Yo también tengo un sueño

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EL AUTOR es mayor general retirado de la Policía y periodista. Reside en Santo Domingo.

 

“Si somos libres en el corazón, no habrá cadenas hechas por el hombre con fuerza suficiente para sujetarnos. Pero si la mente del oprimido es manipulada (…) de modo que crea que es inferior, no será capaz de hacer nada para enfrentar a su opresor”. Steve Biko

 

Hace cuatro años hicimos un llamado de atención a los diferentes sectores organizados y que están hartos de la política y los políticos corruptos tradicionales y sus socios, quienes administran la cosa pública a favor de intereses particulares y toman la producción nacional cual botín de guerra.

 

Todos tenemos sueños, yo también tengo un sueño, al igual que Martin Luther King quien conquistó su sueño a través del Movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos, con manifestaciones pacíficas logró las riquezas de la libertad y de la seguridad de justicia, con la promulgación de la Ley de derechos civiles de 1964 y la Ley de derecho de voto de 1965. “Cuando repique la libertad y la dejemos repicar en cada aldea y en cada caserío, en cada estado y en cada ciudad, podremos acelerar la llegada del día cuando todos los hijos de Dios, negros y blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, puedan unir sus manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro: ‘¡Libres al fin! ¡Libres al fin! Gracias a Dios omnipotente, ¡somos libres al fin!’.” MLK.

 

También, como Mahatma Gandhi, que logró su sueño de independencia de la India. Nelson Mandela, que igualmente alcanzó su sueño al terminar el apartheid para los negros de Sudáfrica. Y, Lech Walesa, autor de “Un camino de esperanza”, en Polonia, fue el artífice de una transición pacífica del comunismo a la democracia pluralista.

 

Los pasos que he dado en mi vida han sido firmes en busca de mejorar el mundo, a través de cambiar y mejorarme constantemente a mí mismo, e inquiriendo conquistar la atención y así sucesivamente influir en nuestra sociedad propositivamente. Escasas veces mis propósitos han ido encaminados a producir riquezas o ganar dinero, ya que, estoy convencido de que no sacian los apetitos de sus adoradores. Nací rechazando el dinero y siempre he estado consciente del daño que ha causado a la humanidad la ambición desmedida y patológica por la acumulación de riquezas, propiedades, dinero, lucro y poder.

 

Frecuentemente sueño con servir de instrumento para despertar nuestro pueblo y terminar la obra de Juan Pablo Duarte, Francisco del Rosario Sánchez, Matías Ramón Mella, Gregorio Luperón y demás héroes, de poder encontrar el mensaje y las palabras que los haga cambiar de visión, actitud y aptitud frente al yugo de hoy, que son nuestros graves problemas sociales, principalmente la corrupción administrativa, el despilfarro oficial de los recursos del pueblo, la anomia y la impunidad; además de la falta de civismo y patriotismo.

 

Es mi gran sueño tener una República Dominicana en que reine la institucionalidad con respeto a las leyes y el estado de derecho; una administración pública homocéntrica en que cada servicio este centrado en la gente, cubierta de libertad y justicia.

 

Sueño con ganar la capacidad de impulsar a otros a creer en sí mismos, para que sus pensamientos se llenen de amor por la paria; a inducir el civismo, la vocación de servicio sobre el lucro con ambición, la integridad sobre el oportunismo y el compromiso de solidaridad con la cosa pública. Pues nuestra sociedad es tan resistente al cambio y la cohesión, que urge empoderarla y convencerle para asumir la fuerza del arma más poderosa que pueda existir: “un pueblo unido por una causa común”: #FindelaCorrupción y #FindelaImpunidad.

 

Estoy convencido de que nuestro sistema o modelo de gobierno y administración político-social es obsoleto, corrupto, inoperante, ineficiente, dañino, entre otros defectos más. Está desgastado por el abuso y permeado por la corrupción. Por lo que apremia cambiarlo y esto solo se podría lograr con la decisión mayoritaria del pueblo dominicano a favor de una opción alternativa, progresista, liberal y muy diferente a los grupos tradicionales y oportunistas con los grandes y pequeños mercaderes de la política y sus asociados.

 

Hemos llegado a un vacío de liderazgo en el que en cada agrupación política hay figuras enquistadas como liendras en las organizaciones, ejecutivos y gestores de pactos de aposento e intercambio de apoyo a cambio de impunidad y de ventas de los derechos del pueblo, quienes no deberían aspirar ni a una regiduría del más atrasado municipio, porque no obtendrían ni una docena de votos honestos. Sin embargo están ahí, manchando lo que Duarte considerara uno de los más nobles ejercicios y de mayor responsabilidad para cualquier ser humano: la vida política.

 

Repensando mi sueño permítanme argumentarles con algunas descripciones para motivarlos a involucrarse en los intereses colectivos de bien común. Desde la Policía Nacional he buscado el acercamiento a las masas, a la gente y sus problemas, para ser, durante más de 35 años, un facilitador en solucionar conflictos sociales, un negociador para hacer llegar el olvidado brazo del Gobierno a comunidades que solo son visitadas en tiempos de campaña o en “visitas sorpresas” que gritan reelección con eructos de tiburón podrido para revenderles espejitos y promesas envenenadas. La democracia es presencia y escuchar lo que quiere el pueblo. Las grandes mayorías nacionales están cansadas de esa democracia distante, lejana y divorciada de su dolorosa realidad socioeconómica. Democracia es acompañar y obedecer a su pueblo.

 

Mientras fui oficial activo, a pesar de las limitaciones para deliberar y emitir opinión, muchas veces me tomé la libertad de alzar la voz para conjurar las injusticias de adentro y las injusticias de afuera. Estimulado y condicionado por estas situaciones, me fui a las aulas universitarias a estudiar mi verdadera vocación, la de comunicación de masas, la de llevar esperanzas a las adormecidas mayorías nacionales, a despertar conciencia, a motivar el compromiso y la participación ciudadana para exigir límites y consecuencias para la corrupta clase política dominicana con práctica de justicia social, en este triste continente, la región de mayor desigualdad social de la tierra.

 

Así como lo tuviera para la sociedad estadounidense Martin Luther King, tengo un sueño para el pueblo dominicano, ver el día en que éste se levante de su aparente adormecimiento y resignación a seguir golpeado por la democracia falsa y fallida, una democracia que más que palabra liberadora es un látigo de esclavitud. Los ideales de Duarte y Luperón; de Bosch y de Hostos; de Caamaño y Fernández Domínguez, han sido burlados por una horda de asaltantes de los partidos políticos tradicionales.

 

Creo en la verdadera democracia participativa y sus instituciones, pero no en la democracia simbólica que se burla del ciudadano y reparte pobreza e ignorancia; creo en la democracia de la Libertad y la honestidad; en la democracia de la justicia y la equidad; no en la democracia del hambre y la corrupción; creo en la democracia que liberta no en la que esclaviza, creo en la democracia que permite disentir, no en la que secuestra el pensamiento, creo, en fin, en un modelo de democracia llena de justicia social, luego de tantos años de injusticia; creo en una democracia que reparte riqueza y bienestar a través de oportunidades de desarrollo integral para todos; no en la que niega la oportunidad de alcanzar los sueños de cada habitante dominicano; creo en la democracia humanizada en que cada ser humano sea centro del quehacer social y político, con respeto a la diversidad; no en la que niega las pensiones a trabajadores que se están muriendo de hambre y destruye el medio ambiente, creo en una democracia viva, que da vida, no en la democracia de muerte, que mata los ciudadanos de hambre, con balas y un sin número de abusos.

 

Por creer y confiar en la democracia y sus instituciones es que estoy plenamente convencido de que ella misma provee las herramientas legales para desalojar esta claque corrupta y podrida. El camino no solo es las urnas con votos etiquetados con precios para el mejor postor y sin consciencia, también, lo es el empoderamiento y la participación plena en los asuntos públicos; defendiendo y reclamando cada derecho violentado y olvidado, como la devolución de la usurpada soberanía que reside en el Pueblo.

 

Una masa ignorante se puede manejar más cómodamente, que una masa poblacional que está educada y consciente de los engaños de esta falsa democracia de pacotilla, donde no hay manera de consensuar y unificar fuerzas para destituir a los funcionarios corruptos y ladrones, sean estos electos o designados.  Un día el pueblo dominicano despertará de su hipnotismo.

 

Mi llamado, al mostrar mi credo político, va dirigido al Pueblo, al verdadero soberano, para despertar de su letargo, empoderarse y exigir de los malos gobiernos que hemos tenido históricamente, el relanzamiento de la democracia como sistema político, aquella creación del pensamiento griego, que comenzó a reconocer al hombre y la mujer como centro y objetivo de todo lo que haya de hacerse desde la administración de los Estados.

 

Si mis palabras, que digo desde el fondo de mi alma, sirven tal vez para inquietarlos y moverles la cama donde duermen, creo firmemente, que algo habrá de lograrse, porque esta democracia podrida no puede seguir sosteniéndose por mucho tiempo.

 

Despierta, oh, Pueblo Dominicano y hagamos realidad nuestro sueño, que es el mismo de Duarte y Luperón.

JPM

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