A José Miguel Gómez: perfil de Pedro Santana

Llamaron mi atención las conclusiones finales de su interesante artículo del pasado 30 de marzo en el periódico Hoy sobre el perfil psicosocial del general Pedro Santana y algunas de sus decisiones que en su criterio profesional respondieron a cambios en su estado anímico o a influencias de los  grupos conservadores.

 

Una de ellas se refiere a la inserción del artículo 210 en nuestra Carta Magna. Américo Moreta Castillo, miembro de la Academia Dominicana de la Historia, señala siete versiones relacionadas con ese tema, la quinta de las cuales explica sus causas.  Se afirma en ella que “del examen que hicieron los miembros de la Junta Central Gubernativa” a la Constitución enviada a Santana,  se consideró que la misma era impracticable por cuanto en su texto “se establecía la elegibilidad de los grados en la milicia y la prohibición de movilizar las tropas que estarían bajo el mando inmediato de los alcaldes de las comunes.”

 

Haití, cuyo presidente podía movilizar las suyas a su antojo, acababa de declararle la guerra al país. El artículo 210 vino a corregir ese desbalance, disponiendo que “durante la guerra actual, y mientras no esté firmada la paz, el Presidente de la República puede libremente organizar el ejército y la armada, movilizar las guardias nacionales, y tomar todas las medidas que crea oportunas, para la defensa y la seguridad de la Nación…”. Queda claro que la inclusión del famoso artículo 210 no obedeció a cambios temperamentales de Santana.

 

Los tribunales militares, imprescindibles durante el estado de guerra que se iniciaba, surgieron al amparo de esa  misma medida constitucional.  Entre la ejecución de María Trinidad Sánchez y la de Duvergé, sentenciadas ambas por esas instancias jurídicas, transcurrieron diez años, sin que exista documentación histórica que conecte sus causas a cambios temperamentales de Santana. Las de los hermanos Puello y José Contreras tuvieron  iguales motivos y procesos. La de Sánchez por asuntos de guerra.

 

La recomposición de la Junta Central Gubernativa en 1844 se debió a desavenencias internas entre sus miembros y a su incapacidad de convencer a la población de color temerosa de que se restableciera la esclavitud. Los golpes de Estado del 9 de junio de Sánchez  y del 4 de julio de Mella y Duarte, violaron el orden institucional establecido en virtud del Manifiesto del 16 de enero. La disciplina y el respeto a ese pacto eran vitales para la República, y con tal fin Santana restituyó a los miembros legítimos de la Junta, con sus elementos trinitarios, incluyendo al propio Sánchez y a Manuel Jiménes.

 

Recuerde doctor Gómez que Santana llevaba cuatro meses en el útero de su madre cuando ésta le transmitió las tensiones de la primera invasión haitiana; y que solo con tres años tuvo que emprender un éxodo forzoso por la misma razón. Santana es por tanto el sujeto ideal para un examen forense de sicología perinatal sobre el trauma eventual que pudo sufrir y su posterior actitud contraria a la presencia haitiana. Quizá fuere ese el trastorno motriz de su marcada vehemencia independentista.

 

Dada la distancia que nos separa de los hechos y las evidencias históricas disponibles, la conducta de Santana puede comprenderse mejor con el auxilio del enfoque kantiano de la ley moral y la influencia que el imperativo categórico pudo ejercer en la determinación de su voluntad. Desde esa perspectiva puede apreciarse con mayor claridad sus principales decisiones ancladas a principios apriorísticos basados en el cumplimiento del deber.

 

Con tal convencimiento me he formado un perfil distinto de su conducta histórica, interpretando que el proyecto separatista y la decisión de recuperar los territorios perdidos, fueron las causas determinantes de la máxima de su voluntad política. Su consistencia de propósitos se halla en su perseverancia en pos de la consecución de ambos objetivos. Es ahí donde radica su auténtico valor heroico, pero no como héroe cómico, sino como héroe trágico, que es el héroe genuinamente verdadero.

 

Desde ese ángulo puede explicarse su decisión por la anexión como un medio y no como un fin, sobre todo si a partir de la consistencia conductual que observó, deducimos la naturaleza de su definición doctrinaria fundada en la legitimación de cualquier medio empleado que garantizara la separación de Haití, doctrina perfectamente coherente con el juramento trinitario.

 

La identidad de su carácter resueltamente nacionalista, quedó evidenciada en su combate frontal a la injerencia del cónsul Segovia; en su dinámica diplomática en procura del reconocimiento de la República; en su negativa a compartir la deuda de Haití con Francia; en su resistencia a las imposiciones de Inglaterra y Francia durante la crisis cambiaria y consular de 1859; en sus conquistas en las cláusulas de la anexión; y en su enfrentamiento con la Gándara defendiendo los términos a favor de la República convenidos en esa alianza política.

 

La consistencia del vínculo conector de su práctica doctrinaria a la máxima de su voluntad política, quedó reafirmada en su carta de renuncia a la Capitanía General de Santo Domingo, en la que confesó: “Yo puedo bajar tranquilo a la tumba, sin temor de legar a los hijos de este pueblo las eventualidades de la guerra civil ni la perpetua lucha con Haití”. Esa priorización del bienestar ajeno en menoscabo del propio, se ajusta rigurosamente a la condición de moralidad enunciada por Kant del siguiente modo: “Lo contrario precisamente del principio de la moralidad, es que el principio de la propia felicidad sea tomado como fundamento de determinación de la voluntad.”

 

Apreciado doctor Gómez, por cuanto la separación dominicana del gobierno de Haití ha sido un resultado sostenible a lo largo del tiempo, Santana es el personaje de la independencia nacional en quien mejor se cumple el postulado de Daniel Goleman sobre el éxito del liderazgo.

 

 

 

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