¡A cuentagotas!
Un amplio segmento de dominicanos que vive en Estados Unidos, Nueva York en nuestro caso, vive económicamente a cuentagotas; estirando los pocos dólares que devengan.
Sin embargo, si extrapolamos nuestra existencia con la de los desposeídos en República Dominicana, paradójicamente pertenecemos a una clase media acomodada.
La diferencia es, que tenemos el privilegio de tener energía eléctrica y agua potable todo el tiempo además de que, aunque algunos sean indocumentados, si tienen una enfermedad de emergencia se le expide un medicaid provisional, y es asistido en cualquier hospital del Estado.
Estas variantes son significativas, aunque la mayoría que han trabajado por el sueldo mínimo hasta 15 dólares la hora y tenga un cuadro familiar, sin entradas adicionales, difícilmente tenga ahorrados 10 mil dólares en cualquier institución bancaria.
En otras palabras, cualquier dominicano podría exhibir una jeepeta de lujo y poseer un costoso celular inteligente y otras banalidades del consumismo contemporáneo, pero no necesariamente cuenta con los servicios antes expuestos para los que, con regularidad tiene que apelar otros recursos que lo auxilien.
Muchos de nosotros, sí que vivimos constreñidos económicamente, pero difícilmente estemos en las estadísticas de más de 20 mil personas en el mundo que diariamente mueren de inanición o que padecen una apabullante hambre orgánica. Esto, aunque no somos parte de los que desperdician, o botan diariamente unos 40 millones de toneladas diarias de alimentos en Estados Unidos.
Lo lamentable es que aún con estas condiciones, muchos desean retornar a República Dominicana, pero cuando se enteran de los informes sobre que el país es uno de los peores para envejecer y morir, desisten de esa idea.
Continuarán viviendo a cuentagotas y morirán donde “no hiedan” por culpa de las malas políticas públicas, la malhadada partidocracia, privatización o capitalización, corrupción y latrocinio de un grupito que parece entender que el país es de ellos, y de nadie más.
jpm