Administrando los bienes ajenos

En la Biblia, libro sagrado del cristianismo, se nos presenta varios ejemplos de personas que administraban bienes ajenos. El caso, del famoso, Judas Iscariote, quien guardaba y administraba todo lo que las gentes daban a Jesucristo; éste en cierto momento en que María, hermana de Lázaro y Marta, derramó un perfume de gran precio sobre Jesús, Judas dij «¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres? Pero dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella» Jn. 12:5, 6. El ser administrador de bienes ajenos (entiéndase cualesquier bienes que no sean de su propiedad), re quiere una gran responsabilidad; pues, cada administrador debe ser hallado fiel. Jesús dijo una parábola en la que presenta la conducta de un mayordomo infiel, el cual fue acusado de disipar los bienes de su amo. Como iba a ser despedido pensó qué hacer, y su sagacidad fue tal que llamó a los deudores de su amo y les hizo propuestas: Al primero dij «¿Cuánto debes a mi amo? El dij Cien barriles de aceite. Y le dij Toma tu cuenta, siéntate pronto, y escribe cincuenta. Después dijo a otr Y tú, ¿cuánto debes? Y él dij Cien medidas de trigo. El le dij Toma tu cuenta, y escribe ochenta» Lc. 16:5- 7. Jesucristo dij «El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto» Lc. 16:10. Cada persona tiene una conducta definida, que según se dice se forma desde la niñez, con las enseñanzas del hogar, pero no se puede rechazar que la sociedad tiene influencia en esa conducta, ya sea por la iniciativa del rol social del individuo, o como de la influencia de ésta sobre él. El ser fiel depende de los valores con los cuales el individuo tuvo en su formación. La observación de la conducta mostrada en la administración, indicará el futuro de tal administrador. Pues, nadie pondrá en manos de un administrador infiel sus propios bienes, a sabiendas de su mala conducta. De ahí que, el quedarse sin trabajo, o tener que buscar otra cosa que hacer, será de su obligación, sino tendrá que mendigar. Las personas ven todo lo que hacemos en las familias, en sociedad, en las iglesias, en las empresas, en los gobiernos; es decir, nuestra hoja de conducta queda estampada en la conciencia social. De ahí que, » si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quien os dará lo que es vuestro?» Lc. 16.12. Cada individuo debe saber que sus pasos van a ser vigilados por los demás, y mas en una sociedad donde la mente morbosa quiere convertir el rumor en verdad, requiere mayor cuidado en lo que alguien administra que no es de él. La transparencia es el mejor remedio que tiene cada individuo para cuidar su honor. Siempre habrá individuos que por envidia, competencia e incapacidad estarán examinando en lo que el otro hace. En consecuencia, cuidarse primero de sí mismo, y luego de los demás permite que se haga una buena administración. Respetar lo ajeno es una virtud del espíritu, pero a la vez es demostración de una conciencia social. Lo primero que debe tener en cuenta un administrador de bienes ajenos, es que dichos bienes no son de su propiedad; también, debe saber que nadie tiene que aceptar como bueno y válido lo que él dice de palabras; asimismo, que su administración es pasajera y que posible otros le antecedieron, y otros vendrán detrás. Por tanto, deje sus papeles bien explicados, claros y que no haya manera de tergiversarlos. Generalmente, el que viene luego echa todas las culpas al anterior en el puesto; es decir, enloda el agua anterior, porque entre más lodo tiene la anterior, más clara podrá verse su administración. Una sociedad corrompida es la gran culpable de las malas administraciones que los hombres hacen en cualesquier parte del mundo. En nuestro país, es común oír, «si te nombran en un cargo, aprovechas tu oportunidad;» es decir «roba, no sea tonto.» Entre más corrompida sea una sociedad, más inducirá a la infidelidad administrativa y sobretodo cuando se considera que «el que nada tiene nada vale.» La discriminación económica es una realidad en la sociedad, pero también induce a hacer lo malo. La creación de un sinnúmero de instituciones que controlen las acciones de los individuos, son las pruebas del fracaso de la gente como ser de valor, y por ende de la sociedad. En consecuencia, cada individuo como criatura de Dios, debe saber que está para administrar correctamente todo lo que se le pone bajo su dominio. El dará cuenta a Dios de su administración sea esta buena, o sea mala. Y todo bien material, como espiritual debe ser administrado para beneficio de los seres humanos. Pues, nadie tiene nada en el mundo, todo lo que hay en sí es de Dios; por tanto, debemos ser fieles administradores de estos bienes. Aprendamos a ser fieles administradores de que está bajo nuestro cuidado. Dios le bendiga.

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