Algunos cuentos de Borges para fin de año
En el cuento “El mentiroso” Borges alude al científico Demócrito, natural de Abdera, en el mar Egeo, que planteó por primera vez la existencia del átomo. Borges escribió: “Demócrito sostiene que los abderitanos son mentirosos, luego Demócrito miente, luego, no es cierto que los abderitanos sean mentirosos; luego Demócrito no miente, et sic de caeteris hasta la peligrosa longevidad, o hasta la apresurada investidura de un chaleco de fuerza”. El latín “et sic de caeteris” y el texto siguiente podrían significar “y así, hasta envejecer o enloquecer”.
Borges concluye diciendo: “Yo prefiero creer que los griegos sólo jugaron a la perplejidad y al misterio con la broma anterior es posible que no percibieron la trampa”. “Esta reside en la falsa identificación de mentir y ser mentiroso. Mentir es decir lo contrario de la verdad; ser mentiroso es tener el hábito de mentir, sin que ello signifique una obligación de mentir todo el tiempo”.
“El cocodrilo” es otro cuento con una estructura similar al anterior y que “Los interlocutores de la segunda dificultad (con la que jugaron los griegos) son un cocodrilo, una mujer y un niño. El cocodrilo acaba de apoderarse del niño. La madre exige con acopio de lágrimas su inmediata devolución. El cocodrilo jura restituírselo, siempre que ella adivine acertadamente si él lo devolverá o lo restituirá. Si la madre le dice No devorarás a mi hijo, el cocodrilo (sin faltar a su juramento) puede afirmarle, y aun probarle, que se equivoca… La madre piensa un rato largo y le dice Digo que vas a devorar a mi hijito. Aquí principia un interminable problema”.
“Si la madre acertó, el hijo debe serle devuelto; pero si le devuelven el hijo, ella no acertó; pero si no acertó, el cocodrilo puede en buena ley devorarlo; pero si lo devora, ella acertó; pero si la madre acertó, el hijo debe serle devuelto; pero si le devuelven el hijo, ella no acertó; pero… y así infinitamente”.
Borges transcribió bajo el título “El Puente” un relato de “Don Quijote” referido a un río con un puente, que tenía al final una horca y una casa de audiencia de cuatro jueces. La ley del dueño del predio era la de ahorcar a quien mintiera acerca de lo que iba a hacer, y dejar pasar al que dijera la verdad: “Sucedió pues que, tomando juramento a un hombre, juró y dijo que era el juramento que hacía, que iba a morir en aquella horca que allí estaba, y no otra cosa. Repararon los jueces en el juramento y dijeron si a este hombre lo dejamos pasar libremente, mintió en su juramento y conforme a la ley debe morir, y si lo ahorcamos, él juró que iba a morir en aquella horca, y habiendo jurado la verdad, por la misma ley debe ser libre. Pídase a vuesa merced, señor gobernador, ¿qué harán los jueces de tal hombre que aún hasta agora están dudosos y suspensos?”.
Por último, Borges ha “urdido una tercera fábula…” que “… carece de dramaticidad, carece de muerte, pero no le veo fin” El relato, brevísimo, lo titula “El adivinador”: “En Sumatra, un hombre quiere doctorarse de brujo. El examinador le pide que adivine si será reprobado o si pasará. El hombre dice que será reprobado… Ya se presiente la infinita continuación…”.
¡Feliz año 2022!

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No hay muchos hispano parlantes que entiendan a Borges, «contima» en nuestro país en donde la lectura es un lujo incluyéndose a mi.