Violencia intrafamiliar, la raíz del problema
Cuando escucho los comentarios que se hacen por la radio o por las redes sobre la violencia del hombre contra la mujer y viceversa, descubro que se analizan muchos tópicos que se consideran como causas, pero, desde mi punto de vista, no se llega a la raíz del problema.
Lo que voy a expresar en este artículo es simplemente una opinión muy particular sobre la problemática, nada que ver con una opinión profesional especializada ni nada que se le parezca, es más bien el ejercicio de un derecho: tengo algo que decir.
Cuando se ejerce este tipo de violencia, en la mayoría de los casos es por motivos pasionales, celos y aspectos relacionados con la convivencia entre un hombre y una mujer. Relaciones amorosas les llama la gente, nada más lejos de la realidad.
Es un asunto cultural, que no se cambia únicamente con el castigo a quien ejerce la violencia, eso es un paliativo al problema. Mientras culturalmente se siga educando al ser humano sobre valores confusos, una visión equivocada y paradigmas que no han cambiado en años, ese es el resultado.
En cuanto a los valores, estos se han ido sustituyendo por antivalores, relativizando todos los conceptos que le daban sustento a esos valores, eso hace que las personas se confundan y piensen que su comportamiento responde a un valor de la sociedad, sin embargo, es un antivalor.
Un ejemplo de eso es la venganza. La venganza no trae nada bueno como consecuencia ni a la sociedad, ni al individuo que la ejerce. Pues es bien sabido que la venganza genera una cadena de odios que termina en violencia progresiva.
La manera en que la demanda de justicia de la población es manejada por los estamentos sociales y por los responsables de impartir justicia, hace germinar la semilla de la venganza, una venganza que de individual se convierte en social, produciendo odio en los dos sentidos.
Ahí vemos que un valor, que es el sentido de justicia, se convierte en un antivalor, que es la venganza. Lo peligroso es que este comportamiento termina siendo aceptado, aplaudido y, en consecuencia, fomentado por la sociedad.
En cuanto a la visión con que se educa al individuo, esta es equivocada en el sentido de su trascendencia. Si a las personas se les educa bajo la premisa de que todo termina al momento de la muerte, entonces, los objetivos de la misma se ajustaran a esa premisa.
La visión de que la vida en sí misma trasciende el mundo material, cambia radicalmente la perspectiva del ser humano, le da sentido y razón de ser, no solo a su existencia, sino también a la necesidad de tener un comportamiento diferente y adecuado a esa trascendencia.
Del mismo modo cambia también el paradigma bajo el que sustentaba dicho comportamiento. Es lógico que sin una educación de calidad, sin una visión trascendente de la vida, sin unos valores sólidos y reales y sin un cambio de paradigma, no se va a lograr un individuo diferente al que tenemos hoy. En consecuencia, seguiremos teniendo los mismos problemas y quizás más profundizados.
Volviendo al punto, ahora con un panorama más claro, uno de los cambios más importantes que hay que generar en el pensamiento de las personas es lo que tiene que ver con el concepto amor. Porque nos damos cuenta que la relación entre las personas, más que de amor, es de desamor.
Sin necesariamente ser cristiano, es bueno que traigamos a colación las cualidades del amor, es decir, aquellas cosas que te permiten identificar si una persona está actuando con amor o no, o si una relación es de amor o no. Esas cualidades están descritas en primera de Corintios 13.
El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás (1 corintios 13, Biblia de Jerusalén 2013).
La violencia intrafamiliar se da generalmente entre personas que, supuestamente, conviven por amor. ¿No les parece contradictorio, a la luz de las cualidades del amor definidas en primera de corintios 13, que personas que conviven por amor, se hagan daño violentamente?
¿Si les enseñamos a las personas, desde la niñez, a amar con ese amor y a vivir en ese amor, no estaríamos atacando de raíz la problemática de la violencia intrafamiliar y la violencia en sentido general, creando una sociedad más pacífica y armoniosa?
En ese caso, las acciones dirigidas a castigar esa violencia y cualquier tipo de violencia no tienen que desaparecer, sino que jugarían su verdadero papel: impartir justicia a la vez que se trata de que la persona se regenere y cambie de conducta para ser reinsertado a la sociedad.
Empezar a generar ese cambio que proponemos, sería equivalente a hacer una verdadera revolución cultural, un verdadero cambio de paradigma, una reafirmación de los valores fundamentales del individuo. Sería el inicio de un camino que llevaría a una sociedad nueva y diferente.
Entonces, en lugar de que los compositores creen canciones con versos como este: No podrás ser feliz con ningún otro…, escribirán canciones con versos como estos: Y tú te vas, que seas feliz, me olvidaré de lo que fui; solo el amor convierte en milagro el barro.
Es decir que las influencias que recibirían los niños y los ciudadanos adultos, en el ámbito cultural artístico y en otros ámbitos de la sociedad, serían aquellas que enseñan que el amor solo puede querer el bien para la otra persona y respeta la libertad del amado.
Pero es difícil que se produzca este tipo de cambio si lo que prima en las relaciones humanas es encontrar un beneficio propio, es estar con otra persona para satisfacer mis demandas o necesidades en primer lugar.
Es difícil lograr este tipo de cambio cuando se entiende que eso es lo normal, que la gente tiene que buscar solamente aquellas relaciones que les convienen, aquellas relaciones que cuando se sume y reste, siempre salga yo ganancioso, es decir, cuando las relaciones se basan en el egoísmo.
Por eso dijo Jesús: Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura (Mateo 6: 33, Biblia de Jerusalén, 2013). Porque Dios es amor, en consecuencia, el Reino de Dios es el Reino del amor, aquel que se describe en primera de corintios 13.
tremendo artí**** , pero la gente increíblemente , están dormidas
mabiiiii mabbiiiisero se vaaaa.