… Y se nos fue la primavera!
Un ramillete de escolares en pleno disfrute de su pubertad -algunos rondando la adolescencia-, presumen entre sí mientras se desplazan por las calles al terminar la jornada del día, ufanos de calzar el más reciente modelo de la bota o los tenis de renombrada marca, encargados directamente a la fábrica y recibidos puntualmente en sus hogares de manos de empleados de la empresa líder en ventas online y entregas a domicilio.
En el curso de la semana se irá completando el atuendo con la llegada de la camiseta, los pantalones deportivos, la gorra del equipo preferido y, claro está, el más reciente modelo de teléfono celular, combinado con una llamativa cubierta, que hace las veces de protector, y los audífonos inalámbricos que completan el conjunto.
A su vez, las muchachas se arremolinan para formalizar su inscripción en el recibidor del renombrado Gym del vecindario, presurosas por descontar aquellas libritas de más que se fueron acumulando silenciosamente en lugares estratégicos de su anatomía, durante los meses del otoño e invierno, producto de las tentaciones y abusos en el comer.
Les urge rebajar un poco para estar a tono al llegar la temporada de playas, piscinas y bronceados, a la luz del día y a la vista de todos, en los concurridos espacios de Central Park y otros populosos parques de La Gran Manzana frecuentados por la gente dada al exhibicionismo.
Hacia el fondo del guardarropa y hasta el regreso del frio han sido empujados de manera inmisericorde los abrigos, suéteres y demás ropaje de la parafernalia invernal, mientras más de uno se percata de que tal o cual pieza ya no le queda o dejó de gustarle, razón por la que se hace inminente y necesario darse una vuelta por las tiendas de la avenida, que anuncian a todo pulmón sus ofertas de primavera y verano.
Como por encanto, se desentumecen los huesos, se animan las calles y, hasta donde la vista alcanza, un bullicioso tropel de oleadas vivificantes de presurosos neoyorquinos en adición del tradicional ejército de turistas y residentes en estreno y disfrute de su nueva condición, se adueñan del entorno inundando calles, avenidas, plazas, tiendas, centros comerciales y restaurantes, inyectándole con esto a la Babel de Hierro el derroche de vida y alegría que siempre le ha caracterizado.
A lo largo de las veredas, los dilatados espacios de los parques y plazas -y en lugares emblemáticos como las isletas centrales de Park Avenue-, la cabellera del arcoíris se desborda en un rutilante espectáculo en el que miríadas de tulipanes de la más variopinta especie se destacan en su máxima expresión, sin que ninguna otra variedad floral pueda aspirar a igualar y mucho menos superar tan sinigual belleza.
La chiquillería corretea a sus anchas, pisando la mullida grama de los parques, mientras sus padres o tutores se afanan en satisfacer los caprichos de la voracidad infantil, que pide helados, hotdogs, limonadas, rosetas de maíz,… o todos juntos a la vez!
En esta mañana, que prometía ser radiante, me he armado de valor y he salido a las calles, luego de observar todas las medidas preventivas de lugar. He dejado los pies en libertad de andar mientras vuelan mis recuerdos, cavilando sobre cómo fue la última primavera y los inicios del pasado verano. Poco a poco y sin darme cuenta me he internado en los senderos de Fort Tryon Park, una amplia zona forestal y refugio de vida silvestre que reparte su territorio entre los vecindarios de Inwood y Washington Heights y que se ha constituido, en el curso de los años, en el pulmón vivificante y el lugar por excelencia para el disfrute de solaz y esparcimiento de los moradores de la parte alta de Manhattan.
De repente y para disgusto mío y de las pocas personas que frecuentan las veredas del parque, a estas horas, he descubierto que del primoroso jardín, compuesto de una amplia variedad de especies florales de singular colorido que antaño hacía las delicias de peatones, visitantes, fotógrafos y amantes de la naturaleza en sentido general, tan solo queda el recuerdo.
Apenas se avizora un montón de plantitas mustias y descuidadas que, en un desesperado arranque de valentía, pugnan por erguirse para brindar un poco de aliento a este mundo que, hoy por hoy, luce arrinconado ante el avance despiadado del Coronavirus.
Al alejarme de allí, lleno de pesadumbres meditando sobre la manera despiadada en que se nos fue esta primavera, no pude menos que dirigir los pensamientos hacia los directivos del Patronato que administra el citado parque, así como el diligente y esforzado equipo de voluntarios, compuesto por jóvenes y personas de la tercera edad, a quienes se debe en gran medida la organización, limpieza y cuidado que, por lo general, caracteriza a este lugar.
Qué habrá sido de ellos?
Estarán en sus hogares, como el resto de la población, guardando el aislamiento preventivo y obligatorio, en aras de conservar la salud y la vida?
Habrá pasado, alguno de ellos, a formar parte de las frías y despiadadas estadísticas que saturan en estos días los boletines con que se informa a la ciudadanía sobre el avance inexorable por todos los rincones del universo de la pandemia cruel que nos invade y aniquila?
Roguemos a Dios porque éste último no sea el caso!
JPM