Apuntes históricos sobre la anexión a España

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Wilson Ramírez Dirocie

POR WILSON RAMÍREZ DIROCIE

Algunos historiadores dominicanos y españoles han querido explicar la anexión, atribuyéndole a Santana preocupaciones personales por la suerte del país (La posibilidad de una invasión procedente desde Haití) o ha sentimientos pro-españoles originados en su infancia. Pero la verdad es otra.

Según Juan Bosch y Gavino (El Caribe la Frontera Imperial, pag.554-557) lo que sucedía era que desde el nacimiento de la República en 1844, se había entablado en el país una lucha entre dos clases sociales antagónicas entre si, por un lado el grupo de los hateros o hacendados y por otro la pequeña burguesía dominicana. Los primeros querían gobernar al país con métodos propios de los latifundios y los segundos aspiraban a gobernarlos con los métodos propios de una burguesía, y como éstos no eran en sí una burguesía, no se afianzaban el poder ni podían tomar las medidas propias de una burguesía gobernante.

En consecuencia el país estaba en la peor crisis económica de su historia, su economía no mejoraba, no había señales de progreso. Cualquiera de los dos sectores para poder sacar el país de la crisis generaba una series de luchas, crisis política y movimientos llamados “revolucionarios”, conspiraciones y decretos que generaban prisiones y el exilio forzado de personas. La anexión fue la consecuencia directa de esa lucha antagonista entre esos dos sectores sociales, irreconciliables desde el punto de vista político.

Lo más curioso desde este proceso es que España no quería el proceso de anexión por el hecho desde que ella misma estaba envuelta en una proceso de luchas internas entre los terratenientes españoles, la nobleza latifundista, los funcionarios, la iglesia católica y la burguesía española. España carecía de grandes capitales para invertirlos en su suelo y mucho menos para invertirlo en Santo Domingo. Fue esa la razón que bajo la gestión del capitán general de Cuba, Don Francisco Serrano, quién recomienda la anexión, situación aceptada por la corona española y el 18 de marzo de 1861 se firma el decreto de la anexión, proclamada mediantes reuniones y actos públicos  en todas las plazas de la población dominicana.

Según Don Juan, la anexión no resolvió el problema fundamental entre esos dos grupos sociales, pues ni los haterosliderados por Santana ni el poder español estaban en capacidad de liquidar esa pequeña burguesía dominicana en auge. Y estos comenzaron a actuar el 2 de mayo, antes de un mes de la llegada de las tropas españolas, se produjo en Moca un levantamiento y a final del mismo mes se produjo la entrada de Francisco del Rosario Sánchez al país procedente desde Haití, uno de los tres padres fundadores de la independencia nacional. Después de varias escaramuzas Sánchez y veinte compañeros más fueron apresados, algunos de ellos, el propio Sánchez mal herido, fue juzgado y fusilado juntos a otros más, y se produjo el primer fusilamiento de una mujer dominicana, María Trinidad Sánchez.

El general Pedro Santana, a quién la Reina Isabel II había concedido el honor de designarlo Marqués de Las Carreras, renunció al cargo de capitán general de Santo Domingo en 1862 y fue sustituido por el general español Don Felipe de Rivero. Se atribuye esto a un descontento del general por no haberse cumplido los puntos más importante del “acuerdo de la anexión” (Ver ensayo sobre la anexión dominicana de Nasarquin Santana, 2015, diario del general  español Don Juan de la Gándara).

Previamente hubieron pequeños levantamientos que comenzaron en la región sur en Neyba, Guayubín y Sabaneta. Pero fue ocho meses después qué se produce en la zona fronteriza de Capotillounlevantamiento de rebeldes dominicanos, liderados por Santiago Rodríguez y el 6 de septiembre en la ciudad de Santiago se produjo un levantamiento de 6,000 rebeldes, liderados por el general Gaspar Polanco, uniéndosele posteriormente al grupo el joven Gregorio Luperón, quién descollaría  en dicha justa patriótica como una de su más insigne figura. Al final de la guerra se designo al general José (Pepillo) Salcedo, nacido en Santiago de Cuba, qué sería fusilado por “traidor” al querer un entendimiento con el gobierno español, al margen del sentimiento patriótico nacional.

Según Juan Bosch (El Caríbe la Frontera Imperial, pag. 554-557) cito: “La guerra de la restauración fue larga y cruel. Era al mismo tiempo una guerra de independencia y una guerra civil, pues Santana estuvo combatiendo del lado español hasta el día de su muerte, ocurrida en junio del 1864, y  junto a él combatieron muchos generales, oficiales y soldados dominicanos, algunos tan destacados como el general Juan Suero, a quien los españoles , asombrado de su valor, llamaban el “Cid Negro”.

Luperón no inició la guerra patriótica restauradora, se unió en el camino a ella, destacándose por su arrojo y su genio militar, como primera espada de la restauración. Señores así son las cosas, no como creen algunos historiadores dominicanos, parcializados en sus ideas y sus orígenes que a veces quieren ocultar o defender. La justa finalizó el 1ero de mayo con la firma del acuerdo del Carmelo, y tres días después se expedía el decreto real en Madrid que puso fin a la anexión. Los últimos reductos  de las tropas españolas salieron del país en julio de 1865.

Al leer este breve ensayo, creo podrán tener más juicio para juzgar al general Pedro Santana y su interés de la anexión a España, que como podrán ver no estaban en condiciones ni de cargar con ellos mismos (Este párrafo opinión personal del autor).

Quizás esa sea la razón de que los historiadores solo ven su punto culminante y álgido en la lucha por la independencia, desconociendo su cimero valor en la primera etapa de ésta, como primera espada en la lucha contra los Haitianos, y su papel en la batalla de Azua, que definió la salida contundente de las tropas haitianas del país y la batalla de Santiago, honrosa por la hidalguía de sus pobladores de quemar la ciudad antes que callera en manos del ejército invasor. Esta misma táctica se aplicó durante la guerra de independencia de cuba (Máximo Gómez, la campana de la tea incendiaria).

 

 

 

 

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