Amo o Patrón
La esclavitud es tan antigua como el hombre mismo. El libro del Éxodo relata la salida del pueblo de Israel de Egipto huyéndole a la esclavitud a que los sometía Faraón. Los filósofos griegos justificaban la esclavitud en favor de las clases nobles. Durante todo el imperio romano existió la esclavitud. Esclavitud es la propiedad de un hombre por otro hombre, la propiedad como si se tratara de un animal o una cosa.
Hasta aquí en ningún caso se trata de una situación racial sino étnica. No son blancos que esclavizan a negros (o a amarillos), sino blancos esclavizando blancos pero de otro pueblo. La historia de la humanidad no es precisamente un idilio. Y quienes quieren encontrar idilio en la historia fuera de occidente se va a topar que tanto en África como en la América precolombina también existía la esclavitud. Las guerras se hacían para saquear la riqueza de otros pueblos, secuestrar sus mujeres y esclavizar a los hombres.
El esclavo tiene un amo a quien le pertenece. El amo tiene un esclavo que es su propiedad, por lo que puede hacer con él lo que le plazca. Es una relación vertical entre un sujeto –el amo- y un objeto –el esclavo-. La Guerra Civil en los Estados Unidos (1861-65) se entabló entre el norte “industrial y modernizante” y el sur “agrario y feudal”. El norte era abolicionista y el norte ganó la guerra, con lo que acabó la esclavitud en ese país, el referente en las relaciones civiles en el continente. Pero la esclavitud americana era de negros que habían sido traídos al sur de los Estados Unidos a trabajar en las plantaciones de algodón. Se acabó, entonces, la esclavitud de los negros en el continente americano.
La herida a la que me quiero referir es la asociación entre esclavo-negro-trabajo que todavía no restaña en el inconsciente colectivo doscientos años después.
Es inútil pretender referir el sufrimiento de los esclavos en la historia de la humanidad, aún de los más recientes. Además de que hay toneladas de documentos y otros medios de información sobre esta situación. Un error, un bochorno, una vergüenza de las que está plagada nuestra historia. Sin embargo, el cuento apenas empieza. En la misma época en que tenía lugar la Guerra americana, Marx denunciaba la “moderna esclavitud” del trabajo asalariado. En el Manchester del inicio de la Revolución Industrial, los trabajadores agotaban jornadas de hasta veinte horas diarias. Comían sobre las máquinas, dormían en la factoría. Apenas tenían tiempo para comer o ir al baño. No habían diferencias, mujeres, niños de hasta seis años trabajaban por igual (Ver el conocido libro de Engels sobre el tema: Situación de la clase obrera…)
Luego vinieron las luchas por la jornada inglesa. Por los beneficios marginales: el reparto de utilidades, las vacaciones, los permisos por enfermedad. Por embarazo, por fallecimiento. El sistema de retiro y de pensiones, hasta la economía del bienestar en los países centrales (de la que somos una calca tétrica).
Esta herida, que sí se ha podido restañar en alguna medida, es de patrón-trabajo-miseria. Marx y su truculento socialismo científico parecían dar la clave de una sociedad de iguales en la abundancia. Resultó la sociedad de los más desiguales en la represión y la miseria. Si encontráramos una medida adecuada al efecto, seguramente bajo el socialismo-comunismo el sufrimiento haya sido más grande que bajo el esclavismo anterior. Si no, no es que andan muy lejos.
Esto no es decir que el capitalismo es un romance. Antes hemos insistido en el tema. Quizás quien mejor planteó la situación fue W. Churchill cuando dijo: “el capitalismo es el peor sistema político… después de todos los demás.” El capitalismo es un sistema de negocios y ganancias que colateralmente –y sólo colateralmente- puede mejorar la condición de vida de la población. Su espíritu no es altruista y su propósito no es el bienestar colectivo. Muy por el contrario, su espíritu es el oro y su propósito la ganancia privada. Por lo mismo, en lo social casi nunca va bien, pero los demás lo hacen mucho peor. Por si fuera poco, bajo la democracia burguesa el espíritu libre puede por lo menos respirar, lo que no hace bajo el socialismo (sólo hay que buscar el “arte” durante la desaparecida Unión Soviética).
A lo que voy: hoy día (es decir, no en la década de los setenta) hay gente que cuando ve una fábrica sólo piensa y siente explotación. Explotación, miseria, injusticia, abuso… De otro lado, los capitalistas y burgueses, millonarios, explotadores, etc. Muy probablemente haya de esto, pero no es todo lo que hay. Contrario a lo que piensan –o sienten- estos amigos izquierdo liberales, ahora y en todo momento anterior, aquí y en todos los lugares, la riqueza tiene que ser producida. No es una “dotación”, un regalo de la naturaleza. No estamos desde hace tiempo en la época de los cazadores y recolectores. Ya hay, por si no se dan cuenta, agricultura y ganadería. Es decir, acumulación de capital. Entonces, producir implica organización, jerarquía. Es imposible producir “a lo loco”, resultado de lo cual estamos como estamos.
En la jerarquía, está el de arriba, que supervisa al de abajo, y el de abajo que se reporta al de arriba. Jefe y subalterno. Cambiarle el nombre a esta relación de orden no ayuda en nada. Decir que en Cuba no hay burguesía, o que todo el mundo detenta la misma ración de poder político y nivel de vida es ser más que ciego… obtuso (pongamos). Lo podemos hacer bajo la jerarquía burguesa, en que ciertamente hay restricciones y límites, pero también muchas libertades y algunas posibilidades. O bajo la jerarquía comunista en que no hay de nada. Dicho sea de pasada, por esto es que usted nunca verá a un izquierdo liberal poniendo un negocio. Son zánganos del verbo, parásitos de lo que producen otros. Críticos acerbos de lo que otros aventuran, a la vez narcisos de su hacer famélico.
Concluyo: el que donde ve (o lee) empresa sólo entiende explotación, no llega. Nunca llegará y, lo que es peor, hará que muchos otros no lleguen. El que donde vea (o lea) trabajo sólo entienda esclavitud, sea o no negro, tampoco llegará. Y lo que es peor, hará que muchos de piel negra no lleguen. La historia es inmutable, pretender evadir los horrores del pasado es infantil. Ahora bien, mantenernos esclavos de ellos es enfermizo.
Cuando vi en los medios la actitud de las turbas en las recientes protestas en Haití no puede evitar hacerme esta reflexión. Si por su negritud los haitianos donde quiera que fueren se sienten esclavos. Y si, como antiguos esclavos, sienten el instinto de destruir la riqueza productiva del patrón, vale decir la organización productiva. Pues no hay solución, seguirán siendo esclavos de su complejo y esclavos de su miseria por los siglos de los siglos.