A los que viven en el túnel
Juan Pablo Castel, a prima facie era un hombre inofensivo. Bendecido con el don de la capacidad creadora de las artes. Cuando nos habla y manifiesta todo su pensar, se desnuda y es en su confesión cuando nos asomamos a escrutar su cerebro retorcido.
Ante esa dualidad, inferimos que Juan era poseído por el “Ello” que anda intrínsecamente en cada uno de nosotros, por esa fuerza inconsciente que pone (según Freu), en movimientos las pulsiones y deseos.
Sin el freno del Yo, que media entre las otras dos estructuras que conforman la psiquis del ser humano, fue la fuerza liberada, que empujaron a Juan Pablo Castel para dar riendas sueltas a sus demonios, que lo tentaron para elucubrar y ejecutar el más vil de sus desmanes.
¿Quién podía imaginar, que ese hombre, apacible, capaz de plasmar en el lienzo tanta belleza, planificara sin ningún rubor la ejecución del crimen de la mujer que amaba?. ¿Quizás fue empujado por esa “emoción” que ciega y enloquece?…
Sesenta y nueve años después, Juan Pablo Castel está aquí, inmutable. Está en los primeros titulares de los diarios. Hoy en día no parece ser la creación ficticia, ni mucho menos caprichosa de la pluma vigorosa de don Ernesto Sábato, que al decir de Albert Camus, El Túnel, es una expresión genuina de la novela sicológica. Un clásico del existencialismo que contempla que el individuo es libre y totalmente responsable de sus actos. A mi juicio esto se inscribe en la corriente sostenida de Dostoievski, referente en ese enfrentamiento yuxtapuesto entre la conciencia y la razón.
Esa “ceguera incontrolable” de los celos, ese arrebato condensada en esa “Pulsión” o “Emoción Violenta” que durante tanto tiempo ha sido tema de estudios y debates entre las diferentes corrientes sicológicas desprendidas desde Darwin, se contrapone a las sabias opiniones de los griegos, que entendían que las “emociones” eran educables, que estas se podían regular por medio de técnicas y prácticas, por que estas no eran, ni son una erupción de fuerza incontrolable.
Sartre, escritor y filósofo va más lejos todavía, plantea una teoría de las emociones, entendiendo que las secuelas sicológicas imposibilitan un conocimiento del ser humano de manera integral, como sí lo hace la antropología.
Como era de todos conocido, según se narra en esta interesante novela, el crimen quedó consumado y María Iribarne, muere destazada de manos de Juan Pablo y el irónico homicida, pretendiendo tal vez justificarse nos declara qué: “En todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío, el túnel en que había transcurrido mi infancia, mi juventud, toda mi vida”.
En su fría confesión Juan Pablo Castel , devela esa personalidad sicópata que lo arropava, y que magistralmente nos recrea don Ernesto Sábato en El Túnel, que sigue siendo una novela de este tiempo, que aunque escrita en el año de 1948 aún hoy, resulta fascinante y vigente ante la realidad que penosamente vivimos.
Esta novela, desde que comienzan a contárnosla nos atrapa y no nos desata hasta su fin. Confieso que independientemente de la corriente sicológica o filosófica en que se inscriba, El Túnel de Ernesto Sábato resulta propia para una lectura fascinante.
JPM
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