Pedro Henríquez Ureña en Argentina (2 de 3)

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EL AUTOR es abogado. Reside en Santo Domingo.

Con relación a lo indicado en la entrega anterior, en referencia a las dificultades sufridas por Pedro Henríquez Ureña en Argentina, es  oportuno decir que uno de sus discípulos argentinos más sobresalientes, el escritor Ernesto Sábato, autor de obras clásicas como la titulada Sobre héroes y tumbas escribió en el prólogo de un libro dedicado al hijo de la poetisa dominicana Salomé Ureña lo que sigue:

“La mezquindad acompañó durante toda la vida a Henríquez Ureña, hasta el punto de que jamás llegó a ser profesor titular de ninguna de las facultades de Letras…Aquel humanista excelso, quizás único en el continente, hubo de viajar durante años y años entre Buenos Aires y La Plata…Todos de alguna manera somos culpables de aquella muerte prematura. Todos estamos en deuda con él.”

Por su parte el universalmente conocido Jorge Luis Borges, autor de obras imperecederas en el interés de los lectores como El Aleph y Ficciones, para sólo mencionar dos de tantas, al referirse a la cátedra de Literatura Iberoamericana en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y quejarse por el trato que las autoridades de ese centro de altos estudios le daban a Pedro Henríquez Ureña, dijo que:

“Creo que no le perdonamos el ser dominicano, el ser, quizás, mestizo, el ser, ciertamente judío. Él fue profesor adjunto de un señor…que no sabía absolutamente nada de la materia, y Henríquez Ureña que sí sabía muchísimo, tuvo que ser su adjunto porque, finalmente, era un mero extranjero”.

Así también el crítico literario, poeta y ensayista argentino Ezequiel Martínez Estrada, gran conocedor de la obra docente y de los profundos conocimientos filológicos de Pedro Henríquez Ureña, al analizar la presencia del ilustre dominicano en su país llegó a la amarga conclusión de que “fue muy tarde cuando obtuvo el respeto del alumnado, aunque no la simpatía de los profesores”.

Sobrevivir

Quedó demostrado que Pedro Henríquez Ureña pudo sobrevivir por más de veinte años en el mundo cultural y docente de Argentina porque ese país es un rompecabezas con diferencias notables en diversos ámbitos de la cotidianidad de su geografía. Es algo parecido a lo que sobre Italia sostuvo muchas veces el gran semiólogo y escritor Umberto Eco.

Para la época en que Pedro Henríquez Ureña llegó a Argentina (1924) en ese país austral se miraba con fervor a Europa, y con desdén al resto de Latinoamérica, y peor aún a los pueblos caribeños como el nuestro. Eso ha cambiado en algo, por múltiples motivos.

Prueba de lo anterior fue que luego de su muerte (1946) tardaron 44 años para declararlo Ciudadano Ilustre post-mortem de la ciudad de La Plata, donde ofreció tan útiles servicios por muchos años. Los envidiosos no pudieron sepultar “el pedrismo” que se nidificaba en la mente de los que bebieron en la fuente anchurosa de sus conocimientos. (Decreto 2504. Dos de octubre de 1990).

Siempre inculcaba en sus alumnos dentro de las aulas, y difundía a los demás a través de sus publicaciones en revistas y periódicos argentinos, que era necesario que se hiciera visible la importancia de las lenguas indígenas de América. Es decir, que él incorporó (con mayor énfasis a partir de 1930) el estudio de los dialectos de los diversos pueblos que ya existían en esta parte del mundo a la llegada de los españoles, el 12 de octubre de 1492.

Pedro Henríquez Ureña

A pesar de la malquerencia de algunos, como señalé en la entrega anterior, siempre contó con la admiración y el entusiasmo de ilustres argentinos, como fue el caso del ya citado Jorge Luis Borges, que en el prólogo de la edición argentina de Obra Crítica de Pedro Henríquez Ureña escribió este mensaje de gran calado:

“Las ideas que están muertas en el papel fueron estimulantes y vividas para quienes las escucharon y conservaron, porque detrás de ellas y en torno a ellas había un hombre. Aquel hombre y su realidad las bañaban. Una entonación, un gesto, una cara, les daban la virtud que hoy hemos perdido”. (Prólogo de JLB. Obra Crítica, Pedro Henríquez Ureña. Edición argentina, 1960).

Otro de sus alumnos argentinos, que fue gran crítico literario, ensayista y académico, Enrique Anderson Imbert, siempre elogió, dentro y fuera de su país, la trascendental labor del insigne dominicano Pedro Henríquez Ureña. Refiriéndose a él escribió: “La preparación y personalidad del maestro son factores decisivos y mucho más importantes que las técnicas pedagógicas”(Estudios sobre escritores de Américas. Buenos Aires, 1954. EAI).

jpm-am

 

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