Un mundo a la deriva

Recientemente leyendo en las redes, especialmente en facebook y twiter, me asombré de que hubiesen tantas ideas encontradas, sobre diferentes situaciones sociales. En la política foránea, el caso de Venezuela unos apoyando a Maduro y otros a Guaidó; pero lo raro es que ambos se les atribuye el apoyo del pueblo, de ninguno de ellos se dice que parte del pueblo lo apoya. Oír hablar por separado a las partes, cada una lo convence de su realidad. En verdad, existen tres partes  importantes: la de Guaido, que es una parte del pueblo; la de Maduro, que es otra parte del pueblo, y; el resto que es otra parte del pueblo.

En dominicana, algunos tienen muchos meses hablando de la  reforma a la Constitución, para permitir la repostulación del presidente Danilo Medina Sánchez, mientras que otros dicen que no se puede reformar la Constitución confines de repostulación. La pregunta es, ¿por qué no estamos claros en situaciones así? Porque hay un mundo a la deriva, cada quien busca lo suyo, su propia conveniencia. Mientras los pueblos actúen de esa manera, no hay desarrollo en el mundo. Debemos tener reglas claras.
Las grandes potencias se contraponen buscando sus propios beneficios. Recordar los tratados que hacían Inglaterra, España, Francia, Portugal, entre otros con las pobres y sufridas colonias. Jugaban con las personas de esos lugares, éstos se dormían siendo de una nacionalidad y al día siguiente se despertaban teniendo otra nacionalidad. No se tomaba en serio la dignidad de las personas. De ahí, tanto atrasos en nuestros pueblos latinoamericanos.

Dios quiere un mundo diferente, por eso plantea en la Biblia, y fundamentalmente en el Nuevo Testamento, su cosmovisión de cómo debe ser el mundo. El amor al prójimo, es el segundo más importante mandamiento dado por Dios. La ausencia del amor en las conductas de las personas, es la que ha puesto al mundo en la deriva. Hay que volver a Dios, en búsqueda de la forma de vida que El nos presenta. Una vida basada en amor hacía los demás.

El profeta Isaías, escrbió: «Buscad a Jehová mientras pueda ser hallado, llamadle  en tanto que está cercano. Déje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar» Is. 55:6, 7.
Jesucristo, como Hijo de Dios, al ser manifestado vino a traer la vida y vida en abundancia, para que el hombre pueda vivir en una manera santa, agradable a Dios, y a la vez, pueda contribuir al bienestar de su prójimo. Jesucristo vino por amor y para producir amor en los humanos. Un poco de amor hacía los demás hace posible la transformación de pueblos y por ende del mundo.

 Las diferencias cuando son tratadas con amor, traen el bienestar colectivo. Pero, cuando son tratadas sin amor, destruyen a los demás y a los que las sostienen, pues luchan contra sí mismos.El ser humano es el responsable de la situación actual, dependerá del hombre si quiere continuar a la deriva, o si va a cambiar de dirección. Hay que pensar en los que vendrán después de  nosotros, qué mundo les dejaremos. Busquemos que las diferencias puedan ser analizadas y enderezadas para el beneficio del pueblo, del mundo.

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