Plutocracia, “menudeo” ideológico y medioambiente
Al margen de toda consideración conceptual o ética, y haciendo un simple ejercicio de intelección lógica, es posible entender a quienes, como algunos integrantes pedestres de la plutocracia convencional del mundo y sus socios políticos ultramontanos, son hostiles a toda política pública o privada destinada a promover el ecologismo responsable y frenar el “calentamiento global” para proteger la biodiversidad del planeta Tierra.
Y, por cierto, casi entre paréntesis, acaso no huelgue recordar que la controversia ahora en marcha sobre la existencia o no del “calentamiento global” recuerda (y el paralelo no es necio, pese a la diferencia epocal o circunstancial) a la que se desarrolló hace varias décadas acerca del tabaco y sus efectos nocivos sobre la salud humana, y que ahora podría lucir absurda y ridícula para cualquiera que tenga “dos dedos de frente”.
Sólo como referencia para los que no se disgustan con la Historia: desde 1954 médicos de alma blanca y ciudadanos afectados llamaron la atención para que se hiciera conciencia de aquella realidad, pero los grandes productores e industriales del tabaco (representativos de la plutocracia de entonces) reclutaron y pagaron a batallones de “científicos”, abogados y hacedores de opinión pública (sí, existían entonces) para demostrar lo contrario, y si bien durante algún tiempo tuvieron éxito por la fuerza de su poderío económico, en 1965 se impuso jurídicamente la verdad y en 1971 comenzó colocarse la advertencia que tienen hoy la publicidad y los envases.
Y ahora, cerrando el virtual paréntesis, se retorna al tema con la obviedad: casi todos los que afirman que el “calentamiento global” es “una falsedad” están vinculados a la industria convencional y a la de extracción de materiales subterráneos, y de investigarse el origen del fenómeno y el consiguiente de la extinción (o amenaza de muerte) de algunas especies, quedarían expuestos como el grupo poblacional (insignificante en términos demográficos junto a las otras dos elites plutocráticas del mundo: la financiera y la técnodigital) que más culpa tiene en su aparición y desarrollo. ¿Quién de buen grado aceptaría el estigma de semejante culpa?
Los otros “negacionistas” (inefables “científicos” subsidiados, meros “teóricos” conspiracionistas que insisten en negar hasta la esfericidad del planeta, papagayos políticos del neoconservadurismo populista y -oh, dioses del Olimpo- pobres diablos parapetados tras la mas insufrible ignorancia sobre la constitución orgánica y la mecánica funcional del planeta) merecen mas conmiseración que cuestionamiento, sin importar -o quizás por esto mismo- que sigan actuando como Chacumbele, pues -la verdad sea dicha y sin mala intención- están protegiendo su “estilo de vida”, son reos del delirio o temen al descenso social por las medidas estatales contra las industrias contaminantes.
Y en ese sentido, talvez se justifique otra digresión histórica: Alfred Nobel, el en su época denominado “mercader de la muerte” por su invención de la dinamita -cuyo uso para el “progreso” defendió intransigentemente y le redituó pingues beneficios económicos-, murió en 1896, y -como se sabe- en nuestros tiempos sus postreros pruritos de conciencia por la hórrida deriva militar de su invento seguramente no serían muy populares: es muy probable que hoy fuera tipificado como un “tonto” o un “tipo raro” aunque no dejara su fortuna como herencia a un perro o a un gato sino a una fundación para manejar y atribuir los tan apetecidos y archifamosos premios que llevan su apellido.
Igualmente, y girando de nuevo en dirección al tema, conviene no olvidar que la gente que maneja o es propietaria de las grandes empresas del orbe que operan en la industria convencional o en la extracción de materiales del subsuelo es la que mayor suma de riquezas tiene atesorada… No se habla aquí -valga la aclaración- de los hombres mas ricos del mundo ni del valor en bolsa de sus empresas (que están sujetos a las oscilaciones y volatilidades cotidianas del mercado): lo que se reseña es la riqueza familiar tangible.
Ciertamente, un cálculo de 2024 de “Oxfam Intermón” afirma que “el 1% de la población más rica del mundo posee más riqueza que el 95% de la población mundial en su conjunto”, y el informe anual de “Bloomberg” del mismo año sobre “las mayores fortunas familiares” dice éste fue “excepcionalmente lucrativo” para un “top ten” (lista tope de 10) en el que está presente de manera sobresaliente la cúpula familiar mundial que maneja el comercio, la industria convencional y la extracción de materiales del subsuelo.
Significado
Ahora bien, ¿qué pudiera todo eso significar en términos prácticos? Simple, si somos sinceros: a quien es parte del grupo en mención le importa un soberano maní que el planeta se caliente o no (y los cataclismos mundiales o regionales, o los daños irreversibles en el ecosistema), pues cree, primero, que como dicen los franceses “C’est la vie” (claro, más para él que para los demás), y que con sus riquezas fabulosas puede comprar protección y hasta el oxígeno para respirar. El resumen de la idea lo hizo un gobernante parte del grupo recientemente cuando dijo de sus vecinos de América Latina: “Nosotros no los necesitamos. Ellos nos necesitan a nosotros”… Y punto.
Lo restante, y posiblemente lo mas crucial, es la irresponsabilidad frente al porvenir de la humanidad (y la vida de sus hijos y sus nietos): esa gente piensa que el futuro es una especie de nebulosa cósmica de paja, una espacio en el que no van a estar ni vivir, y por lo tanto no es de su incumbencia: lo que ocurra con el planeta y su gente deberá resuelto por los que les sobrevivan… La vida para ellos es hoy y ahora, y, como ya se insinuó, dado que el futuro aún no existe, ¿por qué desvivirse en el presente por ello? Eso es cosa de ”tontos”, “soñadores” y “perdedores”.
Pero no deja de ser curioso -se reitera- que dentro de la gente que piensa de ese modo hay un buen número de individuos de clase media y hasta pobres que operan como capataces o como recipientes del “menudeo” ideológico, y careciendo de recursos para agenciarse protección vital en la medida en que se consuman paulatinamente las nefastas y previsibles consecuencias del “calentamiento global”, están haciendo causa común con la plutocracia tradicional, los “científicos” de ésta y el neoconservadurismo populista.
En definitiva, desde luego, nada nuevo bajo el sol: sólo hay que tener unos nimios conocimientos de historia universal para saber que el ser humano es impenitente en eso de, para usar una expresión de manejo corriente, “afilar cuchillo para su propia garganta”… Pero, de todos modos, ¡qué pena y qué asco que tengamos que convivir con gente tan insensible, insensata e insufrible!
jpm-am