ofrecieron voluntarios a cuidar la puerta de la Patria preservándola de las embestidas fruto de las tramas urdidas contra la libertad y la soberanía. Uno de sus trabajos más renombrados y apreciados lo constituyó aquel importante Compendio didáctico de Historia Patria, el cual ha servido para orientar y conocer todo el proceso histórico y sociológico vivido por la nación dominicana desde sus mismos inicios hasta el período de su conformación política como Estado soberano. Es decir, que Arturo Logroño ha dejado reminiscencias históricas y políticas de alto valor didáctico, trascendental y cultural los cuales quedan como estampas referenciales de las cuales podrán servir para refrescar el intelecto formativo de todas las generaciones presentes y futuras que deseen interesarse por los asuntos decisivos en el desarrollo de los destinos de una patria. Ha sido y es mi gran interés como escritor extraer de la charca cenagosa del olvido a este paradigma de la erudición dominicana que sin duda a muchos que tuvieron a larga distancia de sus luces intelectuales han querido que su memoria permanezca bajo el manto de la oscuridad. Por tanto, razón suficiente tengo para tratar de rescatar del panteón donde reposan los despojos mortales del ilustre escritor, poeta, periodista y abogado Arturo Logroño, con la sana y dulce intención de que su ilustre figura de intelectual esclarecido no quede innecesariamente en el olvido histórico.

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Victor
Victor
3 Años hace

muy mal narrada